Incidencias políticas

José P. Tamborini, sucesor de Vicente C. Gallo, había sido diputado nacional, presidente del bloque parlamentario del partido, y estaba vinculado con personalidades influyentes del radicalismo, lo que podía ser un factor en el acercamiento de las fracciones en disputa.


Valentín Vergara, que encabezaba el personalismo, el yrigoyenismo, en la Cámara de diputados, se había entrevistado con Tamborini, jefe del bloque antipersonalista.

La mesa directiva de la Cámara de diputados, en la que dominaba la representación antipersonalista, dimitió para facilitar una representación auténtica de la mayoría del cuerpo. Fue un gesto que quería facilitar así la unificación del radicalismo, aunque no tuvo ninguna eficacia en ese sentido.

Las gestiones de unificación llevaron al nombramiento de una comisión para entrevistar a Yrigoyen y se hizo pública una declaración que aseguraba que "el señor Yrigoyen se había manifestado muy de acuerdo con los propósitos de la unión, la que debía hacerse leal y sinceramente, sin depresiones para ninguna de las partes y con la finalidad de hacer obra netamente partidista. La solución debla ser exclusivamente radical, esto es con el rechazo de toda colaboración adversa al radicalismo, por la cual todo radical debía sentir franco repudio".

Hubo entrevistas de los dos bloques parlamentarios con el presidente Alvear, pero no llegaron a ninguna conclusión positiva. Entretanto, la llegada del príncipe de Gales absorbió por unos días toda la actividad oficial y los entusiasmos unionistas se enfriaron antes de culminar en algo concreto; por otra parte, la unión se quería por los más sobre la base del reconocimiento de la jefatura sin retaceos de Yrigoyen y, por otros, esa jefatura debía someterse a condiciones, y entonces la opinión del partido, expresada en las convenciones, sufriría en sus fundamentos tradicionales. Las conversaciones en toro, a la reagrupación del partido retardaron la intervención a Buenos Aires y eso favorecía al yrigoyenismo.

La mesa directiva de la Cámara de diputados fue ratificada por los votos de los conservadores, los socialistas y los antipersonalistas, y volvió a pregonarse en todos los tonos lo del contubernio, calificación esgrimida por la intransigencia personalista. El llamado contubernio, formal o espontáneo, condujo al frente único que organizó Leopoldo Melo con la esperanza de disponer así de una fuerza capaz de medirse con la del jefe radical, que gravitaba en la opinión popular.

El 8 de septiembre de 1925 varios miembros del Senado volvieron a plantear la intervención a la provincia de Buenos Aires y el público de la barra interrumpió la sesión con vítores a Yrigoyen. Desalojada la barra, el presidente del Senado, Elpidio González, se unió a los grupos afines que se formaron en los alrededores del Congreso, mientras Leopoldo Melo defendía la intervención, que fue aprobada en la Cámara alta por 16 votos contra 8.

Cuando fue acercándose a su fin el gobierno de José Luis Cantilo en la provincia de Buenos Aires, estaba claro que esa provincia se había convertido en el baluarte del radicalismo yrigoyenista. Se destacaron como candidatos oficiales a la gobernación Delfor del Valle, que había sido senador nacional y director de La Epoca, desde la cual combatió al gobierno de Alvear y a sus ministros; también figuraba con probabilidades Nereo Crovetto, que había renunciado hacía poco a la dirección del Banco Hipotecario. Los dos eran hombres fieles a Yrigoyen, pero Alvear se mostró contrario a esas candidaturas y se inclinó por Valentín Vergara, que había presidido el bloque personalista en el Congreso; el jefe radical no lo había propiciado, pero cedió en ese punto y la convención del 3 de noviembre lo ungió como candidato.

Triunfante en las elecciones, Vergara asumió el mando el 19 de mayo de 1926 en la provincia de Buenos Aires. Ni los conservadores ni los antipersonalistas habían concurrido a la elección. Alvear tuvo para Vergara consideraciones que no había tenido con Cantilo.

