Expedición a la Sierra Grande y pacificación de la campaña.

A fines de 1829 Paz resolvió poner término a la intranquilidad y a la insurrección de la Sierra. Después del retiro de Javier López, Quiroga marchó sobre Catamarca para restablecer la situación existente antes de la entrada de las tropas salteñas al mando de Gorriti. El 14 de diciembre penetró Felipe Figueroa en Catamarca, adelantado por el caudillo riojano.

Se temió que después continuase Quiroga sus operaciones sobre Tucumán y Salta para castigar a sus gobiernos por el apoyo que habían dado al de Córdoba y por la invasión llevada a La Rioja. Por todo eso, Paz resolvió una operación decisiva sobre la Sierra Grande. Cruzarían la región cinco columnas independientes, pero suficientemente poderosas como para dar cuenta de cualquier resistencia; cada una de las cinco columnas tenía un objetivo preciso y luego debían cerrarse en el centro.

La operación proyectada debía contar con la rapidez y la sorpresa para impedir que se organizase la resistencia o que los rebeldes escapasen a la persecución internándose en La Rioja; también debían hallarse esas columnas en situación de regresar a Córdoba inmediatamente.

Las columnas se pusieron en marcha el 10 de enero de 1830; una de ellas caería sobre Pocho, otra llegaría a Nono; entre dos columnas avanzaría también una partida de tropas irregulares al mando del guerrillero Luna;   otra columna a las órdenes de Aráoz de Lamadrid marcharía sobre San Javier; en la extrema izquierda operaría el coronel Echevarría, que saldría de Río Cuarto y se reuniría con Aráoz de Lamadrid.

El éxito de la operación de la Sierra fue completo; las partidas enemigas sorprendidas fueron dispersadas o destruidas y en pocos días la región quedó pacificada. Algunas irrupciones en las provincias de La Rioja, San Juan y San Luis, sembraron el pánico en ellas, aunque no hayan penetrado hasta los centros de abastecimiento del enemigo.

Como a pesar de todo Quiroga se preparaba febrilmente en Mendoza para volver a Córdoba, Paz se contentó con los resultados alcanzados y regresó a la capital a fin de preparar la nueva campaña contra el caudillo riojano. Resume en sus Memorias la situación:

"La campaña de la Sierra, sin que se empeñase un combate en forma, pues no doy este nombre a innumerables pequeños encuentros en que fueron escarmentados en todas direcciones los insurrectos, fue de la más grande importancia. Una extensión del territorio quedó pacificada, los habitantes pacíficos y laboriosos, a quienes se brindó con la más completa seguridad, volvieron a sus casas y a sus faenas; las autoridades que se establecieron pudieron ejercer sus funciones; la del gobierno fue ejecutada y obedecida. El vandalismo deshecho y aterrado, dejó respirar aquellas comarcas, huyendo a otras guaridas lejanas; y, lo que es más que todo, abatió el ánimo de los anarquistas internos, que se preparaban a promover una conspiración de mayores dimensiones cuando Quiroga tocase nuestras puertas con el nuevo ejército que formaba en Mendoza. El feliz y rápido resultado de la campaña de la Sierra rompió las combinaciones de los enemigos internos, pues, aniquilado el foco de la insurrección, no pudieron, por entonces, propagarla, quedándome lugar para ocuparme con algún desahogo de los preparativos necesarios para recibir convenientemente la nueva invasión de aquel caudillo"...

Pero el relativo triunfo de Paz en Córdoba coincidía con la presencia de Juan Manuel de Rosas en el gobierno de la provincia de Buenos Aires, una consecuencia del abandono en que había sido dejado Lavalle.