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Hilario Ascasubi |
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Nació el 14 de enero de 1807 en medio del campo, no lejos de Fraile Muerto —hoy Bell Ville— en la actual provincia de Córdoba. Algunos aspectos de su biografía no están perfectamente aclarados, entre ellos el viaje que realizó en su adolescencia en la goleta La Rosa Argentina. Embarcó como grumete y llegó a la Guayana francesa y los Estados Unidos, aunque también se afirma que la nave fue apresada por un corsario y esto le obligó a peregrinar varios años por Francia, Inglaterra y Portugal. En 1823, Ascasubi regresó a Buenos Aires y luego se trasladó a Salta llevando consigo la ex imprenta de los Niños Expósitos. En aquella provincia se desempeñó como tipógrafo y periodista y fundó "La Revista de Salta" . En 1826 se alistó con el grado de teniente en el batallón de infantería que a las órdenes del coronel José María Paz marchó a luchar contra los efectivos brasileños. Más tarde, participó en la guerra civil en favor de los unitarios y en esa época convivió con los gauchos, aprendió su léxico y escuchó el canto de los payadores en los fogones.
En 1830, Ascasubi es detenido en Entre Ríos y por orden de Rosas, trasladado preso a Buenos Aires. Permaneció en la cárcel cerca de dos años, hasta que logró evadirse y pasó al Uruguay. En Montevideo —ciudad en que se radicó veinte años hasta la derrota de Rosas— se ocupó de diversos menesteres. Acrecentó su fortuna al frente de una panadería y también adquirió popularidad por medio de sus ingeniosos versos gauchescos. Fue periodista y como payador unitario comentó la guerra entre Oribe y Rivera con partes de batalla, cielitos, medias cañas y diálogos, que daba a conocer bajo diversos seudónimos.
Fue ayudante de Urquiza en la batalla de Caseros, pero más tarde abrazó la causa porteña de Mitre y se mostro enemigo del caudillo entrerriano. Intentó mejorar su situación económica con algunas inversiones en obras públicas —entre ellas, la construcción del antiguo Teatro Colón— pero fracasó en sus propósitos y quedó al borde de la ruina. En 1860 se trasladó a Francia comisionado por el gobierno de Mitre, con la misión de enganchar voluntarios europeos destinados al ejército de Buenos Aires. Vivió en París y en aquella ciudad publicó en el año 1872 sus obras completas. Regresó a Buenos Aires y falleció el 17 de noviembre de 1875.
Ascasubi adquirió su personalidad literaria en su largo destierro en el Uruguay, apoyando la causa de los unitarios. En 1839 fundó un periódico titulado "El gaucho en campaña" y en el cuarto número publicó el poema El truquiflor. Las composiciones que dio a conocer en periódicos, folletos y hojas sueltas fueron recopiladas posteriormente en el libro titulado: Paulino Lucero o Los gauchos del Río de la Plata cantando y combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y Oriental del Uruguay (1839-1851). La obra fue editada en París, en 1872.
Cuando se iniciaron las hostilidades entre Buenos Aires y la Confederación, el poeta atacó a Urquiza por medio de un periódico en prosa y verso, titulado "Aniceto el Gallo, Gaceta jocotristona y gauchi-patriótica". Sus coplas de crítica política no fueron recibidas con el mismo entusiasmo que despertaron SUS anteriores obras.
Ascasubi se encontraba en París cuando terminó su mejor obra y la de mayor aliento, el largo poema denominado Santos Vega o Los mellizos de La Flor. Luego de ocho meses de trabajo escribió 12.604 versos que fueron publicados en 64 capítulos y un epílogo en un tomo de sus obras completas. El poeta cuenta en lengua gauchesca la historia de dos hermanos, los mellizos de la estancia La Flor. Uno de ellos el bueno, y el otro un gaucho malevo y perverso. El relato lo pone en boca del legendario Santos Vega, aunque el poema —con excepción del título no tiene ninguna relación con la vida del payador homónimo, que a comienzos del siglo XIX había merodeado por la zona del río Salado.
La obra ofrece algunos cuadros plenos de colorido local y otros de auténtico dramatismo, aunque se critica la gran extensión de algunos episodios que no están relacionados con su importancia dentro del poema. Pero en conjunto —escribe Julio Caillet-Bois—
hay una verdad esencial en el Santos Vega, que refleja una visión embellecida y conciliatoria de la vida en la campaña.
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