El año 1926 fue marcado por las campañas partidarias para la renovación en marzo de la Cámara de diputados. Los candidatos yrigoyenistas fueron proclamados en presencia del jefe del partido el 3 de marzo y unos días después Yrigoyen partió para Santa Fe y Córdoba en campaña proselitista. El 4 de marzo fueron proclamados los candidatos antipersonalistas, encabezados por Vicente C. Gallo, como un "grito de protesta contra el unicato y la política incondicional deprimente de la nacionalidad".

Las elecciones favorecieron al yrigoyenismo, que obtuve, la mayoría en la capital federal, con 15.000 votos de ventaja sobre los socialistas; también ganó la mayoría en las provincias de Buenos Aires, Catamarca, La Rioja; en La Rioja triunfo en la lista de diputados, pero perdió la gobernación, para la que resultó electo Lanús. En el resto del país, salvo Entre Ríos y Corrientes, obtuvo las minorías.

Los antipersonalistas perdieron la minoría en la capital federal y triunfaron en Entre Ríos, Santa Fe, Mendoza, San Juan y Santiago del Estero, y ganaron las minorías en Corrientes, Jujuy y Tucumán.

Los conservadores triunfaron en Córdoba, Corrientes, Tucumán y Salta, y obtuvieron las minorías en Buenos Aires, Catamarca, Entre Ríos, Jujuy, Mendoza y San Juan.

Los yrigoyenistas constituyeron el bloque mayoritario en la Cámara de diputados, seguidos por los conservadores y los antipersonalistas y por último por los socialistas. Pero la coalición de sus adversarios impuso en la presidencia de't cuerpo a Miguel Sussini por 71 votos contra 52.

En ocasión de las elecciones de 1926, algunos tratadistas, como Mario A. Rivarola, objetaron en la Revista de estudios políticos algunos aspectos de la ley Sáenz Peña, que no permitía más que la representación de mayorías y minorías en cada distrito, dejando al margen importantes sectores de opinión. Según la ley electoral Sáenz Peña, "la votación por lista incompleta supone una relación rígida de representantes de dos tercios más para la lista con más votos, y de un tercio o menos para la que sigue en segundo término. Todos los demás votos quedan perdidos. Si toda la Nación fuera un distrito, esto tendría por consecuencia que la primera minoría, única admitida a la representación, sólo serviría para formar quórum; esto no ocurre debido a la división en distritos"... "El resultado de las últimas elecciones nos dice que de los 877.050 votantes, 415.978, o sea menos de la mitad, conquistan 59 bancas, en tanto que para los 462.072 sólo quedan 24 diputaciones. En otras palabras, para el 47,5 % de los votantes se adjudica el 71 % de las bancas y para el 52,5 c/c, o sea más de la mitad de los votos, sólo queda un 29 Ye, menos de un tercio de las bancas"... "Un candidato con 63.350 votos no pudo ser diputado por la capital federal, en tanto que con 2.381 votos había desalojado de la minoría al diputado por San Juan"...

La futura sucesión presidencial imponía en aquellas condiciones una reagrupición del radicalismo antipersonalista y el personalista o bien un entendimiento del antipersonalismo con los conservadores y los socialistas. La idea de la unión radical no se había extinguido y la alentaban los correligionarios de Córdoba, Santiago del Estero, Salta y Corrientes, donde no habían logrado llegar al gobierno; pero eran contrarias a ella las mayorías de la capital federal y de la provincia de Buenos Aires, donde los yrigoyenistas habían triunfado plenamente. También se opusieron a la reagrupación con los antipersonalistas los yrigoyenistas de Córdoba, cuando el Senado frustró en 1926 la intervención en esa provincia.

Otro incidente disminuyó las posibilidades de unión: la presentación de un pedido al presidente de la Nación, por los diputados Tomás Zurueta, Leopoldo Bard y Guillermo Fonrouge, para que fuese intervenida Córdoba. Finalmente agravó las relaciones el planteo de juicio político al presidente Alvear hecho por Diego Luis Molinari, proyecto que desautorizó el propio Yrigoyen y también el presidente del comité nacional del partido, Pablo Torello. Se juzgó que habría sido un error político forzar al presidente Alvear a adoptar una posición de guerra contra el yrigoyenismo y a renunciar a todo intento de unificación. Estaba en juego con ello la sucesión presidencial.

