La represión rosista

Rosas había concentrado y equipado fuerzas importantes para batir a Lavalle , pero procedido hasta allí con prudencia, cuando Lagos le comunico el 4 de septiembre que los departamentos del norte , con excepción de San Pedro habían sido recuperados por los federales , inicio una  ofensiva de guerra y terror contras sus enemigos comenzando una ola de crímenes hasta 1842.


El terror entre 1840 y 1842

En abril de 1842 se desencadenó una de las oleadas más sangrientas de terror; tuvieron cabida los odios y las venganzas personales, y se fue más allá de todo lo admisible. 

Pascuala Beláustegui, esposa de Felipe Arana, escribió el 16 de abril a Tomás Guido: «Las reuniones federales que usted ha visto aquí son tortas y pan pintado para las que hay ahora; el exterminio de los salvajes es lo único que ya se oye como único remedio a la terminación de la guerra, pues ya han desesperado de que la moderación pueda jamás convencerlos»

El propio Rosas tuvo que frenar los excesos; el 19 de abril, su edecán Manuel Corvalán transmitió una circular dirigida a personajes de primera fila de las huestes federales: el coronel Joaquín M. Ramiro, el general Mariano B. Rolón, el coronel Ciriaco Cuitiño, el sargento mayor José Nabona, el jefe de policía Benjamín Victorica y el comandante Pedro Gimeno. Se les comunicaba que el gobernador había visto con profundo desagrado los escandalosos asesinatos que se habían cometido. 

La Mazorca

A partir de 1839 la Mazorca aumentó sus actividades que se volvieron más violentas. Impuso su misión a través del terror, la versión más extrema y radical del rosismo, quien decidió aumentar el control político y social aprovechando la guerra civil que vivía todo el país. En mayo de 1840, un grupo de personajes identificados con la conjuración de Maza, entre ellos Francisco Lynch, José María de Riglos, Isidoro de Oliden y Carlos Mason, pretendió huir secretamente hacia Montevideo. Fueron interceptados por la Mazorca y asesinados; ese suceso es retratado al comienzo de la novela Amalia, de José Mármol.

Los degüellos de prisioneros y de sospechosos de ser unitarios en 1840-1842 fueron registrados, en parte, en la instrucción del proceso criminal contra Rosas después de la batalla de Monte Caseros.

Ciriaco Cuitiño, en la indagatoria del proceso, declaró «que la orden de degollar al coronel Francisco Lynch, a Isidro Oliden, a Messon, etcétera, la recibió Parra del mismo gobernador Rosas, verbalmente. Que, luego de ejecutada, pasaron él y Parra a la casa de gobierno, y quedándose el declarante en el patio, entró Parra adentro a dar cuenta al gobernador Rosas del cumplimiento de la orden. Que Parra repartió quinientos pesos a cada vigilante (degolladores) ya el le entregó mil pesos que le mandaba Rosas. Que en su cuartel se han fusilado hombres que mandaba el gobierno; que degollados fueron don Juan Pedro Varangot y José M. Dupuy, compadre de sacramentos del declarante, y un indio que se mató a bolazos puesto en el cepo...».