Hacia una rectificación electoral

Desde su retiro forzoso, Ortiz no quiso que se le hiciese solidario con las elecciones fraudulentas de Santa Fe y Mendoza.

El presidente Ortíz ya había testimoniado en diversas ocasiones su oposición al procedimiento electoral que fue habitual tantos años de fraude por lo que  los radicales y los socialistas no tardaron en respaldar sus propósitos y en considerar su presencia en el gobierno como una garantía de limpieza en los futuros comicios nacionales. 

Se dirigió al pueblo argentino en un manifiesto que analizaba la situación bajo todos sus aspectos y posibilidades. Dijo que uno de los propósitos del plan a desarrollar que se había propuesto, consistía en hacer respetar la Constitución y en restaurar en todo el ámbito del país las garantías y derechos que las leyes acuerdan al ciudadano. 

El advenimiento de su gobierno había suscitado en la conciencia popular la convicción de que se iniciaba una nueva era en la vida política argentina, una era de normalidad constitucional, de perfeccionamiento democrático, de noble lucha cívica por el progreso, la prosperidad y la grandeza de la patria común. Había tenido el propósito de terminar con la división de los argentinos en vencedores y vencidos, en perseguidores y perseguidos.

"Una acción prudente y de prescindencia total de banderías ideológicas y favoritismo de partidos, un trato ecuánime para todos los núcleos, tendencias y ciudadanos, estaban destinados a producir, gradualmente, la pacificación de los espíritus, a extirpar las actividades violentas y como consecuencia a reavivar la anhelada unidad nacional en los más altos ideales argentinos. Tales eran las directivas que guiaban mi labor de gobernante y de demócrata. La historia juzgará de la verdad de mis palabras. En lo más arduo de esta lucha por el resurgimiento y la normalización del país, la adversidad ha detenido el desarrollo de mi tarea, inspirada en los más elevados intereses de la Nación. Los hechos de gobierno y las orientaciones políticas que pueden haberla malogrado, no me pertenecen. De ahí que decline toda responsabilidad ante el pueblo". 

No se ocultaba, pues, la divergencia entre sus aspiraciones y los métodos del vicepresidente en ejercicio de la presidencia de la Nación.

"Desde el forzado retiro he percibido con inquietud cómo el panorama político de la República se ensombrecía y convulsionaba de nuevo. Y es que se pretende retrogradar a un pretérito muerto la vida institucional y las prácticas cívicas del país", decía. "Las realidades vivas, los enormes problemas económicos y sociales de un pueblo no pueden ahogarse ni con la fuerza ni con soluciones artificiales, ajenas al sentimiento colectivo, al sentir de sus ideales políticos. La realidad más viva del pueblo argentino no es su democracia histórica y racial. Sus grandes problemas sociales y económicos dependen del ejercicio de sus derechos y libertades y de su participación equitativa en las inmensas riquezas del país, ya que él las trabaja y produce. Todo esto se logra respetando las normas constitucionales que nos rigen y creando las leyes que perfeccionen nuestro sistema democrático de gobierno. Pero pareciera que estas directivas son ignoradas por quienes viven, política y socialmente, de espaldas al pueblo y sin contacto alguno con sus necesidades, dolores y esperanzas. Pareciera que para algunos políticos, todos los problemas nacionales se reducen a usufructuar siempre las posiciones que el pueblo no les otorga o les niega".


Denunció el marcado paso atrás en la normalidad del país, hace una ardorosa invocación a la concordia y a la fe republicana; pidió que se depusiesen las armas políticas cuando atentan contra la tranquilidad pública y la armonía social.

Mostró en ese manifiesto al pueblo argentino sus sentimientos, sus aspiraciones, en abierta pugna con la política del vicepresidente en ejercicio de la presidencia.

Algunos autores ponen en duda la autenticidad del testimonio de retorno a las prácticas democráticas del presidente Ortiz, porque no halla manifestaciones concretas en el terreno económico y en el social. Tampoco atraía la posición de Alvear, que, según Alberto Ciria, "sólo quería comicios más o menos libres que le permitiesen volver al poder, pero sus propias ideas económicas no iban más allá del retorno utópico al 'crecimiento hacia afuera' que el país experimentó entre 1880 y 1914".