Rebelión de Tupac Amarú

Años antes de la rebelión se le ve moverse sin descanso en favor de los indios, contra la mita en las minas potosinas y contra los abusos de los corregidores y de los mineros. El gobernador de Potosí, Ventura Santelices y Venero, había querido también reformar el estado escandaloso de los negocios públicos y defender a los indios contra la muerte o la ruina en la mita;

José Gabriel Túpac Amaru.

El cacique de los pueblos de Surimana, Pampamarca y Tungusuca, de la provincia de Tinta, Alto Perú, fue reconocido como descendiente de los incas y esa condición le dio prestigio y autoridad ante todos los caciques y ante la población aborigen. Nació el 24 de marzo de 1740, descendiente de nació una hija de Túpac Amaru, inca a quien hizo ajusticiar el virrey Francisco de Toledo en 1572; su padre fue el cacique Miguel Condorcanqui. Recibió la mejor educación posible en su tiempo; asistió al colegio de Cuzco para caciques, dirigido por los jesuitas antes de su expulsión; leía latín con facilidad y hablaba español correctamente, aparte de su dominio del quechua. Era de una inteligencia despierta y su instrucción era buena; en su de m espíritu influyó seguramente la lectura de los Comentarios Reales del inca Garcilaso.  

Años antes de la rebelión se le ve moverse sin descanso en favor de los indios, contra la mita en las minas potosinas y contra los abusos de los corregidores y de los mineros. El gobernador de Potosí, Ventura Santelices y Venero, había querido también reformar el estado escandaloso de los negocios públicos y defender a los indios contra la muerte o la ruina en la mita; en 1762 fue designado miembro del Consejo de Indias, donde expuso los fue padecimientos de los aborígenes del nuevo mundo. Antes aún había embarcado para España, en 1749, Calisto Túpac inca, con el propósito de poner en manos del rey un memorial de quejas sobre los malos tratos dados a los indios.

En 1774 ó 1775 un pariente de José Gabriel, Blas Túpac Amaru, que había colaborado con Santelices, embarcó para España a fin de obrar en defensa de su raza, pero parece ser que murió en la travesía. En esa línea se hallaba José Gabriel Túpac Amaru en esa línea continuó su esfuerzo. Intentó primeramente llamar la atención de personajes influyentes, los obispos de Cuzco y La Paz; acudió a Lima para defender a los mitayos; trabajó varios años con celo y con precauciones hasta llegar finalmente al alzamiento de 1780, que abarcó el corregimiento de Arica, todo el altiplano y partes considerables del noroeste argentino; la preparación de la insurrección en el aspecto militar comenzó en 1778, cuando regresó decepcionado de Lima.

Tupac Amaru

José Gabriel Condorcanqui Noguera, conocido posteriormente como Túpac Amaru II o simplemente Túpac Amaru, fue un caudillo indígena líder de la mayor rebelión anticolonial que se dio en Hispanoamérica durante el siglo XVIII. 

Comienza la rebelión.

El 4 de noviembre se inicia la rebelión franca del Alto Perú; era una situación relativamente favorable, pues España se encontraba en guerra con Gran Bretaña y los criollos se agitaban también en busca de su emancipación, deseosos de sacudir la dominación española. 

Los sucesos de Chayanta precipitaron los acontecimientos, pues hay que suponer que Túpac Amaru ha debido abrigar esperanza de una ayuda inglesa, que buscaron todos los revolucionarios americanos del XVIII.

El 4 de noviembre, el inca comió en casa del cura Yanacoa, junto con el corregidor Antonio de Arriaga; con el pretexto de acudir a un llamado se retiró de la casa antes de terminar la comida; luego esperó con un grupo de partidarios el regreso de Arriaga, se le echó un lazo al cuello y se le apeó de la mula que montaba; fue herido un criado que iba con él y quedaron presos dos esclavos negros que le seguían.

