Resistencia y represión

No podía imaginarse que un movimiento político y popular de la magnitud del radicalismo se resignaría sin lucha a su extinción. En diciembre de 1932 se descubrió un proyecto de subversión capitaneado por Atilio Cattáneo; la policía descubrió una gran cantidad de granadas explosivas en diversos locales y secuestró proclamas y documentos que daban el cuadro del levantamiento en perspectiva. Fueron apresados y procesados muchos radicales y también algunos militares. 

Estado de Sitio

El Poder ejecutivo pidió al Congreso la declaración del estado de sitio y Leopoldo Melo, ministro del interior explicó al Senado pormenores del plan descubierto y frustrado; se recogieron más de 3.000 bombas, y una de ellas fue mostrada a los senadores; entre los planes de los conspiradores figuraban ataques armados, secuestro del presidente, los ministros, magistrados y funcionarios. El Congreso aprobó la declaración del estado de sitio y las garantías constitucionales fueron suspendidas por mucho tiempo.

Varias decenas de personalidades políticas fueron confinadas en Ushuaia y otras buscaron refugio en el Uruguay. El propio Cattáneo resumió el programa, la organización y la articulación del movimiento cívico-militar contra el gobierno de Justo y contra las consecuencias del 6 de septiembre, en un libro, Plan 1932. Las conspiraciones radicales contra el general Justo. 

El levantamiento de 1932

Un accidente casual, la explosión de un artefacto de los fabricados para la acción inminente, llevó al descubrimiento del arsenal preparado y a una represión a fondo. En el curso de los preparativos, fue asesinado, el 28 de junio de 1932, en Curuzú Cuatiá, el coronel Regino P. Lascano, que llevaba instrucciones de Cattáneo para las guarniciones de Corrientes. La explosión que llevó al descubrimiento del complot fue narrada por Raúl G. Luzuriaga, que resultó gravemente herido, en el libro Centinela de libertad (1940).

Luego, a raíz de una reunión de las autoridades nacionales del partido radical en la provincia de Santa Fe, hubo tumultos y tiroteos y el gobierno denunció otro complot y procedió a realizar detenciones en gran escala, enjuiciamientos y deportaciones.

En diciembre de 1933 hubo conatos subversivos de los radicales en la provincia de Santa Fe, en lugares de Buenos Aires y de Corrientes; en Paso de los Libres (1933), en un encuentro con las tropas gubernistas, hubo 14 radicales muertos; el levantamiento, encabezado por el teniente coronel Roberto Bosch, fue aplastado. La patriada de Paso de los Libres tuvo un cantor en Arturo Jauretche.

Radicales prisioneros

De los convencionales radicales apresados en Santa Fe, llegaron a la isla Martín García, el 1° de enero de 1934, en el vapor "Artigas", Marcelo T. de Alvear, Manuel Goldstraj, Raúl Rodríguez de la Torre, Antonio Habichayn, Carlos E. Cisneros, Ernesto F. Bavio, Carlos Reissig, Miguel O. de Zárate, Roberto Tognoni, Juan Bautista Ramos, Pedro Duhalde, Roberto Parry, A. Gatti, Ernesto E. Boatti, Mario Guido y otros muchos.

El 13 de enero partieron para Ushuaia en el transporte "Chaco", Adolfo Güemes, Honorio Pueyrredón, José Luis Cantilo, Juan A. O'Farrell, Ricardo Rojas, Enrique Mosca, Andrés Ferreyra, Federico Alvarez de Toledo, Víctor J. Guillot, Francisco Turano, José Peco, Mario del Valle, Martín Irigoyen, Mario Guido, G. Martínez Guerrero, Joaquín Olguín, Ricardo Bordenave, Francisco Albarracín, etc. Pero no fue ésa la única de las remesas de presos políticos a Ushuaia y a los territorios del sur.

