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Andrés de Santa Cruz

Andrés de Santa Cruz y Calahumana fue un militar y político peruano-boliviano. Fue presidente de la Junta de Gobierno del Perú (1827), presidente de Bolivia (1829-1839) y Protector de la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839). Fue nombrado por el gobierno peruano Gran Mariscal de Zepita.
Andrés  de Santa Cruz
Andrés de Santa Cruz

Biografía

Andrés de Santa Cruz nació el 5 de diciembre de 1792 en la ciudad de La Paz (Bolivia). Hijo de una familia de la nobleza colonial formada por el maestre de campo José de Santa Cruz y Villavicencio, noble criollo miembro de la Orden de Santiago, natural de Huamanga, hoy Ayacucho (Perú), y por Juana Basilia Calahumana heredera de una rica familia mestiza que decía descender de los incas y que ostentaba el cacicazgo del pueblo de Huarina (Bolivia), cerca del lago Titicaca.

Al momento de nacer Andrés de Santa Cruz fue clasificado en su partida de bautismo como español, denominación utilizada en las colonias para referirse a la raza blanca, aunque sus rasgos mestizos harían que a lo largo de su vida fuera llamado constantemente por sus enemigos políticos como el indio o el cholo Santa Cruz.

Realizó sus primeros estudios en el colegio San Francisco de su ciudad natal y en el colegio San Buenaventura del Cuzco; en este último conoció a quien sería posteriormente primero su aliado y luego encarnizado rival: Agustín Gamarra. De ese último colegio escapó en 1809 para no recibir un injusto castigo.

A los 17 años y obedeciendo a su padre se incorporó al ejército realista como alférez del regimiento "Dragones de Apolobamba". Se inició así su carrera militar, en el contexto de la invasión de las tropas rioplatenses al Alto Perú, al iniciarse la guerra de la independencia hispanoamericana. 

En 1811 combatió en la batalla de Huaqui, a órdenes del brigadier José Manuel de Goyeneche y tras esta acción fue ascendido a teniente. Combatió luego a órdenes del general Joaquín de la Pezuela en las batallas de Vilcapugio y Ayohúma, en 1813.

En 1815 participó en la debelación del levantamiento independentista del brigadier Mateo Pumacahua, y colaboró en el subsiguiente exterminio de las guerrillas dispersas. Luego participó en la ofensiva sobre Tucumán a órdenes del general José de la Serna. 

Era ya teniente coronel cuando cayó prisionero del general Gregorio Aráoz de Lamadrid el 15 de abril de 1817 en la batalla de la Tablada de Tolomosa. Estuvo prisionero en Tucumán y luego fue trasladado a Las Bruscas, cerca de Buenos Aires. Fugó en un barco inglés a Río de Janeiro y volvió a Perú tras largo viaje. 

Se reintegró al ejército realista, y se le confió la comandancia militar de Chorrillos, desde donde debía extender su vigilancia hasta Nazca, al sur. Luego se le confió el mando de las milicias realistas de Carabayllo, las mismas que pasaron a reforzar la división destacada a la sierra central para enfrentar a las fuerzas patriotas del general Juan Antonio Álvarez de Arenales. 

Tras la batalla de Cerro de Pasco (6 de diciembre de 1820) fue apresado y conducido al cuartel general patriota que el general José de San Martín había establecido en Huaura. Allí decidió abrazar la causa independentista (8 de enero de 1821).

Con el rango de coronel pasó a ejercer la gobernación provincial de Piura donde organizó dos batallones para reforzar las posiciones patriotas en las proximidades de Cuenca (actual Ecuador).

La corriente libertadora del Norte, encabezada por Bolívar y que ya había independizado Venezuela y Nueva Granada, avanzaba por entonces hacia la Presidencia de Quito; y, desde allí, Sucre, el lugarteniente de Bolívar, pidió el auxilio del Perú contra los españoles que le cerraban el paso en la sierra quiteña. San Martín convino en enviar una división bajo el mando de Santa Cruz. 