Sin embargo no se pudieron evitar nuevos choques polémicos y las gestiones unificadoras se dieron por definitivamente frustradas por el sector de los antipersonalistas, que declaró en un manifiesto del 22 de abril de 1926 que todo personalismo era una traición.

En las sesiones preparatorias del Congreso, los yrigoyenistas impugnaron los diplomas de Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos; y los antipersonalistas y socialistas hicieron lo mismo con los diplomas de Buenos Aires; finalmente se aprobaron con el voto de los socialistas. Sussini fue confirmado en la presidencia de la Cámara de diputados por 81 votos contra 50 a favor de Andrés Ferreyra.

Siempre había habido más o menos pasionismo en los debates parlamentarios, pero por primera vez se comenzó a oir en el Congreso palabras de mal gusto, nuevas, injuriosas; ningún freno contenía ya a los disidentes y a los discrepantes.

El 1° de julio de 1926 leyó Alvear su mensaje anual en la apertura del Congreso; expresó en él su propósito de

"mantener la autoridad del poder majestuoso de la presidencia por encima de todos los apasionamientos, anhelos e intereses de las agrupaciones políticas, para no perder la tranquilidad indispensable que requiere el campo de la política, que imponen limitación a las aspiraciones de los grupos afines o alejados del gobierno". Aspiraba a dar a las masas populares una mayor ilustración y un contenido moral al desarrollo de las instituciones; velando así por el progreso de la Nación, esperaba tranquilo que el pueblo lo juzgara.

El 19 de noviembre de 1926, aniversario de la fundación de La Plata, Alvear realizó con sus ministros una visita oficial, con lo que quiso demostrar que entre el gobierno nacional y el de la provincia existían amistosas relaciones y que no tenían fundamento los rumores que propalaban los conservadores y los antipersonalistas de una intervención.

Se cierra el año 1926 con las elecciones municipales en la ciudad de Buenos Aires, en las cuales los yrigoyenistas reunieron 70.000 sufragios contra 42.000 de los socialistas y 31.000 de los antipersonalistas.

El barómetro electoral mostraba que perdían votos los antipersonalistas y los conservadores, los que se atrincheraban en la lucha contra el nacionalismo económico y contra el obrerismo. Las leyes obreras habían sido poco a poco desnaturalizadas; los ferroviarios fueron rebajados de categoría por las empresas para reducir de esa manera los salarios y contribuir con aportes jubilatorios menores. Hubo acuerdo entre antipersonalistas y conservadores para suprimir el salario mínimo a los trabajadores del Estado, que era de 6 pesos por día, alegando que era un ingreso excesivo y que debía ser reducido, porque había bajado el costo de la vida. Alvear llegó a vetar la ley de Yrigoyen que obligaba al pago de los salarios en moneda nacional, con lo que beneficiaba a las empresas propietarias de obrajes, de yerbales y de ingenios azucareros que pagaban a sus obreros en moneda propia, de circulación interna, sin valor verdadero. Manuel Gálvez reconoce que "la presidencia de Alvear adquiere pronto el carácter de una reacción conservadora"... "Señala claramente —agrega— la diferencia entre el radicalismo histórico —viviente, de sentimiento popular, de hondos anhelos de justicia social— y el de los antipersonalistas: frío, intelectual, distinguido".

Yrigoyen contaba con la adhesión del pueblo, con la leyenda de admiración y de fe que se fue formando a su alrededor. Un conservador de la provincia de Buenos Aires, Pedro T. Pagés, lo llamó "peludo", por. alusión a su cueva, el domicilio de la calle Brasil inabordable para los demás; el hallazgo fue difundido por La Fronda de Francisco Uriburu y luego se popularizó. Peludo, peludismo son los motes inconfundibles de Yrigoyen, de yrigoyenismo, de táctica conspirativa, de trabajo de zapa, en las sombras.