Red ferroviaria

La gestación de la futura red ferroviaria argentina comenzó en 1855, al firmarse 6 diferentes contratos entre empresas inglesas y el Estado, con el fin de instalar ferrocarriles en territorio argentino. En 1857 se inauguró la primera línea férrea, que en un principio pertenecía a un grupo de particulares que conformaban la Sociedad Camino de Hierro del Ferrocarril Oeste.
El desarrollo de la red fue fomentado en un primer momento por capitales argentinos, sumándose al poco tiempo británicos y franceses en forma preponderante. Relacionada su expansión en gran medida con el modelo económico agroexportador basado en la producción agrícola y ganadera de la región pampeana, es allí donde se concentra la mayor cantidad de tendido férreo. Sigue un esquema radial donde las líneas principales confluyen en la Ciudad de Buenos Aires.
El Estado tuvo también una importante participación en la expansión de la red ferroviaria mediante los llamados ferrocarriles de fomento, líneas que iban donde no resultaba rentable para las inversiones privadas. Buena parte de lo que posteriormente sería el Ferrocarril General Belgrano, el más extenso de la red, se construyó de este modo a cargo de la empresa Ferrocarriles del Estado.

El modesto comienzo de 1857, el trayecto de la antigua plaza del Parque hasta San José de Flores, de una longitud de 24.000 varas, a pesar de las contingencias hostiles, la separación de Buenos Aires de la Confederación, las guerras civiles, la guerra del Paraguay, la lucha contra los indios, se había convertido en 1910 en una red ferroviaria de 27.138 kilómetros de explotación, de los cuales 26.684 kilómetros de líneas de interés general y 454 de líneas secundarias y de interés privado. De las primeras, 22.998 pertenecían a empresas particulares y 3.686 al Estado.

Según la trocha, 8.318 kilómetros eran la trocha de un metro; 2.265 de trocha de 1,435 y 16.101 de trocha de 1,676.

Desde el punto de vista del capital, el 30 de junio de 1909, 799.600.000 pesos oro pertenecían a compañías privadas y 99.300.000 al Estado.

En el año del centenario de la revolución, había en construcción 9.258 kilómetros, de los cuales 4.429 pertenecían al Estado, 4.820 a empresas particulares y en cuanto a las trochas respectivas 3.869 eran de trocha angosta, 762 de trocha media y 4.267 de trocha ancha.

Ningún otro país de América latina contaba con una red semejante, que abarcaba extensiones enormes, hasta La Quiaca, en la frontera de Bolivia; hasta Neuquén, en la Patagonia; hasta Mendoza, San Rafael; Posadas, Formosa.

El ferrocarril no siempre cruzó zonas inmediatamente rentables por causa de la escasa población y la producción todavía incipiente. Fue un instrumento de progreso con vistas a un futuro mejor. Se calculaba en 1910 una población de 270 habitantes aproximadamente por kilómetro de vía ferroviaria, mientras que en la misma época Francia contaba con 850, Alemania con 1.000 y Gran Bretaña con 1.100, etc.

El tráfico era mínimo en largos trayectos, y en parte totalmente nulo; se ponían en función ramales que debían esperar años para que la zona correspondiente tuviese necesidad de ese medio de transporte. Por término medio en 1908, se transportaban 1.400 toneladas por kilómetro de vía explotada, mientras en los Estados Unidos en 1907 se transportaban 5.000. De ahí la intervención del Estado en las construcciones ferroviarias en zonas de escaso mo-vimiento en las que las inversiones debían ajustarse a objetivos de fomento, como las que ligaban las provincias norteñas, Jujuy y Salta, o como las del centro-este, Catamarca, La Rioja, etc.

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