Confluían así las dos corrientes libertadoras, la del Norte (iniciada en Venezuela) y la del Sur (iniciada en Río de la Plata). Mientras Sucre, con su ejército representaba a la Gran Colombia, Santa Cruz, con sus 1.300 a 1500 soldados peruanos, encarnaba el aporte del Perú a la lucha por la emancipación de Quito y de América en general. Se libró la Batalla de Pichincha (24 de mayo de 1822) que fue un gran victoria para los patriotas, quienes tomaron enseguida Quito. A consecuencia de esta victoria, Santa Cruz fue ascendido a general de brigada. El Congreso peruano le dio una medalla al mérito (22 de octubre de 1822).

Luego de la campaña quiteña, Santa Cruz continuó participando en la guerra independentista en suelo peruano. Tras el fracaso de la Primera Campaña de Intermedios encabezó el 26 de febrero de 1823 un pronunciamiento que impuso al Congreso la destitución de la Suprema Junta Gubernativa del Perú y la designación del coronel José de la Riva Agüero como Presidente de la República. Fue el primer golpe de estado de la historia republicana peruana.

Ya prestigiado como militar competente, se le encomendó el comando de la Segunda Campaña de Intermedios, destinada a enfrentar a los realistas que aún resistían en el sur peruano. Antes de partir prometió ante el Congreso vencer o morir, pero no haría ni lo uno ni lo otro. Trabó las batallas de Zepita, Sicasica y Ayo, con resultados dispares, y finalmente condujo la desastrosa retirada de su ejército desde el Desaguadero hasta la costa, en busca de puerto donde embarcarse (septiembre de 1823).

Santa Cruz se retiró a Piura, y no obstante su anterior fracaso, Bolívar le convocó a integrar el Ejército Libertador, en miras a la campaña final de la independencia que se libraría en la sierra central y sur peruana. Fue nombrado jefe del Estado Mayor de la División Peruana y como tal participó en la batalla de Junín (6 de agosto de 1824), cuyo parte redactó; luego fue nombrado prefecto de Huamanga, donde permaneció en lo que restaba de la campaña, tomando Gamarra la jefatura del Estado Mayor en su lugar. Su tarea consistió en mantener operativas las comunicaciones del ejército, vigilando su retaguardia, reclutando nuevas fuerzas y conteniendo alguna que otra partida dispersa de realistas. Por ese motivo no concurrió a la batalla de Ayacucho. Luego pasó a ser jefe de Estado Mayor del Ejército Libertador durante la campaña del Alto Perú dirigida por Sucre. En abril de 1825 fue elevado al rango máximo de Gran Mariscal y nombrado Prefecto de Chuquisaca. En el Alto Perú fue creada la nueva República Bolívar (actual Bolivia), con auspicio de Bolívar y con Sucre como primer presidente.

Durante la dictadura de Simón Bolívar en el Perú, Santa Cruz fue nombrado Presidente del Consejo de Gobierno, por lo que viajó a Lima y asumió el cargo el 29 de junio de 1826. En tal calidad ejerció interinamente el poder supremo cuando Bolívar abandonó el Perú, el día 3 de setiembre del mismo año. Le tocó presidir la juramentación de la Constitución Vitalicia el día 9 de diciembre, constitución redactada e impuesta por el Libertador, que también fue jurada en Bolivia.

Al ocurrir el motín de las tropas auxiliares de Colombia acantonadas en Lima, y la subsiguiente reacción antibolivariana del pueblo de Lima (27 de enero de 1827), Santa Cruz se hallaba retirado en el pueblo veraniego de Chorrillos. Una asamblea popular acordó llamarlo solicitándolo su permanencia en el gobierno, con el encargo de convocar a un Congreso Constituyente y reunirlo en un plazo de tres meses para que eligiera al Presidente Constitucional y diera una nueva Constitución. Santa Cruz aceptó y pasó a presidir una Junta de Gobierno, que estaba integrada por Manuel Lorenzo de Vidaurre, José de Morales y Ugalde, José María Galdeano y el general Juan Salazar.

