Tensiones entre Alvear y San Martín.

Siendo como eran tan distintos en su contextura interior, San Martín y Alvear no podían menos de chocar; Alvear era un joven exuberante, de ambición personal desmedida, propia de sus 23 años; San Martín tenía aspiraciones más altas y más altruistas, sin ningún afán subalterno. 



Las diferencias entre San Martín y Alvear

Alvear trabajó en la Sociedad patriótica, valiéndose de Monteagudo, y la absorbió o la puso al servicio de la logia, donde San Martín quedaba fiel a los propósitos iniciales, siendo desbordado por la agitación alvearista y monteagudista.

Tenían que manifestarse, por consiguiente, dos tendencias en el seno de la logia y si esas tendencias a mediados de 1813 luchan por el predominio, a fines de 1814 y comienzos de 1815 se convierten en fuerzas hostiles. 

La escisión profunda creció más tarde cuando Alvear se unió con José Miguel Carrera y colaboró en los panfletos de la imprenta federal sembrando calumnias y acusaciones contra San Martín.

En el período de la Asamblea, San Martín se había incorporado a la sociedad porteña por su casamiento con Remedios de Escalada, perteneciente a una familia prestigiosa; pero Alvear tenía más partidarios y además se cuidaba de acrecentarlos tanto en la logia como en la Socie-dad patriótica, mientras San Martín en ese aspecto se mostraba retraído.

Rechazo de los diputados de Artigas

Los diputados de Artigas fueron rechazados en la Asamblea porque sus instrucciones coincidían en parte con el plan originario de la logia, es decir con la fracción sanmartiniana; hubo otros motivos de divergencia, pero la verdad es que su incorporación habría significado que sumarían sus votos a los que mantenían la línea logista. La rivalidad y la ambición de Alvear por superar a San Martín y anularlo en su reconocida superioridad, han causado grandes males. Hizo pesar su influencia para que el futuro libertador de Chile y Perú no fuese utilizado como correspondía a sus condiciones y a su experiencia militar.  San Martín renunció dos veces a mandos en los que no tropezaba sino con inconvenientes. Pero era presidente de la logia y su sola presencia en Buenos Aires era un obstáculo para los planes alvearistas y para sus sueños dictatoriales. 

Vilcapugio y Ayohuma

Los desastres de Vilcapugio y Ayohuma llegaron oportunamente para alejar a San Martín designándolo jefe del ejército auxiliar del Alto Perú; Alvear quedó entonces dueño de la logia y con influencia decisiva en Buenos Aires, influencia reforzada pronto con la elevación al poder de su tío Gervasio A. Posadas como director supremo.

San Martín instaló una filial de la logia en Tucumán, fiel a sus propósitos, lo mismo que hizo después en Mendoza; reorganizó el ejército maltrecho; trazó planes para una guerra de recursos que dejó a cargo de Martín Giiemes y de sus gauchos y, comprendiendo las dificultades de una operación victoriosa desde el Alto Perú hasta Lima, se alejó de aquel escenario y aceptó la designación que había solicitado de gobernador intendente de Cuyo.

El alvearismo, ante el cariz que iban tomando los acontecimientos en Europa con la derrota de Napoleón, frenó la acción de la Asamblea y cuidó de que sus iniciativas se mantuviesen dentro de ciertos límites; quiso buscar bases de transacción; postergó la declaración formal de la independencia, relegó el examen de los proyectos de Constitución, con lo cual la lucha de las facciones se volvió más aguda. En la Asamblea, Alvear contaba con José Valentín Gómez, Gervasio A. Posadas, Juan Larrea, Hipólito Vieytes, José Bernardo Monteagudo, Vicente López; San Martín influía en Eduardo Anchoris, Agustín José Donado, Manuel Luzuriaga y Francisco Ugarteche; los demás diputados estaban a disposición de José Matías Zapiola o eran independientes.

Triunfó el alvearismo, aunque sólo de una manera efímera y no en toda la línea; en su actitud, San Martín podía respaldarse en Artigas, en Rondeau, en uno de los Escalada, que era alcalde de primer voto del Cabildo, corporación humillada luego por Alvear desde su cargo de director supremo; pero que acabó por obligarle a refugiarse en el campamento de los Olivos y contribuyó, tanto como la sublevación de Fontezuelas, a poner fin a sus sueños ambiciosos de dictadura personal.