La isla Martín García fue como un campo de concentración de prisioneros políticos y buena cantidad de los dirigentes radicales tuvieron allí asilo forzado por entonces.



atilio Cattaneo

Atilio Cattáneo tras la revolución del teniente coronel Gregorio Pomar en 1931, en diciembre del año siguiente, Cattáneo y el mayor Regino Lascano organizaron un segundo intento revolucionario para recuperar la democracia, viciada por el fraude electoral y la proscripción del radicalismo, la conspiración fue descubierta dos días antes de su estallido, y tanto Cattáneo como Yrigoyen, Marcelo T. de Alvear, Ricardo Rojas y Honorio Pueyrredón fueron arrestados.​ Los dirigentes políticos recuperaron su libertad al poco tiempo, pero Cattáneo fue condenado a una larga pena de prisión. Publicó El moderno Ejército Argentino (1935) y Entre rejas; memorias (1939), que fue dada a la imprenta poco después de su liberación.​ En 1937 formó parte de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, que buscaba la legalidad constitucional.

Alvear fue adverso a los alzamientos armados de los radicales. Hallándose el jefe radical en Martín García, en enero de 1933 escribió al presidente Justo: "Tampoco puede ningún miembro del radicalismo invocar la autorización de las autoridades partidarias para tomar parte en los sucesos producidos. La Convención nacional se reunió para fijar las orientaciones del partido. Si de ellas habría de resultar la preparación de un movimiento revolucionario, puede usted estar seguro de que él no sería un irreflexivo motín aislado, sino un gran movimiento nacional, digno de la U.C.R. y de los hombres que hoy la dirigen, los que, en tal caso, sabríamos asumir todas las responsabilidades. Ya el Comité nacional, hace pocos meses, en un manifiesto sobre la contrarreforma electoral que proyectara el gobierno, había anunciado la posibilidad de explosiones aisladas de la desesperación popular, producidas por la crisis económica y el despojo de las libertades democráticas. Si algún servicio he prestado a mi país, es el de haber querido disciplinar y orientar al radicalismo en bien de nuestra patria. Su gobierno se empeña en obstaculizar esa labor generosa, sin comprender lo que significa el control de una gran fuerza popular en estas horas difíciles".

La prisión de Villa Devoto, la Penitenciaría nacional, el Departamento de policía de la capital federal, las prisiones de provincias, se llenaron de presos políticos de toda categoría y conocieron entonces personalmente el calvario que hasta allí había sido como un privilegio de los trabajadores rebeldes.

Se procedió contra los sindicatos obreros que no se habían incorporado a la Confederación general del trabajo, creada a raíz del movimiento de septiembre, y se procesó por asociación ilícita a los sindicatos Unión chauffeurs de la capital, de obreros panaderos y de lavadores de autos, clausurando sus locales y suprimiendo su prensa. Enrique U. Corona Martínez defendió a los encausados

En el parlamento fueron denunciadas torturas aplicadas a los detenidos en la Sección Especial de represión contra el comunismo, en la cárcel de Villa Devoto; torturas, no simplemente malos tratos, como quemar los dedos o apretarlos con prensas, aplicación de cigarrillos encendidos en las narices, golpes con un grueso volumen de El CaNtal de Marx, ingestión de panfletos editados por entidades comunistas y otras. El diputado socialista Luis Ramiconi habló en la Cámara de esos procedimientos y el ministro del interior, Leopoldo Melo, negó los hechos y sostuvo que eran simulaciones de los torturados, invenciones de los abogados defensores, Enrique Corona Martínez, Nydia Lamarque, José Peco, Rodolfo Aráoz Alfaro, etc. En Córdoba fue asesinado en 1933 el diputado socialista José Guevara, y todo quedó silenciado al poco tiempo. En la nada quedó igualmente el asesinato del senador Enzo Bordabehere en julio de 1935, a pesar de todos los indicios de culpabilidad y responsabilidad en el crimen. Este asunto provocó un pedido de procesamiento contra el juez federal Miguel I. Jantus, firmado por diputados radicales y demócratas progresistas, por el delito de prevaricato.

No fue Justo una figura popular, no era el caudillo que podía arrastrar multitudes tras su prédica o su bandera; pero formó un gobierno fuerte y redujo al mínimo las manifestaciones de protesta políticas y de las masas populares. Encauzó una restauración del régimen anterior a la ley Sáenz Peña y estaba fatalmente condenado a sostenerse sin el apoyo del pueblo

El partido comunista, fracción desprendida del viejo socialismo en enero de 1918 como partido socialista internacional, tuvo en la década del 20, y sobre todo en la del 30, una activa militancia en la vida gremial, en la que supo dirigir y orientar varios movimientos de huelga importantes, en los frigoríficos, en la construcción, en los petroleros y una huelga general en enero de 1936. Por esa actividad y por su intento para agrupar las fuerzas políticas democráticas, fue objeto de una persecución tenaz, como habían sido antes perseguidos con todos los excesos los anarquistas y sindicalistas libertarios. Fueron tachados de comunistas todos los que se oponían a la política del gobierno.