En cumplimiento de la misión encomendada, Santa Cruz convocó el segundo Congreso Constituyente del Perú, que después de las elecciones, se instaló el 4 de junio del mismo año bajo la presidencia del sacerdote Francisco Javier de Luna Pizarro, de tendencia liberal. Ante dicha asamblea Santa Cruz presentó su renuncia, pero no fue aceptada, por lo que permaneció unos días más en el poder.

La tarea siguiente del Congreso era elegir al Presidente de la República. Santa Cruz se presentó como candidato a Presidente de la República y fue apoyado por los conservadores, pero los diputados liberales del Congreso optaron por elegir al mariscal José de La Mar (9 de junio de 1827).

Santa Cruz quedó muy descontento con esa elección, al igual que otros militares ambiciosos como Agustín Gamarra y Antonio Gutiérrez de la Fuente, por lo que todos ellos formaron un triunvirato que se puso a trabajar en pro de la caída de La Mar, lo que a la postre lo lograrían. Pero mientras tanto, el gobierno lo mantuvo alejado, destacándolo como ministro plenipotenciario del Perú en Santiago de Chile. Allí se hallaba cuando en mayo de 1828 se produjo la invasión peruana de Boliviaal mando del general Gamarra, cuyo objetivo era poner fin a la influencia bolivariana en dicho país. El 6 de julio de 1828 se firmó el Tratado de Piquiza, por el cual el presidente Antonio José de Sucre renunció al poder que ejercía en Bolivia y se acordó el retiro de las tropas colombianas. Al igual que Gamarra, Santa Cruz consideraba que había sido un error de Bolívar separar el Alto y el Bajo Perú, por lo que se propusieron reunirlos nuevamente, aunque cada quien tenía un plan distinto para llevarlo a cabo.

Tras el fin de la influencia colombiana en Bolivia, este país se vio amenazado en caer en la anarquía. Fue entonces cuando el Congreso boliviano tomó una decisión trascendental: el 31 de enero de 1829 eligió a Santa Cruz como Presidente de Bolivia. Santa Cruz, que se hallaba en Chile, pidió permiso al Congreso peruano para asumir dicha investidura, lo que le fue concedido. En camino hacia Bolivia pasó por Arequipa, donde contrajo matrimonio con la dama peruana Francisca Cernadas con quien tendría numerosa descendencia. Según una carta suya que data de ese año y que envió a sus amigos de Arequipa antes de partir a Bolivia, tenía ya claro el sueño que se proponía cristalizar: convertir a Bolivia en la Macedonia de América del Sur,3 es decir, en la unificadora del mundo andino, como Macedonia lo fue del mundo griego.

Santa Cruz juró la Presidencia provisional de Bolivia el 24 de mayo de 1829; ese mismo día promulgó una ley de amnistía y derogó la Constitución Vitalicia de 1826. Liberal de talante organizador, impulsó una serie de medidas reformistas, pacificó el país, reorganizó el ejército, reestructuró las maltrechas finanzas e hizo mejoras en el campo económico y educativo.

En 1831 renunció al mando provisorio ante la Asamblea boliviana (presidida por Casimiro Olañeta), pero se le volvió a otorgar el poder, con el grado de mariscal y capitán general del ejército boliviano (ya era Gran Mariscal del ejército peruano y General del ejército de Colombia). Se le concedió además el título de Gran Ciudadano Restaurador de la Patria.

En la práctica, Santa Cruz gobernó como dictador. Bajo su influjo, la Asamblea boliviana dio la Constitución liberal de 1831, la cual, entre otras medidas, estableció que el Presidente sería elegido por cuatro años, con posibilidad a la reelección. Santa Cruz fue elegido Presidente Constitucional, pero pidió facultades extraordinarias, que le fueron concedidas tras agitados debates parlamentarios.

Coronó su acertada obra administrativa con el establecimiento de la Confederación Perú-boliviana, por decreto dado en 1836, luego de una victoriosa guerra en suelo peruano.