Con el mayor sigilo fue llevado Arriaga a Tungusuca y encarcelado en la casa de Túpac Amaru. Una vez en sus manos le hizo escribir a su cajero ordenándole que le remitiera todos los fondos disponibles y todas las armas con que contaba; así obtuvo el jefe rebelde, 22.000 pesos, algunas barras de oro, 75 mosquetes, mulas, etc. También fue obligado a escribir el 8 de noviembre a todos los pueblos de la provincia para que sus habitantes se presentasen en Tungusuca en el término de 24 horas. Cumpliendo esa orden llegaron al pueblo millares de criollos, mestizos e indios y Túpac Amaru los puso en pie de guerra. Reunidas las multitudes convocadas en la plaza de Tungusuca, el 10 de noviembre, se llevó a cabo la ejecución del corregidor. En esa ocasión anunció Túpac Amaru sus propósitos y el exterminio de los corregidores, culpables de la miseria de los indios y de la explotación de los criollos.

Micaela Bastidas

Micaela Bastidas se convirtió para Túpac Amaru en una pieza clave estratégica. Fue su consejera y ocupó una posición de dirección en la planificación de la insurgencia. Llegó a dirigir varias acciones e intervino en la captura del corregidor de Tinta, general Antonio de Arriaga, odiado por sus abusos y maltratos, ejecutado en la plaza de Tungasuca el 10 de noviembre de 1780. Una semana después, el 18 de noviembre, Micaela Bastidas cumplió un papel decisivo en la batalla de Sangarará, opinando que las acciones debían proseguir rápidamente para evitar que los españoles se restablecieran, y así lanzó la ofensiva sobre la ciudad del Cusco.

Al día siguiente partió para Quisquijana, pero su corregidor había sabido la suerte corrida por Arriaga y huyó y no se le pudo aplicar la misma pena. En el regreso a Tungusuca destruyó los obrajes de Pomacanchi y Perspicchu.

El movimiento insurreccional no tendía exclusivamente a la liberación y emancipación del indio, sino que perseguía igualmente el apoyo y la liberación de los criollos, es decir, de los españoles americanos. En el edicto del 13 de diciembre a la provincia de Chichas decía:

"Hago saber a los paisanos criollos, moradores de Chichas y sus inmediaciones, que viendo el yugo fuerte que nos oprime con tanto pecho, y la tiranía de los que corren con este cargo, sin tener consideración de nuestras desdichas, y exasperado de ellas, y de su impiedad, he determinado sacudir el yugo insoportable, y contener el mal gobierno que experimentamos de los jefes/que componen éstos cuerpos; por cuyo motivo murió" en público cadalso el corregidor de esta provincia de Tinta, a cuya defensa vinieron a ella de la ciudad de Cuzco una porción de chapetones, arrastrando a mis amados criollos, quienes pagaron con sus vidas su audacia y atrevimiento. Sólo siento de los paisanos criollos, a quienes ha sido mi ánimo no se les siga ningún perjuicio, sino que vivamos como hermanos, y congregados en un cuerpo, destruyendo a los europeos"...

Rebelion de Tupac Amaru

El ejército tupamarista poseyó una composición social mixta, alentando de manera especial la participación de sectores criollos y mestizos en la rebelión. Los cargos más elevados fueron ocupados por caciques, mestizos y algunos criollos. Los indígenas de las comunidades no fueron puestos al mando de tropas salvo excepcionalmente, desempeñando generalmente el rol de simples soldados rasos y tropa. Ello se habría debido a la habilidad política y a la amplitud de miras de Túpac Amaru, quien determinó que para el logro de sus objetivos necesitaba especialmente el apoyo de los criollos, al ser quienes poseían manejo de las armas de fuego, cultura e importantes conexiones.

En su bando remitido al Cuzco el 16 de noviembre, habla aún más explícitamente y expresa la promesa de otorgar la libertad a todos los esclavos. Muchos criollos se sumaron a la empresa revolucionaria, aunque la masa de los españoles americanos siguió fiel a la causa realista. La lucha era contra los chapetones dominadores y tiranos. El programa de la sublevación, el hecho de carácter político y social más importante de América hasta entonces, consistía en la supresión de los repartimientos, de los corregidores, de las mitas, alcabalas y aduanas, obrajes. La ruptura de los lazos que unían América con España se expresa claramente en numerosos documentos firmados por el caudillo.Las noticias de los sucesos del valle de Vilcamayo llegaron al Cuzco el 12 de noviembre.

