Las elecciones y el triunfo

Las elecciones populares tuvieron lugar el 12 de abril de 1910; los candidatos presidenciales: Antonio Bermejo, Emilio Mitre, Marcelino Ugarte, Guillermo Udaondo, Manuel M. de Iriondo y otros se desvanecieron pronto. 

Los colegios electorales se reunieron el 12 de junio, y el 15 del mismo mes el Congreso reunido en asamblea verificó el escrutinio definitivo. Roque Sáenz Peña fue consagrado presidente por 264 votos de los 265 electores votantes; la candidatura de Udaondo fue retirada antes de los comicios, y Adolfo Conte, correntino, obtuvo un voto. El segundo miembro de la fórmula fue el doctor Victorino de la Plaza, que tampoco tuvo opositores en el colegio electoral, pues recibió 259 votos. Su elección fue obra de Sáenz Peña; se habían hecho circular previamente como candidatos los nombres de Marco Avellaneda, Manuel M. de Iriondo, Benito Villanueva y Pedro Olaechea y Alcorta.

Los rumores acerca de la inminencia de un movimiento revolucionario acaudillado por Hipólito Yrigoyen resultaron frutos de la fantasía de algunos altos funcionarios militares y políticos.

Asunción del mando

El 12 de octubre de 1910 prestó el juramento habitual ante la asamblea legislativa y aprovechó la oportunidad para concretar sus puntos de vista sobre el sufragio libre.

"Si no he de anticipar en esta hora soluciones de detalle, debo expresar en lineamientos generales mis anhelos y propósitos sobre el grave problema que nos preocupa. La opinión tiene el derecho a exigir y reconozco el deber de satisfacerla. Yo aspiro, señores senadores y señores diputados, a que las minorías estén representadas ampliamente y garantizadas en la integridad de sus derechos. Es indudable que las mayorías deben gobernar; pero no es menos exacto que las minorías deben ser escuchadas, colaborando con su pensamiento y con su acción en la evolución ascendente del país. Yo me obligo ante vosotros, ante mis conciudadanos y ante los partidos, a provocar el ejercicio del voto por los medios que me acuerda la Constitución, porque como tengo dicho, no basta garantizar el sufragio, necesitamos crear y mover el sufragante. Percibo en los partidos la voluntad de ejercer sus derechos, presiento los movimientos reparadores de la inercia, y anticipándome a este suceso feliz para nuestra existencia republicana, opino que debemos levantar un nuevo padrón electoral para llamar a la acción a todos los ciudadanos, procurando que todos los partidos fiscalicen la legalidad de la inscripción. Voy a ejercer el gobierno del país para el país. El deber me preceptúa colocarme en un punto elevado de observación, contemplando serena y lealmente el choque saludable de los partidos con sus ideales y sus esperanzas, sus decepciones y sus triunfos, sus pasiones y su bandera de lucha, desplegada a los vientos de la legalidad. Lejos de la acción política durante un lustro y traído a esta posición por ciudadanos de todo color partidista, no me animan prevenciones colectivas ni inquinas individuales. He auscultado lealmente mi corazón y no ha sabido responderme con el recuerdo de ningún agravio, con la voz de ninguna enemistad, lo que me permite ser presidente de todos los argentinos, sin disidencias pasadas que omito y olvido, para recordar tan sólo la evolución que nos demanda la grandeza argentina. No estimo ni he de buscar prestigios individuales que no pueden emerger de los intereses colectivos y de los vastos lineamientos que consulten la felicidad de la Nación. Si he de enaltecer mi nombre será porque la República haya engrandecido el suyo en el sereno ambiente republicano y en el concepto nacional desinteresado y probo".

Pasó luego a la casa de gobierno, donde lo esperaba Figueroa Alcorta, para hacerle entrega de las insignias del mando. Dijo en esa ocasión el presidente saliente:

"Al informarse al país del vasto plan de actuación que ofrecisteis traer al gobierno, os prodigó su aplauso, tanto por lo que vale como propósito, cuanto por los antecedentes de vuestra vida pública; y hoy que el magistrado ratifica el programa del candidato, la opinión, como factor esencial de gobierno democrático, os aporta el concurso inapreciable de sus adhesiones, de su pensamiento y de su acción".

El nuevo mandatario hizo elogios de su antecesor y dejó entrever que su gobierno introduciría algún cambio fundamental:

"Si la república realiza el alto empeño con que vengo al gobierno, habré siempre de mirar en el vuestro el punto de partida, arranque y génesis de las mejoras institucionales que me toque realizar".