Tercera campaña a los Puertos Intermedios

Riva Agüero ambicionaba que fuese el ejército peruano el que se distinguiese en la campaña contra los realistas, dueños todavía de la tercera parte del territorio; y con ese objeto dispuso iniciar las operaciones antes de la llegada de Bolívar. 


El Plan de Riva Agüero

Su plan era que los auxilios colombianos tuviesen una función secundaria y ordenó la nueva campaña de puertos intermedios con modificaciones al plan anterior de San Martín.

A comienzos de mayo de 1823 se hallaban listos unos 5.000 hombres. Riva Agüero hizo organizar con ellos un ejército expedicionario a las órdenes del general Santa Cruz, con instrucciones para invadir por mar las provincias meridionales sin internarse en el primer momento, en espera de la maniobra que harían las tropas colombianas sobre Jauja y de la aparición de la división argentina en el Alto Perú; entonces, con el refuerzo de los contingentes prometidos por Chile, Santa Cruz iniciaría su marcha en busca de los centros enemigos en la sierra.

El ejército expedicionario de Santa Cruz zarpó del Callao entre el 12 y el 25 de mayo de 1823; se componía de 5.000 hombres de las tres armas y contaba con 8 piezas de artillería. 

Fue desembarcado en Iquique un destacamento para atraer la atención de Olañeta y luego se dirigió a Arica, donde se realizó el desembarco general a mediados de junio. 

El ejército expedicionario fue fraccionado en dos columnas, una al mando del coronel Gamarra, que avanzó hacia Tacna y Moquegua; otro destacamento fue enviado hacia el norte rumbo a Arequipa. Al diseminar sus tropas, Santa Cruz perdió el control directo de las mismas.



Lo realistas toman Lima

Después de las victorias de Torata y Moquegua, los realistas regresaron a sus antiguos emplazamientos. El virrey concibió la recuperación de Lima y ordenó a Canterac que se moviese desde la sierra hacia ese objetivo; mientras los patriotas preparaban una nueva campaña, una parte del ejército realista se apoderaría de Lima.

Al diseminar sus tropas, Santa Cruz perdió el control directo de las mismas, mientras se desarrollaban esos movimientos en el sur, Canterac, con 9.000 hombres, cayó sobre Lima y se apoderó de ella sin ninguna resistencia. Para oponerse a la expedición de Santa Cruz, sólo quedaban 1.000 hombres en Ica al mando del brigadier Monet, 2.000 en Arequipa a las órdenes del coronel Carratalá, 1.000 a las órdenes de Valdés en Huamanga y 2.500 en el Alto Perú al mando de Olañeta; La Serna disponía en Cuzco de 800 hombres. Si Santa Cruz hubiese mantenido sus 5.000 hombres relativamente agrupados, no le habría sido difícil librar batalla aisladamente a los núcleos enemigos, pero los había dispersado y eso permitió a los realistas mantener sus posiciones.

Al llegar Canterac a Lima, el gobierno, impotente para ofrecer resistencia, se refugió en el Callao y reunió en la fortaleza las tropas de Lima, a las que se había incorporado la primera división colombiana al mando del general Sucre. El Congreso se disolvió y una parte del mismo se dirigió a Bolívar invistiéndole con el cargo de generalísimo con facultades amplias; Riva Agüero fue suspendido en sus funciones y se trasladó a Trujillo.

La llegada de Sucre

Hasta la llegada de Bolívar, Sucre asumió el mando de las operaciones. Al aparecer en ese movimiento el nuevo ejército patriota, el virrey ordenó a Canterac la evacuación de Lima y el repliegue a la sierra; el 16 de julio salieron de la capital las tropas realistas sin ser perseguidas ni hostilizadas.

El 21 de julio se puso en marcha Sucre con un ejército de 3.000 hombres, con rumbo a las costas meridionales; dejó en Lima un núcleo de peruanos, argentinos y colombianos para que, terminado el alistamiento, operase por Jauja y Huamanga hasta la línea del Apurimac.

