La Guerra Guaraní (1752-1759)

En 1750 se firmó en Madrid el Tratado de Permuta entre España y Portugal, por el cual los españoles cedían el territorio de Ibicuy, en lo que hoy es el estado de Río Grande do Sul y parte de Uruguay, a cambio de la Colonia del Sacramento. 

La guerra

En ese extenso territorio los jesuitas habían fundado siete pueblos: San Miguel, San Lorenzo, San Juan, San Luis, Santo Angel, San Nicolás y San Francisco de Borja. Los indios guaraníes, organizados por los jesuitas, se resistieron fieramente a ceder sus tierras a los portugueses. 

Para hacer cumplir el Tratado se formó un ejército de tropas españolas y portuguesas que entre 1752 y 1759 marchó sobre la región y ocupó los pueblos citados. Esta campaña se llamó Guerra Guaraní. 

El ejército aliado estaba compuesto por tres mil soldados con artillería, caballería e infantería, al mando del teniente general español José de Andonaegui y el capitán general de Brasil Gomes Freire de Andrada. 

Los guaraníes eran unos dos mil y estaban equipados con armas rudimentarias fabricadas en las reducciones. Los cañones eran de madera revestidos en su interior de cobre y resistían sólo tres disparos.

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La batalla final

Después de varias escaramuzas se libró el encuentro de Bacacay, el 7 de febrero de 1756, en que fue muerto el cacique José Tiaraiú «Sepe». 

Días más tarde se dio la batalla final, el 10 de febrero de 1756, en Caybate, en donde se habían atrincherado unos dos mil indios. 

La artillería aliada batió las posiciones y los indios huyeron, siendo perseguidos por dragones, granaderos, la infantería y las milicias correntinas durante más de una legua. Los indios trataron de hacerse fuertes en una barranca, y desde ella disparaban sus flechas, pero fueron arrollados y muertos en número de mil doscientos; se tomaron ciento cincuenta prisioneros. 

La acción comenzó a las dos de la tarde y concluyó a las tres. Los indios dejaron en el campo todas sus banderas, armas, cajas de guerra y primitivos cañones. A fines de mayo de 1756, el ejército aliado ocupó la misión de San Miguel, cuyos edificios fueron incendiados por los jesuitas, salvándose solamente el magnífico templo de piedra. El ejército aliado prosiguió su marcha, ocupando los restantes pueblos, que los jesuitas y los indios abandonaban después de incendiarlos.