Por entonces, el Perú vivía un estado de anarquía. El presidente provisorio del Perú, general Luis José de Orbegoso, se hallaba abrumado por las revueltas internas, la última de las cuales la encabezó el general Felipe Santiago Salaverry, quien se autoproclamó Jefe Supremo del Perú en febrero de 1835, y fue paulatinamente extendiendo su autoridad en el resto del país. Orbegoso se replegó hacia el sur e instaló su precario gobierno en Arequipa.

Por entonces, el mariscal Agustín Gamarra, que era el mayor opositor del régimen de Orbegoso, se hallaba desterrado en Bolivia. Vista la crítica situación del Perú, Santa Cruz y Gamarra se entrevistaron en Chuquisaca, donde planearon llevar a cabo el proyecto de la Confederación peruano boliviana. Esta estaría formada por tres estados: Norte (norte peruano), Centro (sur peruano) y Sur (Bolivia) y llevaría el nombre de República Peruana, con el pabellón bicolor peruano. Gamarra se comprometió a ingresar al Perú por Puno y ocupar el Cuzco, donde autorizaría la declaración de la independencia del Estado del Centro; por su parte Santa Cruz se comprometió a obtener el apoyo de Arequipa y la eliminación de Orbegoso.

Sin esperar la ratificación de su pacto con Santa Cruz, Gamarra cruzó la frontera peruano-boliviana (mayo de 1835) y ocupó Puno y el Cuzco, donde logró la adhesión de importantes guarniciones.

Alarmado por la presencia de Gamarra en suelo peruano, Orbegoso solicitó el auxilio de Bolivia, haciendo uso de una autorización del Congreso dada durante la guerra civil de 1834, que le permitía solicitar ayuda extranjera en caso de que la República atravesara serio peligro. Santa Cruz se mostró interesado en esta propuesta, que le pareció muy ventajosa, y decidió entonces dejar de lado sus tratativas con Gamarra.5 Hay que destacar que Orbegoso desconocía los acuerdos entre Santa Cruz y Gamarra.

El pacto entre Santa Cruz y Orbegoso se firmó el 15 de junio de 1835 y por el mismo Santa Cruz se comprometió enviar a su ejército al Perú para restablecer el orden, luego de lo cual garantizaría la formación de una Asamblea representativa del norte peruano y otra del sur, que debían decidir la nueva forma de gobierno del Perú. Acto seguido y en cumplimiento del pacto, Santa Cruz invadió el Perú con un ejército de 5.000 bolivianos, que se habían preparado durante años para tal fin.6

Gamarra, enfurecido con Santa Cruz por haber roto el pacto que habían hecho en Chuquisaca, decidió aliarse con Salaverry para enfrentar a los bolivianos. Esta alianza se formalizó el 27 de julio de 1835, en el Cuzco.

Esta guerra tuvo dos fases:

  • La guerra entre Gamarra y Santa Cruz.
  • La guerra entre Salaverry y Santa Cruz.

El primero que salió a enfrentar a Santa Cruz fue Gamarra, quien reunió un ejército en el Cuzco, en su mayoría integrado por indios armados de palos. Con semejante fuerza enfrentó al bien preparado ejército boliviano, siendo derrotado en la batalla de Yanacocha, el 13 de agosto de 1835. Gamarra logró escapar y pasó a Lima, siendo luego desterrado a Costa Rica por las mismas autoridades salaverristas, recelosas de su presencia.

Simultáneamente, Salaverry se puso en marcha hacia el sur del Perú, declarando la guerra a muerte a los bolivianos. Se apoderó de Arequipa, pero no pudo revertir el hecho que la mayor parte del sur peruano simpatizara con la federación con Bolivia y diera su apoyo a Santa Cruz, por lo que sus fuerzas se vieron mermadas.

Tras un triunfo inicial en la batalla de Uchumayo, Salaverry fue derrotado totalmente por Santa Cruz en la batalla de Socabaya, el 7 de febrero de 1836, y fusilado el día 18 en Arequipa.