El corregidor Fernando Inclán Valdez convocó una junta de guerra y preparó la defensa de la ciudad, dando aviso de lo ocurrido al virrey en Lima; los eclesiásticos se movieron también contra los rebeldes y el obispo Moscoso se convirtió en activo organizador de la resistencia contra el alzamiento.

Una fuerza de unos 600 hombres, al mando de Tiburcio Landa, despachada desde Cuzco, llegó el 17 de noviembre a Sangarara, a cinco leguas de Tinta, y pasó allí la noche; a la madrugada se dio la voz de alarma y Landa advirtió que estaba rodeado de indios hostiles; no encontró mejor recurso que refugiarse en la iglesia, con el cura, su ayudante y 50 mujeres, casi todas indias. Túpac Amaru intimó la rendición y no fue escuchado; pidió por último que saliesen de la iglesia los criollos y las mujeres, pero los españoles impidieron todo movimiento. Se trabó la lucha y de los 604 refugiados en la iglesia, sólo quedaron 28 heridos, casi todos criollos; los demás murieron y la iglesia se desplomó.

No fueron las huestes de Túpac Amaru las que profanaron la iglesia de Sangarara y la convirtieron en una ciudadela para su defensa, sino los chapetones enviados por el Cuzco; sin embargo, el obispo Moscoso excomulgó al inca y a sus partidarios por ese motivo. El jefe rebelde respondió a la excomunión del obispo haciendo votos de fe católica, de respeto al culto, de lealtad al rey y poniendo de manifiesto que su acción iba contra los repartimientos, las aduanas, las alcabalas, las mitas.

Si después de Sangara se hubiese dirigido al Cuzco con sus huestes, lo habría encontrado casi desmantelado y habría podido obtener una victoria importante; tal fue la opinión de la esposa del inca, Micaela Bastidas, su lugarteniente eficaz; pero en cambio volvió a Tungusuca llevando 40 fusiles, pistolas, sables. Cuzco comprendió sin embargo que la fuerza de los rebeldes no debía ser subestimada y reunió pronto 3.000 defensores, entre ellos los destacamentos eclesiásticos ordenados por el obispo Moscoso. 

Entretanto, Túpac Amaru se dedicó a enviar bandos a las provincias sobre los fines de la sublevación: hizo algunas campañas, entró en el Collao; en Azángaro, a orillas del lago Titicaca, destruyó la casa del cacique traidor Choqueticaca, que se había unido a los españoles.

Los cuzqueños se prepararon febrilmente para la contraofensiva, y Túpac Amaru volvió a su pueblo y fue entonces cuando resolvió acercarse a Cuzco; ocupó las alturas de Picchu, a un cuarto de legua de la ciudad, pero no llevó ningún ataque contra ella. La dilación permitió la llegada de fuerzas despachadas desde Lima al mando del mariscal José de Valle; el visitador José Antonio de Areche fue encargado de encabezar personalmente la campaña y el oidor Mata Linares fue designado auditor. 

A comienzos de enero había ya en Cuzco una importante fuerza militar. Túpac Amaru insistía en que la ciudad se entregase sin lucha, para evitar derramamientos de sangre, pero sus requisitorias fueron inútiles. 

Comenzó la lucha el 8 de enero y la batalla duró dos días; al fin las huestes rebeldes tuvieron que abandonar sus posiciones y huir desbandadas.

A fines de febrero se hallaban en Cuzco; José Antonio de Areche y el mariscal José del Valle, con un ejército de más de 17.000 hombres. Las operaciones decisivas no tardaron en iniciarse; el ejército realista salió de Cuzco dividido en cinco columnas; Túpac Amaru se valió de diversas estratagemas para caer por sorpresa contra sus enemigos, pero fue traicionado por Zumiaño Castro. 

El 23 de marzo llegaron las tropas al mando de Gabriel Avilés a una distancia de dos leguas del Puesto de Sangarara donde se hallaba Túpac Amaru con 7.000 de sus hombres. Los realistas resolvieron cercar a los rebeldes, mientras llegaban las otras co-lumnas que totalizaban 14.000 combatientes. Los víveres comenzaron a escasear en el campo indígena. 