Ignoraba Sucre que Santa Cruz se había puesto en movimiento; tenía el propósito de reunir ambos ejércitos, ocupar Arequipa y seguir luego hacia Cuzco, combinando esos movimientos con la acción posible de las fuerzas que había dejado en Lima y con la división argentina que debía operar en el Alto Perú. Cuando se enteró de la marcha de Santa Cruz, desembarcó en Quilca y se dirigió a Arequipa con el proyecto de alcanzar a Santa Cruz, pues temía el fracaso de su expedición.

Los movimientos de Santa Cruz

Sin esperar las fuerzas que debían cooperar en los flancos del dispositivo realista ni disponer aún de la división que debía enviar Chile, Santa Cruz abrió las operaciones a mediados de julio; avanzó en dos columnas hacia la cordillera con intención de invadir el Alto Perú.

El ejército expedicionario de Santa Cruz cruzó la cordillera y se posesionó de La Paz el 8 de agosto. Gamarra llegó a Viacha al frente de su división; el general Olañeta, que regresaba de Tarapacá con 1.500 hombres, al tener conocimiento de la presencia de los patriotas en el

Alto Perú, se retiró de Oruro a Potosí. Gamarra fue despachado en busca suya al frente de una fuerte división, pero cuando Gamarra llegó a Oruro, el jefe realista había evacuado la ciudad. Allí se incorporó Lanza a los patriotas con 600 partidarios.


A pesar de la superioridad numérica, Gamarra no continuó en busca de Olañeta, sino que se contentó con ocupar Oruro. Esa pasividad iba a crear un peligro para las fuerzas patriotas, pues ni Olañeta ni el virrey La Serna iban a permanecer inactivos.

La Serna había ordenado la evacuación de Lima y la concentración de sus fuerzas en Sicuani, entre Cuzco y Puno. Olañeta permanecería donde estaba hasta que hallase oportunidad de reunirse al grueso del ejército. Para desviar un posible ataque de Santa Cruz contra Olañeta, el virrey ordenó a Valdés que marchase desde Arequipa con 900 hombres y a Carratalá con 1.000 hacia el Desaguadero para distraerlo en aquella región hasta que acudiese Canterac. Desde Jauja, el coronel Loriga se opondría a Sucre, cuya presencia en Arequipa era ya conocida.

Valdés y Carratalá se reunieron en Pomata, al sur de Puno, y el contingente asociado avanzó hacia la región al sur del Titicaca. Al ser informado de ese movimiento, Santa Cruz sólo se cuidó de proteger la división de Gamarra y retrocedió desde La Paz al Desaguadero, quedando en la margen oriental de ese río y cerrando el acceso al Puente del Inca. Valdés llegó con sus tropas el 23 de agosto al lugar, sostuvo un breve encuentro con los patriotas y se retiró al pueblo de Zepita, 20 km al oeste del Desaguadero.

Combate de Zepita

Santa Cruz fue al encuentro del enemigo, adelantando una vanguardia al mando del coronel Brandsen; Valdés abandonó el pueblo de Zepita y se instaló en unas alturas estratégicas un poco más al noroeste; el jefe patriota ordenó el ataque; un batallón adelantado simuló un fracaso en el asalto y se desbandó siguiendo instrucciones en ese sentido; la infantería enemiga abandonó entonces sus posiciones para perseguir a los atacantes; Valdés cayó en la trampa tendida por el adversario. 

Cuando sus batallones bajaron de las posiciones que ocupaban, donde eran invulnerables, fueron atacados desde todas direcciones y tuvieron que recurrir al procedimiento extremo de formar el cuadro, que esta vez no pudo ser arrollado y permitió una retirada en orden a las posiciones primitivas.  Solamente la caballería realista sufrió una verdadera derrota en el ataque por los escuadrones peruanos. Al llegar la noche se interrumpió el combate; Valdés creyó haber triunfado, pero no obstante se retiró a Pomata; Santa Cruz también estaba persuadido de su victoria, a pesar de lo cual se retiró al Desaguadero.



Retirada y desastre.

