TU Y YO

 

"Por ti fué mi dulce suspiro primero 

Por ti mi secreto, constante anhelar". C. Gómez de Avellaneda.

 

El alma del que sufre es noche triste:

Toldada está por el pesar sombrío,

Y las amargas lágrimas que vierte

Son, Lucila, sus gotas de rocío

 

Halla quien nace bajo estrella amiga,

Florida primavera en su existencia,

Y hasta el cielo, propicio, le sonríe

Del eter tras la clara transparencia.

 

Tú de mi amante corazón conoces

El secreto, Lucila, doloroso:

Aunque sólo de lejos, has oído

Su gemido profundo y angustioso.

 

Tú no sufriste ni lloraste nunca:

Tu vida, solo ha sido una alborada

Teñida, cual las plumas de un flamenco,

Por una luz dulcísima y rosada.

 

El fuego del amor que por tí siento,

Voraz, inextinguible, ya ha tornado

En cenizas las flores de mi alma.

¡La lava del volcán invadió el prado!

 

Tus amores de niña sólo fueron

Blandos gorjeos de canoras aves,

Brisas del sentimiento, juguetonas,

de las flores del alma, aromas suaves.

 

Tú, en el romance de la vida mía,

De mi existencia en la novela triste,

Hasta hoy llenaste el doloroso cuadro,

Hasta hoy, Lucila, la heroína fuiste.

 

Yo pasé por el cielo de tu vida

Como una nube que arrebata el viento,

Sin dejar un recuerdo en tu memoria,

Sin despertar en tu alma un sentimiento.

 

Tú eres el agua que me roza el labio,

La fruta que el sentido me enajena,

Y un Tántalo yo soy que en vano agito

Los anillos de mi áspera cadena.

 

Yo soy, Lucila, a tus divinos ojos,

Estrellas de brillantes resplandores,

Más bien que tu amador, un jardinero

De quien recibes con desdén las flores.

 

Tú eres la inconmovible y desdeñosa,

Aunque gentil y bella castellana;

Yo, el trovador que canta al pie del muro

Sin que se abra a su acento tu ventana.

 

Tu eres el astro que en el cielo gira

Derramando su lumbre refulgente:

Yo, el satélite humilde, condenado

A seguir ese giro eternamente.

 

Tu eres la llama que la brisa leve

Hace ondular, apenas, cariñosa;

Yo, la víctima triste de ese fuego,

la pobre, enamorada mariposa.

 

Tú, las aguas tranquila de tu vida

Survarás dando el lino al blando viento,

Como el céfiro corre entre las flores,

Como cruza la luna el firmamento.

 

Yo, el desierto, Lucila, de la mía

Recorreré infelice peregrino,

Mojando con el llanto de mis ojos

Las espinas y piedras del camino.

 

Yo, en ese largo, fatigoso viaje,

En mi alma llevaré tu imagen bella.

Tú... ¡ni tan solo pedirás al cielo

Un rayo de luz para mi huella!