La asamblea de los departamentos del sur del Perú (Cuzco, Arequipa, Ayacucho y Puno), reunida en Sicuani, creó el Estado Sur Peruano y designó como su Supremo Protector a Santa Cruz (marzo de 1836). Unos meses después se reunió la asamblea de los departamentos del norte (Amazonas, Lima, La Libertad y Junín) en Huaura (agosto de 1836), que acordó la creación del Estado Nor Peruano, otorgando igualmente el poder político a Santa Cruz como Supremo Protector. De otro lado, en Bolivia se reunió en junio un Congreso Extraordinario (Congreso de Tapacarí) que dio autorización a Santa Cruz para llevar adelante el proyecto de la Confederación.

El 16 de agosto de 1836 Santa Cruz tomó posesión del mando supremo en Lima, en su calidad de Supremo Protector del Estado Nor Peruano, como ya lo era del Sud Peruano; conservaba asimismo la presidencia de Bolivia. Por decretó dado el 28 de octubre del mismo año estableció la Confederación Perú-Boliviana, integrada por los tres estados o repúblicas:

  • El Estado Nor Peruano con capital en Lima;
  • El Estado Sur Peruano, con capital en Tacna, y
  • El Estado Boliviano, con capital en La Paz.

Santa Cruz convocó luego a un congreso de plenipotenciarios de los tres estados, el llamado Congreso de Tacna, para que discutiera las bases de la estructura administrativa de la Confederación. Este Congreso dio la llamada «Ley fundamental de la Confederación Perú-Boliviana», más conocido como el Pacto de Tacna (1 de mayo de 1837), que ofició de carta magna o constitución política. De acuerdo a este documento, cada Estado tendría su propio gobierno, pero existiría un poder ejecutivo central (Protectorado) y un poder legislativo general (un Congreso con dos cámaras: la de senadores y la de representantes). Santa Cruz fue designado como Protector de la Confederación Perú-Boliviana, con un período de gobierno de diez años, con posibilidad de reelección continua.

Como el Pacto de Tacna no satisfizo ni a Bolivia ni a los dos Perúes, debido principalmente a que los plenipotenciarios del Congreso habían sido impuestos por Santa Cruz, este decidió convocar un nuevo Congreso, el 13 de marzo de 1838. Pero la guerra desatada por Chile y los emigrados peruanos contra la Confederación impidieron la reunión de esa nueva asamblea.

En este aspecto su obra fue vasta:

  • Reorganizó la administración de justicia.
  • Dictó un Reglamento de Comercio, y su complemento, un Reglamento de Aduanas.
  • Inició la estadística nacional.
  • Hizo un censo en el territorio peruano, que dio una población de 1.373.736 habitantes.
  • Estableció una mejor vigilancia sobre las rentas y los gastos. Desapareció el déficit del presupuesto nacional.
  • Creó los ministerios del Interior, de Relaciones Exteriores y de Guerra y Marina.
  • Creó la Legión de Honor, a imitación de la francesa.
  • Puso en vigencia en el Perú los códigos civil, penal y de enjuiciamientos, así como el Reglamento de Tribunales, que ya regían en Bolivia. Aunque hirieron el nacionalismo de los peruanos, estas medidas significaron un progreso sustancial, pues se reemplazaba a la antigua y confusa legislación colonial con otra más moderna.
  • Fomentó los cultivos de trigo y caña de azúcar, así como la exportación de lana de oveja y algodón.
  • Aumentó la explotación minera de oro, plata, cobre, azogue y salitre.
  • Declaró puertos libres (es decir abiertos al tráfico internacional marítimo) a los de Arica, Cobija, Callao y Paita, todo lo cual significó un rudo golpe para el comercio marítimo del puerto chileno de Valparaíso.
  • Mejoró los servicios de Beneficencia y de Instrucción Pública.
  • Mejoró la Biblioteca Nacional del Perú.

