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El Congreso de Buenos Aires y los primeros problemas en el interior   
   

En 1824 se reunió en Buenos Aires el Congreso, firmemente controlado por los porteños. Su misión era sancionar una constitución, pero la campaña de los Treinta y Tres Orientales en la Banda Oriental, que dio inicio a la Guerra del Brasil, obligó a crear un ejército nacional. Para financiarlo y dirigirlo, el mismo Congreso creó el cargo de Presidente de la República Argentina, para el que fue electo el líder del partido unitario, Bernardino Rivadavia. No sólo se dedicó organizar la guerra del Brasil, sino que también tomó decisiones sobre asuntos que, hasta entonces, habían sido privativos de cada provincia.

A poco de iniciado su gobierno, Rivadavia disolvió el gobierno de la provincia de Buenos Aires, perdiendo con ello el apoyo de los estancieros porteños. Además profundizó las medidas que había tomado durante el gobierno de Martín Rodríguez, incluyendo una moderada tolerancia religiosa y el firme control sobre la iglesia católica local. En los círculos conservadores del interior del país, estas medidas fueron interpretadas como "herejías".

Los primeros problemas en el interior comenzaron en la provincia de San Juan, donde el gobernador Salvador María del Carril intentó imitar las reformas de Rivadavia. Fue derrocado por una revolución dirigida por clérigos en julio de 1825 y obligado a huir a Mendoza. Allí logró el apoyo del gobernador unitario Juan de Dios Correas, que había llegado al poder poco antes, por medio de una revolución dirigida por su pariente poítico Juan Lavalle. Éste envió una expedición que, al mando del coronel José Félix Aldao — que sería en el futuro uno de los más destacados caudillos federales — derrotó a los rebeldes en septiembre de 1825, devolviendo el gobierno a los unitarios.

En Catamarca, hacia el final del gobierno de Ruzo hubo un serio enfrentamiento entre dos comandantes que aspiraban al gobierno: Manuel Antonio Gutiérrez y Marcos Antonio Figueroa. La legislatura decidió conservar la paz ante todo, y — con la garantía del comandante riojano Facundo Quiroga — logró un arreglo entre los contendientes, por el que Gutiérrez fue electo gobernador en julio de 1825. Su gobierno era dirigido por el hacendado Miguel Díaz de la Peña — unitario y partidario de Rivadavia — que lo convenció de eliminar de la legislatura a los opositores federales.

 
 

 Comienzo de una guerra civil 

   
 

A principios de 1826 apareció en Catamarca el coronel Gregorio Aráoz de Lamadrid, enviado por Rivadavia a reunir el contingente militar que debía participar en la Guerra del Brasil. Gutiérrez lo convenció de volver a Tucumán, donde derrocó a Javier López, que había hecho fusilar a su tío Bernabé Aráoz. López estaba en el sur de la provincia, y a su regreso fue derrotado por Lamadrid en la batalla de Rincón de Marlopa, en las afueras de la capital. En Catamarca, Figueroa y Facundo Quiroga derrocaron a Gutiérrez. Éste llamó en su ayuda a Lamadrid, que regresó a Catamarca y derrotó a Figueroa en agosto de 1826.

Facundo Quiroga.Facundo Quiroga tenía varias razones simultáneas para lanzarse a la guerra: en primer lugar, era el principal accionista de una empresa que explotaba las minas del Cerro de Famatina, pero el presidente Rivadavia era el gestor de una empresa rival, a la cual adjudicó — en su carácter de presidente de la República — los derechos exclusivos sobre los mismos yacimientos. También estaba muy alarmado por los avances anticlericales del gobierno de Rivadavia, y contra las pretensión del Congreso de imponer por la fuerza la constitución unitaria de 1826.

Por su parte, Rivadavia financió al ejército de Lamadrid, a quien encargó eliminar la resistencia de los jefes federales del norte, Facundo Quiroga, Juan Bautista Bustos y Felipe Ibarra. La traición de Gutiérrez le dio la razón final para lanzarse al ataque. En octubre de 1826 invadió Catamarca y repuso a Figueroa en el gobierno. Como Lamadrid saliera en su defensa, lo derrotó en la batalla de El Tala, del 27 de octubre, en el límite norte de Catamarca. Éste fue dado por muerto, y Quiroga ocupó la capital de la provincia, abandonándola a los pocos días.

Poco tiempo después, Facundo regresó hacia su provincia, adelantándose a la orden de Rivadavia de atacarlo desde el sur. El coronel Aldao desarmó a los unitarios mendocinos, ayudando al general Juan Rege Corvalán a asumir el gobierno de esa provincia. Simultáneamente, Quiroga invadió San Juan, donde la legislatura decidió no combatirlo y nombró gobernador a un pariente suyo.

 

 Segunda campaña de Quiroga 

 
   

Mientras tanto, en Tucumán, Lamadrid había salvado su vida y recuperado el gobierno. Para vengarse de los federales, envió al coronel Francisco Bedoya a invadir Santiago del Estero. Pero el gobernador Ibarra lo dejó ocupar la capital y lo sitió, dejándolo sin víveres y obligándolo a retirarse una semana más tarde. Por su parte, en Catamarca, Gutiérrez volvió a ocupar el gobierno. Poco tiempo después, el gobernador salteño Arenales fue derrocado por el coronel Francisco Gorriti, que unos días más tarde derrotó en Chicoana a Bedoya, que resultó muerto. El 8 de febrero de 1827, Arenales huyó hacia Bolivia y Gorriti volvió a asumir el gobierno provincial.

Lamadrid invadió Santiago del Estero, derrotando a Ibarra; pero igualmente debió abandonar la provincia, e Ibarra volvió al gobierno acompañado por Facundo Quiroga. Desde allí, los federales ocuparon Catamarca y marcharon sobre Tucumán. Quiroga derrotó por segunda vez a Lamadrid en la batalla de Rincón de Valladares, cerca de la capital de la provincia, el 6 de julio de 1827. Lamadrid huyó a Bolivia, mientras el riojano ocupaba la ciudad y la sometía al pago de fuertes reparaciones de guerra. Al dejar la provincia, asumió el gobierno el federal Nicolás Laguna.

A fines de 1827, todas las provincias estaban en manos de miembros del partido federal — después de la renuncia de Rivadavia, gobernaba la provincia de Buenos Aires Manuel Dorrego — excepto la provincia de Salta.

 
 
 
       

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