 Fue exhumado un proyecto de Matías G. Sánchez Sorondo para la represión del comunismo, proyecto que desmenuzaron en el Senado Eduardo Laurencena, Mario Bravo, Lisandro de la Torre. Este último postergó su renuncia para participar en el debate sobre ese proyecto y dijo en esa oportunidad palabras que definen su posición de demócrata liberal y de último gran fiscal de la República: "...La extemporaneidad de este proyecto comparado con la situación argentina, que resulta de su economía, de su escasa población, de la todavía. escasa importancia de su industria, es tan evidente, que debería bastar por sí sola como su mejor crítica. Aquí, donde la tierra es abundante y los brazos escasos, donde no existen las condiciones de otros países en que la nobleza feudal malogra en cotos de caza y en dehesas de toros de lidia la tierra necesaria para el cultivo, aquí la nacionalización de las tierras y de las fábricas no tiene actualidad. Se podría decir del proyecto que ha oído campanas y no sabe dónde. ¿Puede algún señor senador admitir que exista un peligro en este país porque un utopista cualquiera propicie la nacionalización inmediata de las tierras? ¿Puede algún señor senador encontrar que tenga objeto dictar una ley para castigar a esa persona con prisión que pueda llegar hasta cinco años? Disposiciones inoportunas de esta clase hacen perder a un proyecto hasta su aspecto de seriedad y las leyes deben ser oportunas y serias. Si este proyecto no tuviera una segunda intención política y si no hubiera de esgrimirse contra los opositores al gobierno no comunista, yo diría que es innocuo, porque no tendría ninguna aplicación... Es, pues, por.un espíritu de imitación estrecho que se echa mano de una legislación odiosa, contraria al espíritu liberal de la Constitución... Yo no defiendo los intereses ni los derechos de ninguna fracción del pueblo argentino, sea de derecha o de izquierda; defiendo los derechos de todos los argentinos a no ser oprimidos, ni en sus ideas, ni en sus personas". ..

El 19 de julio de 1936 se inició la guerra civil española, que tuvo un eco tan intenso en la opinión pública y un frío comportamiento en las esferas gubernamentales.

Corresponden a los años de la presidencia de Justo dos hechos, ya mencionados, que, aunque no tienen ninguna vinculación entre sí, son testimonios de una época y de fuerzas subterráneas que no vacilaban en procedimientos reprobados para alcanzar sus fines. Uno de ellos es el asesinato en septiembre de 1933 del diputado provincial socialista de Córdoba, José Guevara, especialista en política agraria..Mientras éste hablaba en un mitin autorizado en una plaza pública de la ciudad, alguien le disparó un tiro por la espalda, que penetró por la nuca y salió por la frente. En el Congreso explicó Repetto que "el asesinato fue fríamente calculado y ejecutado en presencia de numerosos agentes de policía y de un grupo de jóvenes afiliados a una banda cuyos integrantes circulaban por los barrios más céntricos de Córdoba vistiendo larga camisa negra y profiriendo amenazas de tipo fascista". Aunque el ministro del interior concurrió a la Cámara y condenó el crimen, la investigación para el esclarecimiento quedó en la nada. Pero la existencia de fuerzas organizadas al margen de la ley, uniformadas, fue señalada con hechos desde la tribuna parlamentaria.

El otro hecho, único en la historia argentina, fue el asesinato del senador Enzo Bordabehere, en el Senado, en julio de 1935, del que se hablará más adelante, causado por otras motivaciones que el de Guevara.

Nicolás Repetto clamaba desde su banca: "Somos una fuerza de ley, queremos actuar dentro de la Constitución y de la legalidad; nuestro método es el método de la persuasión por el estudio, la demostración y el ejemplo. Queremos ser lo que hemos sido hasta ahora, una fuerza de civilización política y de progreso social. Queremos ser todo eso, pero no podemos desarrollar normalmente nuestra labor frente a la oposición de fuerzas que se organizan militarmente, que disponen de armas y que ejercen impunemente toda clase de arbitrariedades, abusos y violencia".