Túpac Amaru intentó una salida en la noche del 5 al 6 de abril; la maniobra fue descubierta y el enemigo causó estragos en sus filas. El jefe rebelde quiso salvarse del cerco y en su fuga fue seguido por mulatos de la infantería de Lima y después de diversas peripecias fue capturado con ayuda de uno de sus propios capitanes, que se prestó a traicionarlo. 

También cayeron en poder de los realistas su mujer, sus dos hijos y otros cinco miembros de su familia. Se salvaron del desastre del 6 de abril, Diego Cristóbal Túpac Amaru, Andrés Túpac Amaru y Miguel Túpac Amaru, con el hijo de José Gabriel, Mariano, que se dirigieron a Azingaro y prepararon a toda prisa tropas indígenas para liberar a los prisioneros cuando fuesen trasladados al Cuzco. En conocimiento de esos preparativos, el propio mariscal del Valle tomó a su cargo la conducción de los presos hasta el pueblo de Urcos, donde los entregó al visitador Areche, que hizo la entrada triunfal en el Cuzco con ellos el 14 de abril.

Jose Antonio Arteche

José Antonio de Areche Zornoza fue un funcionario español. Destinado como visitador al Virreinato del Perú durante el período de 1777 a 1787, donde tuvo que sofocar la rebelión de José Gabriel Condorcanqui, conocido como Túpac Amaru II.

Prisión y ejecución del inca y de sus familiares.

Túpac Amaru quedó prisionero en el convento de la Compañía de Jesús y el 19 de abril fue interrogado por Benito de la Mata Linares, auditor de guerra del visitador Areche. Robusto de cuerpo y de espíritu, resistió estoicamente los tormentos a que fue sometido. El 29 de abril, en presencia del auditor, le fueron atadas las muñecas a la espalda y atados los pies; en la atadura de éstos se colgó una barra de hierro de 100 libras y se levantó el cuerpo del torturado a dos varas del suelo; en esa posición se le dislocó un hombro, pero no se le arrancó una palabra de las que querían oír los torturadores. No se había hecho ilusiones sobre su destino e intentó varias veces la fuga, siendo traicionado por los guardianes leales a los españoles. La tradición dice que Areche le preguntó por sus cómplices y que le respondió: "Nosotros somos los únicos conspiradores; Vuestra Merced por haber agobiado al país con exacciones insoportables, y yo, por haber que-rido libertar al pueblo de semejante tiranía". La actitud puede haber sido exacta.

El visitador Areche dictó sentencia: 

"Debo condenar y condeno a José Gabriel Túpac Amaru a que sea sacado a la plaza principal y pública de esta ciudad, arrastrado hasta el lugar del suplicio donde presencie la sentencia que se dieron a su mujer, Micaela Bastidas, sus hijos Hipólito y Fernando Túpac Amaru, a su tío Francisco Túpac Amaru, a su cuñado Antonio Bastidas y a algunos de los capitanes o auxiliares de su inicua y perversa intención y proyecto, los cuales han de morir en el propio día; y concluidas estas sentencias, se le cortará por el verdugo la lengua, y después amarrado o atado por cada uno de los brazos y pies con cuerdas fuertes, y de modo que cada una de éstas se pueda atar o prender con facilidad a otras que pendan de las cinchas de cuatro caballos, para que, puesto de este modo, o de suerte que cada uno de éstos tire de su lado, mirando a otras cuatro esquinas o puntas de la plaza, marchen, partan o arranquen de una vez los caballos, de forma que quede dividido el cuerpo en otras tantas partes, llevándose éste, luego que sea hora, al cerro o altura llamada Picchu, a donde tuvo el atrevimiento de venir a intimidar, sitiar y pedir que se le rindiese esta ciudad, para que allí se queme en una hoguera que estará preparada, echando sus cenizas al aire, y en cuyo lugar se pondrá una lápida de piedra que exprese sus principales delitos y muertes, para sólo memoria y escarmiento de su execrable acción. Su cabeza se remitirá al pueblo de Tinta, para que estando tres días en la horca, se ponga después en un palo a la entrada más pública de él; uno de los brazos al de Tungusuca, donde fue cacique, para lo mismo, y el otro para que se ponga y ejecute lo propio en la capital de la provincia de Carabaya; enviándose igualmente, y para que se observe la referida demostración, una pierna al pueblo de Livitaca en la de Chumbivilcas, y la restante al de Santa Rosa en la de Lampa, con testimonio y orden a los respectivos corregidores, o justicias territoriales, para que publiquen esta sentencia con la mayor solemnidad por bando, luego que llegue a sus manos"...

