El Ejército al mando de Lavalleja

El 13 de julio de 1827, Alvear traspasó el mando de las fuerzas republicanas interinamente al general Paz. El gobierno nombró en su reemplazo a Lavalleja. 



Situación del ejercito

La situación del ejército era deplorable las tropas estaban impagas y con el vestuario destruido, y ni siquiera contaban con municiones para más de una batalla.​ Los oficiales orientales se dedicaron a arrear ganado desde Río Grande del Sur hacia la Provincia Oriental, de modo de recomponer los ganados de ese territorio, que habían sido saqueados durante y después de la invasión de 1816-1820. La inactividad provocó que las deserciones aumentaran enormemente.​
El sitio de Montevideo por parte de Oribe seguía sin vistas de solución, mientras Colonia era sitiada por el coronel Isidoro Suárez.​
Las operaciones se empantanaron, y aunque Lavalleja intentó algunos ataques, como en la batalla de Padre Filiberto , del 22 de febrero de 1828.

Juan Antonio Lavalleja

Batalla de Padre Filiberto

La batalla de Padre Filiberto fue un enfrentamiento producido el 22 de febrero de 1828 entre las tropas del Ejército Argentino y las del imperio del Brasil, enfrentados por el control de la Banda Oriental, en manos brasileñas desde 1824. El general Juan Antonio Lavalleja, al mando de las tropas aliadas desde el regreso de Carlos María de Alvear a Buenos Aires, que avanzó desde el campamento argentino-uruguayo en Cerro Largo para conseguir monturas; tras superar Yerbal, marchó sobre el campamento enemigo en la estancia Padre Filiberto. El ataque fue infructuoso, y Lavalleja se retiró del campo de batalla. Se replegaría tácticamente hacia el Río de la Plata, dejando sólo una avanzada al mando del general Julián Laguna en Yaguarón.


Tomas Espora

Tomas Espora

La situación

En la batalla de Padre Filiberto , del 22 de febrero de 1828 no se obtuvo éxito alguno, tambien una flotilla que operaba en la Laguna Merín fue derrotada por otra similar brasileña, pero logró salvarse de ser destruida al refugiarse en un río, bajo la protección de una batería de tierra.​
Poco más tarde, Lavalleja se replegó hacia el sur, dejando solo una avanzada al mando del general Laguna en Yaguarón, para utilizar sus mejores tropas en una proyectada campaña sobre la costa de Castillos, desde donde lanzaría un ataque por la franja de terreno que separaba la Laguna Merín del mar


Campaña sobre la costa de Castillos

Estabilizado el frente en el Yaguarón el general Juan Antonio Lavalleja, a cargo del ejército republicano desde la retirada del general Carlos María de Alvear decidió poner en práctica una operación militar, la única que ideó desde el comando, para avanzar sobre Río Grande del Sur en una operación que combinaría un desembarco sobre la boca de la Lagoa dos Patos con un avance de caballería por la angosta franja de tierra que separa esa laguna del mar.
La iniciativa era en extremo arriesgada. Por un lado debilitaba el frente principal, y por otro exigía una logística en extremo precisa, que garantizara un rápido y exitoso avance de la expedición. De imponerse una retirada del Yaguarón o cualquier fallo o demora en el avance, dejaría al ejército cercado por mar y tierra.
Lavalleja destinó a la operación a los mejores regimientos al mando de los coroneles José María Paz e Isidoro Suárez.
Por su parte, en el mes de marzo el gobierno argentino ordenó a Guillermo Brown disponer los medios necesarios para apoyar la iniciativa. Brown, pese a la extrema debilidad de sus recursos, ordenó a Tomás Espora proceder al alistamiento de una división. Contaría con dos naves: la 8 de Febrero (ex Januaria), tomada al enemigo en la batalla de Juncal y la Unión. Espora asumió el mando de la primera, llevando como segundo al sargento mayor Antonio Toll mientras que el teniente de marina Guillermo Méndez comandaría la Unión.
El plan establecía que Espora establecería contacto en Santa Teresa, entre punta Castillos y el Chuy, con el comandante de las milicias de Maldonado Leonardo Olivera con quien coordinaría las subsiguientes acciones. Olivera debía unirse luego al grueso de las tropas a las órdenes del general Paz mientras Espora debía cruzar el litoral comprendido entre Castillos y Río Grande obstaculizando cualquier intento de la armada imperial de operar sobre el expuesto flanco republicano.
A las 9 de la noche del 7 de abril de 1828, Espora zarpó de Balizas Exteriores. El 10 se cañoneó con el Carioca pero consiguió evitar al grueso de la división bloqueadora y prosiguió su navegación perseguido durante 16 horas. Sin embargo, la Unión era menos velera y fue capturada por la división del comandante Sena Pereira a unas 20 millas al sur de la Isla de Lobos (Uruguay).
El 16 de abril Espora arribó a Santa Teresa y de acuerdo a sus instrucciones izó señales de reconocimiento sin obtener respuesta desde tierra. Al día siguiente las repitió y al ser contestadas envió una lancha con un oficial. Sin embargo el coronel Olivera había abandonado la plaza sin dejar instrucciones. El 18 Espora recorrió la costa hasta Castillos. Al anochecer del día 20, fue sorprendido por el Caboclo que antes de retirarse llegó a acertarle dos andanadas matándole un hombre e hiriendo a otro.
El 24, nuevamente frente a Santa Teresa, repitió sin éxito las señales de reconocimiento y a las 9 de la mañana despachó un bote al mando del capitán Raymond. Un violento temporal destrozó al bote en las rompientes, y alejó a Espora de la costa.
Durante diez días permaneció cruzando entre Castillos y Santa Teresa. El 3 de mayo efectuó a bordo una junta de guerra, resolviéndose aproximarse a la playa y recuperar el bote, y en caso de no lograrlo poner rumbo al norte, tratar de apresar alguna nave enemiga para reponer la Unión, y volver luego para intentar dar cumplimiento a las instrucciones recibidas.
Sin poder obtener novedades, se siguió el curso de acción decidido. El 6 avistaron Río Grande y el 9 capturaron un bergantín brasileño con 7.000 arrobas de azúcar y 3.000 de café y varios cientos de rollos de tabaco, que Granville y Campbell condujeron sin novedad al puerto del Salado.
Después de internarse en el golfo de Santa Catalina, emprendieron el regreso en razón de escasear los víveres. El 25 de mayo estaban a la altura de Santa Teresa, pero la expedición ya había fracasado. Espora continuó viaje pero el 29 de mayo se encontró en aguas de Samborombón en el centro de la escuadra imperial bloqueadora al mando del capitán de fragata Juan Francisco de Oliveira Botas, fuerte en 10 buques, 129 cañones y 1.200 hombres.
En el combate de los Bajíos de Arregui, librado el 29 y 30 de mayo de 1828, Espora resistió hasta agotar su munición y tras conseguir evacuar su tripulación rindió la nave, ya destruida, siendo tomado prisionero.

