Juan Bautista Alberdi (1810-1884)

   

Juan B. Alberdi

Las bases

Nació en Tucumán el 20 de agosto de 1810;  era hijo del comerciante vizcaíno don Salvador Alberdi, entusiasta lector de Rousseau y amigo de Belgrano, quién más de una vez sentó al niño sobre sus rodillas. La madre, doña Josefa Aráoz, pertenecía a una antigua familia criolla.

Trasladado a Buenos Aires, estudia en el Colegio de Ciencias Morales; interrumpe los estudios y trabaja en la tienda de Maldes, pero vuelve después al Colegio, donde lo cautiva la música, que es el primero de sus amores. En la Universidad porteña acredita sobresalientes aptitudes en filosofía. Cursa derecho en Buenos Aires y en Córdoba; termina la carrera en 1838. Sus primeros trabajos de publicista se refieren a la música (1832). En 1837 edita su Fragmento preliminar al estudio del derecho, donde ya se hace presente una mentalidad fuerte. En 1837 dirige La Moda, ágil periódico de aguda crítica y amigo de la música, arte al que Alberdi brinda varias composiciones.

Actúa brillantemente en el Salón Literario y en la Asociación de Mayo y, a fines de 1838, emigra a Montevideo, por propia voluntad, según declara. En la vecina orilla ejerce el derecho y el periodismo; interviene en la redacción de varios periódicos y es secretario de Lavalle, hasta que se separa de él por disentir en cuanto al rumbo a imprimirse al ejército. En 1834 se embarca en el Edén, en compañía de su fraternal amigo don Juan María Gutiérrez; visitan el viejo continente. A bordo escribe un poema en prosa, puesto en verso por Gutiérrez. 1844 retorna a América; desde Río de Janeiro va directamente a Chile. Allí abre estudio de abogado; pronto se convierte en el más acreditado jurisconsulto de Valparaíso. En Chile cumbe también su fama de escritor. Sostiene con la pluma al presidente de la República, general Bulnes. En ése período su trabajo de más vuelo es Memoria sobre el Congreso General Americano (1884), donde apuntan ideas proféticas.

Cuando Rosas cae, se apresura a escribir un libro orientador: Las Bases (mayo de 1852), ampliadas en la 2a edición (julio del mismo año). Es su obra cumbre, identificada, identificada, con el texto y espíritu de la Constitución nacional, que inspirara traduciendo magistralmente el ideario de los emigrados, genuina continuación del sustentado por la generación de Mayo. Sostiene la célebre polémica con Sarmiento. Da a luz los Elemento del Derecho Público Provincial (1853) y Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina (1854), obra de gran valor. Durante siete años (1855-1862) es diplomático viajero: representa a la Confederación ante varios gobiernos europeos y los Estados Unidos. Obtiene el reconocimiento de nuestra independencia por España. Al reorganizarse los poderes de la República es separado del cargo, medida que le entristece y le amarga sobremanera. Desde entonces renueva, en todas formas, enconados ataques contra Mitre y Sarmiento. Elegido diputado por Tucumán al Congreso Nacional, vuelve a la patria al año siguiente, tras de cuarenta años de ausencia: ausencia que, por lo prolongada, le hace daño y agría su carácter y, a ratos, la visión de nuestras cosas. Se le atributa una recepción muy emotiva y se reconcilia con sus habituales adversarios. Asiste a los agitados sucesos del 80. Septuagenario, con la rapidez de la juventud (apenas en cuatro semanas), compone su libro: La República Argentina consolidada en 1880. En sus páginas saluda la unidad definitiva que acaba de conseguirse con la federalización de Buenos Aires.

El anciano pierde a esas alturas sus energías polémicas y, ante nuevos ataques de que es objeto, con motivo de su proyectada designación de ministro diplomático y de la edición oficial de sus Obras, resuelve volver a su apacible rincón de Francia. Sus últimos años son muy penosos; para vivir acepta el cargo de comisario argentino de inmigración en París. Por razones de salud, lo renuncia posteriormente. Soporta unos días espantosos y fallece en una lóbrega casa de sanidad de Neuilly, Francia, el 19 de julio de 1884, conforme lo acredita el acta de defunción, y no el 18, según asientan casi todos sus biógrafos.

Sus Obras completas llenan ocho gruesos volúmenes y las Póstumas, dieciséis. Entre las últimas se cuenta El crimen de la guerra, escrita en 1870 y vertida al inglés, libro monumental, de perenne vitalidad, que con las Bases harían la reputación de los más altos pensadores europeos y norteamericanos del siglo XIX

   
Algunos Textos
Una entrevista histórica