ahorcamiento

A Berdejo, Castelo y Bastidas se les ahorcó llanamente; a Francisco Túpac Amaru, tío del insurgente, y a su hijo Hipólito, se les cortó la lengua antes de arrojarlos a la escalera de la horca

Y siguen todavía más recomendaciones siniestras del visitador.

La sentencia se ejecutó el 18 de mayo de 1781. Si espantoso es el texto de la sentencia de Areche, no es menos escalofriante el relato de lo acaecido. Hechos los preparativos macabros en la plaza del Cuzco, salieron de la Compañía de Jesús nueve condenados: José Berdejo; Andrés Castelo, un zambo; Antonio Oblitas (que ofició de verdugo en Tungusuca, donde fue ahorcado el corregidor Arriaga); Antonio Bastidas; Francisco Túpac Amaru; Tomasa Condemayta, cacica de Acos; Hipólito Túpac Amaru, hijo del inca; Micaela Bastidas, su mujer; y el inca José Gabriel Túpac Amaru. 

Estaban cargados de grillos y esposados, metidos en unos zurrones de esos en que se traía yerba del Paraguay, y fueron arrastrados a la cola de un caballo enjaezado.

Descuartizamiento de Tupac Amaru

Tupac Amaru mandó al verdugo que le cortara la lengua, que le atasen las extremidades a gruesas cuerdas para que tirasen de ellas cuatro caballos y que se procediera a la descuartización. Así se hizo, pero las bestias no consiguieron durante largo rato desmembrar a la imponente víctima, por lo que Areche, según algunos piadosamente, según otros más airado que compadecido, decidió acabar con el inhumano espectáculo de la tortura ordenando que le cortaran la cabeza.

"A Berdejo, Castelo y Bastidas se les ahorcó llanamente; a Francisco Túpac Amaru, tío del insurgente, y a su hijo Hipólito, se les cortó la lengua antes de arrojarlos a la escalera de la horca; y a la india Condemayta se le dio garrote en un tabladillo que estaba dispuesto con torno de fierro que a este fin se había hecho, y que jamás habíamos visto por acá; habiendo el indio y su mujer visto con sus ojos ejecutar estos suplicios hasta en su hijo Hipólito que fue el último que subió a la horca. Luego subió la india Micaela al tablado, donde, asimismo, a presencia del marido, se le cortó la lengua y se le dio garrote, en que padeció infinito, porque teniendo el pescuezo muy delicado no podía el torno ahogarla, y fue menester que los verdugos, echándole lazos al pescuezo, tirando de una y otra parte, y dándole patadas en el estómago y pechos, la acabasen de matar. Cerró la función el rebelde José Gabriel, a quien se le sacó al medio de la plaza; allí le cortó la lengua el verdugo, y despojado de los grillos y las esposas, lo pusieron en el suelo; atáronle a las manos y los pies cuatro lazos, y asidos a la cincha de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes; espectáculo que jamás se había visto en esta ciudad. No sé si porque los caballos no fuesen bastante fuertes, o el indio en realidad fuese de fierro, no pudieron absolutamente dividirlo; después de un largo rato que lo tuvieron tironeando, de modo que le tenían en el aire en un estado que parecía una araña. Tanto que el visitador, movido por compasión, porque no padeciese más aquel infeliz".

El oidor dio orden de que el verdugo le cortase la cabeza; después se condujo su cuerpo debajo de la horca, donde se le sacaron los brazos y los pies; lo mismo se hizo con la mujer, y a los demás les cortaron la cabeza para enviarla a diversos pueblos. Los vencedores no hicieron con ese espectáculo ningún beneficio a la causa de los realistas en América; el recuerdo del inca ejecutado en condiciones tan espantosas ha sobrevivido como una antorcha de rebelión latente; el crimen judicial no halló aprobación en su tiempo y menos en los tiempos que siguieron.