Paz parte hacia Córdoba

Las fuerzas de la segunda división, al mando del general Paz, sumaban 970 hombres 

La tropa

Las fuerzas de la segunda división, al mando del general Paz, sumaban 970 hombres (un batallón de cazadores a las órdenes del coronel José Videla Castillo, uno de infantería al mando del coronel Isidoro Larraya, un regimiento de caballería a las órdenes de Aráoz de Lamadrid, una batería de artillería a las órdenes del coronel Juan Esteban Pedernera, y un escuadrón de voluntarios argentinos).

Con esas fuerzas salió Paz de Buenos Aires rumbo a Córdoba y se reunió con Lavalle el 3 de abril en el lugar denominado Los Desmochados y desde allí invadió la provincia natal.

Aráoz de Lamadrid aseguró en sus Memorias que había insistido ante los generales Paz y Lavalle para que las tropas de la segunda división no saliesen de Buenos Aires y expresa que la marcha de Paz al interior se hizo contrariando los deseos de Lavalle.

En sus Memorias póstumas, el general Paz presenta las cosas así:

José María Paz

Paz regresó a Buenos Aires, donde el general Juan Lavalle que acababa de derrocar al gobernador legal Manuel Dorrego y lo nombró su Ministro de Guerra. Pero se dedicó a formar un ejército que lucharía contra los caudillos del interior. Paz, de carácter independiente, se separó de Lavalle y decidió unirse a los unitarios para atacar al líder de los federales del interior, el general Bustos, que aún gobernaba Córdoba.

"Cinco o seis días después de haber emprendido el movimiento el general Lavalle (sobre la provincia de Santa Fe), hice yo el mío en los últimos días de marzo. Habíamos convenido en que el día 3 de abril nos reuniríamos en Los Desmochados y fuimos exactos a la cita. Allí fue que el general Lavalle supo la derrota y muerte de Rauch y la conflagración de la campaña. Allí fue donde hicimos nuestros últimos acuerdos, y nos despedimos el mismo día al anochecer. ... Habiendo despachado por agua, a San Nicolás, la mayor parte de las fuerzas expedicionarias, yo me dirigí por tierra, ordenando al coronel La Madrid que lo hiciera con su pequeño cuerpo escoltando algunos carros, o algún otro bagaje. Allí nos reunimos con el general Lavalle. .. Si el general Lavalle no hizo el uso conveniente de los arbitrios de la política para desarmar al caudillo santafesino, y si, al contrario, se cometieron algunas imprudencias, capaces de irritarlo, son incidentes, de otro género que no me propongo tratar. Sin embargo diré brevemente que no los desatendió el general Lavalle, pero cuando no era tiempo. Fue sólo después de malogrado el golpe, que le dirigió una comunicación amistosa: López creyó ver una confesión de debilidad, la recibió con desdén y la contestó con altanería ... Ocurre aquí una singular contradicción con lo que han dicho otros no menos equivocados que el señor La Madrid, que pondrá en conflicto al futuro historiador de nuestras guerras civiles. Han asegurado que yo marché al interior no sólo contra los deseos del general Lavalle sino con-trariando expresamente sus órdenes. Unos y otros se han separado de la verdad, porque ni resistió a representaciones mías para que se emprendiese la expedición ni se opuso a que la hiciere".

Desde el punto de vista militar, sea exacta o no la exposición póstuma del general Paz, fue un error la división de las fuerzas del ejército para operar aisladamente y en escenarios distantes cuando la situación no era halagüeña para Lavalle en Buenos Aires, teniendo por un lado la hostilidad abierta de Estanislao López en Santa Fe y la campaña bajo la influencia de Rosas. Paz se había decidido a operar en el interior, como cordobés, convencido del efecto político de la recuperación de la provincia de Córdoba para la causa común. Desde Córdoba, sus amigos le habían advertido de la posibilidad de terminar con el régimen de Bustos y había adquirido compromisos para acudir en ayuda de los descontentos.

En una carta confidencial a Alvear, Lavalle escribió: 

"La guerra con Santa Fe nunca puede traer sino perjuicios. Yo la invadí porque era necesario para que pasase el general Paz a Córdoba, que es la señora del interior. Hoy ya no tiene objeto nuestra contienda con López, porque si los que van a sucedernos piensan nacionalizar el país, López no podría ser un obstáculo, desde que Buenos Aires esté tranquilo y en unión con Córdoba".

Convencido de ello, escribió a Estanislao López, el 26 de marzo: 

"Obligado por V. E. a combatir, he penetrado en la provincia de su mando con 600 caballos en busca de un campo de batalla que hubiera terminado en una hora los males de la guerra civil. Mas no habiéndolo encontrado, y debiendo aquélla prolongarse, mi deber y mi conciencia me dictan esta carta, con el fin de proponer a V. E. una paz sólida y durable, que haga cesar en su origen la devastación que amenaza a este suelo"... Y termina con estas palabras: "Ofrezco a V. E. mis sentimientos de paz y fraternidad".