Combate de los Bajíos de Arregui

De regreso de su Campaña sobre la costa de Castillos, el begantín goleta 8 de Febrero al mando de Tomás Espora entró a la bahía de Samborombón, provincia de Buenos Aires, en medio de una espesa niebla y al despejarse se encontró el día 29 de mayo en medio de una división naval brasileña compuesta de 10 navíos, las corbetas Liberal y Carioca, el bergantín Pirajá, las goletas Constança, Grenfell y Bella Maria, el bergantín goleta Honor, el lugre Principe Imperial y dos cañoneras, un total aproximado de 129 cañones y 1.200 hombres.
El 8 de Febrero fue avistado de inmediato por el enemigo, quien lo atacó inmediatamente, recostándose Espora sobre los Bajíos de Arregui, cerca de la desembocadura del río San Clemente, para desde allí procurar responder el ataque desde una menor profundidad que impidiera el ataque frontal del enemigo, con tan mala fortuna que el timón tocó fondo varando la nave.
Resuelto a luchar, Espora arengó a sus hombres: "¡Ea muchachos!, ahí está el enemigo, y aunque nuestras fuerzas sean desiguales, vamos a enseñarles que somos dignos de mantener el nombre glorioso que lleva este buque.1​ A los artilleros recomiendo la puntería, y a todos la mayor disciplina, porque seré inexorable con el que la quebrante; pero en cambio, os juro sobre esta espada y en presencia del Sol de Mayo, que si las balas respetan mi vida como otras veces, no descansaré hasta obtener que el gobierno premie con mano generosa a las familias de los que caigan en defensa de la honra nacional. Marinos y soldados del 8 de Febrero: sólo los cobardes se rinden sin pelear, y aquí, no reconozco sino argentinos y republicanos. Compañeros, arrimen las mechas y ¡Viva la Patria!".
El comandante brasileño Juan Francisco de Oliveira Botas, ante la absurda desproporción de fuerzas, lo intimó a la rendición negándose Espora e iniciándose un combate que duró diez horas y sólo finalizó al consumir los 900 tiros de cañón, empleándose en tacos hasta la ropa de los tripulantes, y quedarse sin pólvora, habiendo sufrido 25 muertos o desaparecidos, cuatro piezas desmontadas y presentar serias averías en sus palos.
Ya de noche, Espora hizo construir una jangada con manteleros, vergas, botalones, pipería, etc., la cual estuvo lista a las 4 de la mañana, tras lo que organizó el desembarco de los 38 sobrevivientes, todos ellos heridos, que al mando del teniente Gerardo Fisher y al cuidado de José Gregorio Acuña, joven estudiante de primer año de medicina que oficiaba de médico de a bordo, marcharon por tierra rumbo al Río Salado (Buenos Aires), donde llegaron el 7 de junio.
Espora permaneció a bordo junto a su segundo Antonio Toll, cuatro heridos muy graves impedidos de ser trasladados y dos asistentes. Sólo entonces rindió la nave: el encargado de recibir la rendición, teniente Joaquim Marques Lisboa, futuro almirante Tamandaré, temiendo acercarse por suponer que Espora haría volar el buque, fue tranquilizado por Espora quien le dijo "Atraque señor oficial con confianza pues le doy mi palabra que están clavados los cañones y no tengo pólvora ni para encender un cigarro".
Ambos oficiales fueron llevados ante Botas, quien impresionado por su valor solicitó al almirante Rodrigo Pinto Guedes que fueran canjeados, lo que fue aceptado, hecho único de la guerra ya que era política del mando brasilero no acceder a intercambio alguno.
El 10 de junio Espora y Toll dejaron Montevideo en la corbeta Liberal. El 13 a las 13:00 horas el 30 de Julio condujo a la escuadra enemiga al capitán Guillermo Eyre y al teniente 1° Antonio Carlos Ferreira (ex comandante de la Leal Paulistana, ahora Maldonado), quienes fueron canjeados por Espora y Toll.


En el ínterin, el jefe brasileño Brown atacó a las fuerzas de Laguna en el Combate de Las Cañas, en que tras un intercambio de disparos ambas fuerzas abandonaron su posición: las tropas de Laguna se retiraron al sur del Yaguarón, hacia Cerro Largo. De ese modo, las tropas de ambos bandos quedaron separadas por una gran distancia hasta el final de la guerra.