El virrey La Serna llegó a Pomata con refuerzos, el 28 de agosto. Santa Cruz procuró entonces reunirse con Gamarra. Sucre, desde Arequipa, ofreció socorrerlo, pero Santa Cruz decidió operar por cuenta propia y tratar de interponerse entre Olañeta y La Serna.

Como el Puente del Inca se hallaba en poder de los patriotas, La Serna se desplazó más al sur y cruzó el río Desaguadero a la altura de Oruro. 

Las fuerzas realistas se reunieron el 14 de setiembre y se pusieron en marcha en busca de Santa Cruz; éste no se consideró entonces en condiciones de librar batalla, aunque sus fuerzas equivalían a las del enemigo, y no pensó más que en la retirada.

Los realistas iniciaron entonces la persecución, y la retirada patriota se convirtió entonces en fuga, abandonando armas, municiones y bagajes y perdiendo alrededor de 2.000 prisioneros; la perdida no habría sido mayor si se hubiese aceptado la batalla.

Los fugitivos llegaron a Moquegua y unos días después embarcaron en Ilo, de los 5.000 hombres que habían partido del Callao, regresaban 1.000.

Aunque tardíamente, Sucre se dispuso a intervenir y se puso en marcha hacia Puno, pero ya al salir de Arequipa fue informado del fracaso de la expedición de Santa Cruz; llegó a Moquegua y comprobó la magnitud del desastre; decidió entonces reembarcar sus tropas y regresó a Lima.

La prometida división chilena llegó a Arica al mando del general Benavente en los primeros días de noviembre y, al conocer lo ocurrido a Santa Cruz, regresó a Coquimbo.

Esta tercera expedición a puertos intermedios fracaso lo mismo que la de Alvarado y por las mismas razones; una operación frontal sin una ofensiva simultánea sobre el flanco realista únicamente podía operar con ventaja aprovechando rápidamente la superioridad momentánea sobre los núcleos enemigos dispersos. Pero Santa Cruz comenzó por diseminar sus tropas y malogró la superioridad inicial. 

Cuando se internó en el Alto Perú sin contar con los refuerzos esperados, habría podido salir airoso de la empresa si batía a Olañeta antes de su reunión con La Serna, pero su inactividad le fue fatal. La ayuda de Sucre habría podido tomar a los realistas entre dos fuegos. A causa de ese error pudieron reunirse las fuerzas de Valdés, Carratalá, La Serna y Olañeta, contra las cuales los patriotas no estaban en condiciones de combatir con éxito.


Problemas políticos

El nuevo desastre avivó las pasiones y divergencias en Lima; muchos peruanos enviaron comunicaciones a San Martín para que regresase de su retiro en Mendoza; en el mismo sentido recibió exhortaciones del gobierno de Chile; pero San Martín estaba al tanto de los acontecimientos, del daño que causaban las ambiciones personalistas y se rehusó a alterar su decisión.

Las rivalidades y los enconos llevaron a la formación de dos gobiernos: uno encabezado por Riva Agüero y otro por Torre-Tagle.

Simón Bolívar llegó al Callao el 1 de setiembre; según el ofrecimiento que le había hecho el gobierno peruano, se iba a hacer cargo del mando de las tropas para poner término a la guerra de la independencia. Riva Agüero, que presentía en Bolívar el peligro de una dictadura extraña, acudió a San Martín para que regresase, pero éste censuró la conducta de dicho mandatario y se negó a escuchar el llamado.

Riva Agüero recibió en Trujillo, comunicaciones de Bolívar para que reconociera al gobierno de Torre-Tagle, pero se rehusó y las tropas que había reclutado, dirigidas por el coronel La Fuente, lo detuvieron el 25 de noviembre de 1823; Torre-Tagle lo hizo condenar a muerte acusándolo de tratar con el enemigo, pero se le conmutó la sentencia por la de destierro y fue embarcado para Guayaquil, desde donde partió para Europa.

Bolívar asumió el mando de todas las fuerzas de operaciones el 10 de setiembre y acató al gobierno de Torre-Tagle, que logró poner al servicio de sus directivas.