En contraparte con esta destacada labor administrativa, Santa Cruz tuvo desaciertos al promulgar medidas que hirieron los sentimientos nacionalistas de los peruanos:

La adopción para los soldados peruanos del uniforme del ejército boliviano.

Hizo circular en territorio peruano la moneda boliviana de baja ley (moneda feble).


El establecimiento de la Confederación Perú-Boliviana, así como la figura de Santa Cruz como su máxima autoridad, generó el descontento de los gobiernos de Chile y de Argentina, pero mucho más del primero que del segundo. Gobernaba entonces en Chile el más acérrimo enemigo de la Confederación: el ministro Diego Portales. Si bien José Joaquín Prieto era el presidente de Chile, Portales era quien de hecho gobernaba el país, ostentando tres de los cuatro ministerios existentes (Interior y Relaciones Exteriores; Justicia, Culto e Instrucción Pública; Guerra y Marina, es decir, todos excepto Hacienda). Portales entrevió el peligro que significaba para los intereses de Chile la consolidación de la Confederación, ya que bajo la sombra de esta no se podría alcanzar la hegemonía continental que añoraba para su país.

Aduciendo una serie de pretextos, el gobierno chileno declaró la guerra a la Confederación (26 de diciembre de 1836). Si bien la idea de entrar en guerra contra la Confederación era sumamente impopular en la opinión pública chilena, la muerte de Portales, el 3 de junio de 1837, fusilado en Valparaíso a manos de un batallón que se amotinó precisamente por ser contrario a la guerra, paradojalmente allanó el camino a la entrada definitiva de Chile a la guerra instigada por el propio Portales, causa que ahora, tras la muerte del ministro, gozaba de gran apoyo popular.

Los chilenos enviaron hacia el Perú una primera expedición, llamada “Restauradora” y que estaba al mando del almirante Manuel Blanco Encalada, y con el apoyo de los emigrados peruanos opositores de Santa Cruz, encabezados por el general Antonio Gutiérrez de la Fuente. Tras desembarcar en Islay y ocupar Arequipa, los restauradores no recibieron el apoyo de la población y fueron cercados por las fuerzas confederadas al mando del mismo Santa Cruz. Ambas partes celebraron un tratado de paz, denominado Tratado de Paucarpata (17 de noviembre de 1837), por la cual Santa Cruz dejó volver a su patria a los chilenos, a condición de que reconocieran la Confederación. Mientras que en el otro frente, los bolivianos contuvieron la ofensiva argentina, el ejército boliviano, bajo el mando del general Otto Philipp Braun derrota a la Confederación Argentina en la Batalla de Montenegro, logrando su retirada en la zona de Tarija e incluso pasaron la frontera y amagaron la ciudad de Jujuy..

El gobierno chileno desconoció el Tratado de Paucarpata y una segunda Expedición Restauradora partió de Valparaíso. Estaba al mando del general chileno Manuel Bulnes, y contaba igualmente con el apoyo de los emigrados peruanos, encabezados esta vez por Agustín Gamarra (Ejército Unido Restaurador). Esta expedición desembarcó en Ancón, a unos 37 km al norte de Lima, es decir en territorio del Estado Nor-Peruano, donde la causa de la confederación no tenía tanta popularidad como en el sur. El presidente de dicho Estado, mariscal Orbegoso, asumió una posición peruanista pura y se propuso expulsar tanto a los chilenos como a los bolivianos, pero resultó derrotado por los restauradores en el combate de Portada de Guías, en las afueras de Lima (21 de agosto de 1838). Los restauradores ingresaron a Lima y Gamarra fue proclamado como Presidente provisional del Perú; pero en noviembre del mismo año tuvieron que abandonar Lima, que volvió a poder de los confederados.

Los restauradores decidieron entonces cambiar el escenario de la lucha. Se retiraron al Callejón de Huaylas, en el norte del Perú, donde se aprovisionaron y reorganizaron. Tras un primer encuentro indeciso en Buin, los confederados, con Santa Cruz a la cabeza, fueron definitivamente derrotados en la batalla de Yungay (20 de enero de 1839).

