Sublevación del 1° de diciembre de 1828

La Revolución del 1 de Diciembre de 1828 fue el movimiento armado, conducido por Juan Lavalle, que derrocó al gobernador Manuel Dorrego. Desde tiempo atrás, los unitarios dirigidos por Agüero, ex-ministro de Rivadavia, tramaban una revolución para restaurarse en el gobierno. A tal fin, decidieron apoyarse en las tropas que regresarían de la campaña contra el Brasil y comprometieron al general Lavalle para que aceptara la dirección militar del movimiento. La oficialidad del ejército republicano había abrazado la causa de los conspiradores, mostrándose partidarios de adherirse a la revolución.


La conjura unitaria

El partido unitario, que había acompañado a Rivadavia en su política y que había quedado vencido y desplazado del gobierno por la renuncia del presidente de la República a consecuencia de la convención preliminar de paz con el Brasil, firmada por Manuel José García, y de la desobediencia de las provincias que rehusaban los contingentes y los elementos necesarios para la contienda entablada, sumado todo ello al descontento del ejército de operaciones por la renuncia a la Banda Oriental sancionada por el gobierno de Manuel Dorrego, renuncia aprobada por la Convención nacional que sesionaba en Santa Fe, creó el ambiente para una conspiración contra el gobernador de la provincia de Buenos Aires. 

Los conspiradores eligieron al general Juan Lavalle como brazo ejecutor de sus designios; Lavalle había comprobado personalmente los abusos y prepotencias de los partidarios de Dorrego durante sus viajes a la capital. 

En la conspiración estaban como cabezas principales Julián Segundo de Agüero, Salvador María del Carril, Juan Cruz Varela, Manuel B. Gallardo, José Miguel Díaz Vélez, Valentín Alsina, Bernardo Ocampo, Martín Rodríguez, Ignacio Álvarez Thomas, con los jefes de las operaciones contra el imperio del Brasil, Félix de Olazábal, Isaac Thompson, Juan Esteban Pedernera, Manuel Correa, Pedro José Díaz, José Olavarría, Sixto Quesada, Niceto Vega, Juan Apóstol Martínez, José María Paz.

Apartan a Rivadavia del golpe

Rivadavia quedó al margen del movimiento, tanto por no ser amigo de esos métodos de acción política como porque no se le quiso notificar el proyecto, sabiendo de antemano que lo reprobaría y habría de oponerse.

El 29 de noviembre llegó a Buenos Aires el general Lavalle con la primera división del ejército de operacio­nes y se alojó en el convento de la Recoleta; la misma noche se reunieron los principales conspiradores en una casa del Parque y resolvieron que debía aprovecharse la oportunidad para el ataque y la destitución del gobierno.

En la noche del 30 de noviembre Lavalle formó sus tropas y se dirigió en la madrugada a la plaza de la Vic­toria. 

Advierten a Dorrego

Dorrego había recibido noticias de los planes de sus adversarios y en la misma noche llegó a sus manos un anónimo, que se ha supuesto debido a Rosas, con la advertencia de lo que se preparaba, pero no creyó en la inminencia de la sublevación o supuso que le sería fácil dominarla; 

La sublevación

En la madrugada del 1º de diciembre las tropas rebeldes entraron en la plaza de la Victoria y Lavalle ocupó el Cabildo. Dorrego fue sorprendido en el Fuerte, donde se hallaban sus ministros, y salió a la cam­paña con el propósito de reunir las milicias, dado que las fuerzas con que contaba en la capital no se movieron en su defensa.

Los ministros de Dorrego enviaron al general Enrique Martínez como emisario a parlamentar con Lavalle; éste hizo constar que la autoridad legal de Dorrego había deja­do de existir por haber abandonado el asiento del gobierno y que se invitaría al pueblo a resolver sobre la situación creada. 

Ademas de Juan Lavalle la conjura y el golpe contra Dorrego fue acompañada por los jefes de las operaciones contra el impe­rio del Brasil, Félix de Olazábal, Isaac Thompson, Juan Esteban Pedernera, Manuel Correa, Pedro José Díaz, José Olavarría, Sixto Quesada, Niceto Vega, Juan Após­tol Martínez, José María Paz.

Nueva elecion

Pocas horas después se reunió en el templo de San Roque y luego en el de San Ignacio una cantidad de elementos civiles que se impusieron la misión de nom­brar nuevo gobernador. La asamblea convocada fue presidida por Julián Segundo de Agüero, al que Lavalle hizo llegar una notificación sobre la caducidad del go­bernador y la necesidad de nombrar al que debía sucederle interinamente hasta que se procediese a la elección de la Sala de representantes, la cual decidiría sobre el destino de la provincia. Los concurrentes eligieron gobernador a Juan Lavalle por 79 votos, contra uno emitido en favor de Carlos de Alvear y otro en favor de Vicente López.

El mismo día, el ministro de la guerra, Juan Ramón Balcarce, reconoció al general Lavalle como gobernador provisional y las fuerzas que guarnecían el Fuerte hicie­ron lo mismo; igualmente había hecho el ministro de gobierno y relaciones exteriores, general José Tomás Guido.

Dorrego llegó el 1" de diciembre a Cañuelas, donde se hizo cargo de las fuerzas que condujo allí por orden suya el general Nicolás de Vedia, un total de 2.000 hombres con cuatro piezas de artillería. El 2 de diciembre ofició al presidente de la Sala de representantes, Felipe Arana, sobre la desobediencia de la primera división del ejército nacional, que había desconocido su autoridad, "preten­diendo, por medio de una escandalosa asonada, pisar nues­tras instituciones provinciales". Designaba en esa comu­nicación gobernador delegado al general Juan Ramón Balcarce, su ministro de la guerra, pero éste ya había reconocido al general Lavalle.

Julian Segundo Aguero

Julian Segundo Aguero colaboró activamente en la conspiración y en la revolución dirigida por Juan Lavalle el 1 de diciembre de 1828, y tambien presidió una asamblea de partidarios unitarios, que – reunidos en una capilla – se arrogaron la representación del pueblo y eligieron gobernador a Lavalle, una vez derrotado Dorrego en la batalla de Navarro, y capturado, Agüero, Juan Cruz Varela y Salvador María del Carril convencieron a Lavalle de fusilarlo. Tras el fusilamiento de Dorrego por el que Lavalle asumió personalmente la responsabilidad formó parte del gobierno unitario.

La convocatoria hecha por Lavalle a la reunión popular del templo de San Roque llevaba el siguiente texto:

"Conciudadanos: lo que veis no es una revolución; el pueblo ha reivindicado sus derechos con el apoyo de una fuerza que sabrá defenderlos. El medio ha sido violento pero indispensable ya. Compatriotas: el que os habla no quiere mandar; quiere ver libre a su patria. Las autori­dades han caducado, es indispensable crear otras y que sea nuestra la obra. Reuníos, pues, a deliberar sobre nuestros destinos"