Santa Cruz huyó apresuradamente hacia Lima, adonde llegó tras cuatro días de cabalgata. Con lágrimas en los ojos informó a unos pocos amigos la derrota que había sufrido. Pero no se dio por vencido y marchó hacia Arequipa con el propósito de subir a Bolivia y comenzar una guerra de reconquista. Pero al llegar a Arequipa se enteró que los generales bolivianos Ballivián y Velasco se habían sublevado contra él. Viendo pues, todo perdido, renunció a todo su poder el 20 de febrero de 1839 y se dirigió al puerto de Islay acompañado por algunos oficiales leales. Allí se embarcó en la fragata inglesa Sammarang, rumbo al Ecuador. Así finalizó su gobierno como protector del estado binacional peruano y el boliviano.

Radicó algún tiempo en Guayaquil y luego en Quito. Al saber que su nombre era invocado en sucesivos pronunciamientos, intentó volver a Bolivia. Tras desembarcar en la caleta de Camarones fue apresado el 2 de noviembre de 1843. Alarmados por su presencia, representantes de los gobiernos de Perú, Bolivia y Chile se reunieron para decidir su suerte, considerándolo un perturbador del orden público. Fue entregado al gobierno de Chile, que lo confinó en Chillán, con toda clase de comodidades, al sur del país (incluida la contratación de un cocinero francés para encargarse de su alimentación). Allí le visitó el sabio Domeyko, quien escribió las impresiones que le produjo el viejo Protector:

Por su cara y su figura tenía el aire de un simple indio de las cordilleras bolivianas. De una talla tan pequeña como Thiers, flaco, seco, de un color cobrizo, frente estrecha y cabellos negros y gruesos. Sus ojos eran negros de ébano, brillantes; pero con una expresión de desconfianza, sus mejillas anchas y salientes, y los labios, espesos; la cara parecía siempre afeitada. No se dejaba ver en él la tristeza. No tenía aire de meditar mucho de lo que hablaba; sin embargo, no decía tonterías. Su juicio era recto, con cierta penetración y espíritu práctico, pero con poca ciencia. No cesaba de soñar con la revolución y con la conquista de su trono. Mantenía comunicaciones secretas con sus partidarios de La Paz y Potosí y más de una vez consiguió burlar la vigilancia... 

Este confinamiento provocó las protestas de los gobiernos de Ecuador, Francia e Inglaterra, por lo que tras un nuevo acuerdo entre Chile, Bolivia y Perú se dispuso que abandonara suelo americano y partiera hacia Europa (17 de diciembre de 1845). Pasó a Francia, donde después de pasar algunos inconvenientes, desempeñó como ministro plenipotenciario de Bolivia de 1848 a 1855.

Regresó del destierro en 1855, postulando ese mismo año desde Argentina a la presidencia de Bolivia, pero fue vencido por el general Jorge Córdova. A este, ya presidente, le incomodó que Santa Cruz decidiera afincarse en la provincia argentina de Salta cerca a la frontera con Bolivia, por lo que obtuvo que fuera retirado de ahí, estableciéndose entonces en la provincia de Entre Ríos.

Durante esta estancia en Argentina se vinculó con la familia del presidente Justo José de Urquiza con cuya hija casó a su hijo Simón. Algún tiempo después regresó a Francia y se estableció en Versalles, donde vivía su familia. Tras un periplo como embajador, diplomático y ministro plenipotenciario, falleció el 25 de septiembre de 1865 en Beauvoir, cerca de Nantes, y fue enterrado en Versalles. Poco antes, al tener noticias del conflicto entre España y el Perú, había escrito una emocionante carta al presidente peruano Juan Antonio Pezet recordando las glorias de la independencia y ofreciéndose para lo que fuera menester. 

En 1965 con motivo del centenario de su fallecimiento, los restos del Mariscal Andrés de Santa Cruz fueron repatriados de Francia y trasladados en una solemne ceremonia a la Catedral de la Paz donde reposan hasta hoy.