En 1820, se casó con Encarnación de Ezcurra.
Se enfrentó con sus padres por una cuestión de honor relacionada con su
administración de la estancia de la familia, cambió y simplificó el nombre de
Juan Manuel José Domingo Ortiz de Rozas por el de Juan Manuel de Rosas y comenzó
su exitosa carrera como estanciero independiente.
Se asoció con Juan Terrero para establecer un saladero, Las Higueritas, cerca
de Quilmes; cuando el gobierno lo clausuró, compraron una estancia y comenzaron
uno nuevo. Luego fundaron Los Cerrillos sobre el río Salado cerca de la
frontera con los indios.
Su primera actuación oficial fue en 1818 a pedido del Director Supremo Pueyrredón
para que asumiera la responsabilidad de defender la frontera sur de los ataques
de los indios.
Logró resolver los problemas por medio de tratados con los caciques indios a
quienes conocía bien. Al año siguiente envió al gobierno un plan para el
desarrollo, la vigilancia y la defensa de las pampas más remotas, anticipando
en sesenta años la Conquista del Desierto.
Se unió al ejército de Rodríguez en Buenos Aires para luchar, con Manuel
Dorrego, en la campaña contra José Miguel Carrera, Carlos M. de Alvear y
Estanislao López en su oposición al gobierno de Buenos Aires.
Renunció al ejército con el rango de coronel; regresó a Los Cerrillos y la
vida de campo.
Continuó preparado, con sus gauchos y peones armados, para proteger la frontera
contra el ataque de los indios, instaló fuertes a lo largo de la nueva línea
de frontera e hizo nuevos acuerdos con los indios, pero Rivadavia (entonces
presidente) se negó a aceptar las condiciones de Rosas.
Los indios renovaron sus ataques y Rosas, que tenía su estancia en la frontera,
se convirtió en un poderoso opositor de Rivadavia. Para ese entonces se había
hecho federal, opuesto violentamente a los unitarios, dirigidos por Rivadavia.
Después de la renuncia de Rivadavia (1827), Rosas fue designado comandante de
la milicia con órdenes de lograr la paz con los indios y de establecer un
pueblo en Bahía Blanca. Realizó con éxito ambos cometidos. Cuando el unitario
Lavalle destituyó del cargo de gobernador de Buenos Aires a Dorrego en 1828,
Rosas dirigió sus propios hombres contra aquél, se unió a Estanislao López
de Santa Fe para derrotar a Lavalle en Puente de Márquez, el 26 de abril de
1829, y en julio Lavalle y Rosas firmaron una tregua.
El 6 de diciembre de 1829, Rosas fue nombrado gobernador de Buenos Aires con
poderes extraordinarios; desde entonces hasta febrero de 1852 -con la excepción
del corto período desde 1832 hasta 1835- dominó no sólo Buenos Aires, sino
también las provincias.
Rosas designó un gabinete capaz, incluyendo a Tomás Guido como ministro de
Gobierno y de Relaciones Exteriores, Manuel J. García como ministro de Hacienda
y Juan Ramón Balcarce como ministro de Guerra y Marina; una de sus primeras
acciones fue celebrar un solemne funeral por Dorrego, ejecutado por Lavalle el año
anterior; luego confiscó las propiedades de aquellos que habían intervenido en
la revolución del 1º de diciembre de 1828, que había derrocado al gobierno de
Dorrego; utilizó estos fondos para recompensar a los veteranos de su ejército
restaurador y a los agricultores y peones que hablan sufrido grandes pérdidas
en la lucha.
Rosas, que creía firmemente que una reorganización nacional constitucional era
prematura en ese momento, retiró el apoyo de Buenos Aires; el 5 de diciembre de
1832, fue reelecto gobernador pero no aceptó el cargo, a pesar de las súplicas
del pueblo, porque no se le otorgaban poderes extraordinarios. Juan Ramón
Balcarce asumió la gobernación de Buenos Aires pero comenzaron a surgir
desavenencias entre sus partidarios y los de Rosas; destituido por Rosas en la
"Revolución de los Restauradores", lo siguió Juan José Viamonte
(1833-1834); mientras tanto, Rosas había ido al sur de la provincia para
dirigir las fuerzas expedicionarias hacia el corazón del territorio al
sudoeste, oeste y noroeste de Buenos Aires.
Una sequía de tres años había sido desastrosa para la pastura del ganado y
era esencial conseguir nuevas tierras; con casi dos mil hombres, Rosas empujó a
los indios más hacia el sur, abriendo nuevas tierras, destruyendo tribus de
importantes caciques que habían atacado los pueblos de Buenos Aires, matando o
capturando a miles de indios, rescatando unos dos mil cautivos de ellos y
explorando los cursos de los ríos Neuquén, Limay y Negro hasta el pie de los
Andes.
Finalmente, firmó la paz con los indios, prometiéndoles la comida necesaria a
cambio de su rendición y otras concesiones; esta paz duró veinte años; a su
regreso a Buenos Aires, se lo aclamó con entusiasmo como héroe conquistador;
la legislatura le confirió el título de "Restaurador de las leyes",
le otorgó la isla de Choele Choel (que no aceptó pero tomó a cambio sesenta
leguas cuadras de tierras buenas para la pastura, cercanas a Buenos Aires); se
le rindieron otros muchos honores.
El gobierno se encontraba en dificultades, doña Encarnación y los partidarios
de Rosas habían sabido manejar la situación política contra los gobiernos en
el poder durante su ausencia; ya se habla creado la Mazorca, policía secreta,
que incitando al pueblo a apoyar a Rosas y atemorizando a sus opositores, provocó
la caída de Viamonte. Bernardino Rivadavia había regresado al país, después
de un exilio de cinco años, pero no se le autorizó a permanecer. Se había
comenzado a usar la cinta o divisa punzó (cinta o distintivo rojo subido, color
de los uniformes usados por la primera unidad militar de Rosas contra los británicos
y luego por los combatientes de los indios del sur) como emblema de la lealtad
federal (luego fue obligatoria); el más grande rival de Rosas, Juan Facundo
Quiroga, había sido asesinado en febrero de 1835.
El 7 de marzo, el gobernador interino, Manuel Vicente Maza, renunció y Rosas
aceptó el cargo siempre que se le otorgaran poderes judiciales, ejecutivos y
legislativos ilimitados y que un plebiscito aprobara su nombramiento; el 13 de
abril de 1835, tomó el poder.
Por primera vez desde la Revolución de Mayo, se unieron las provincias
argentinas bajo un gobierno central (de hecho, no de derecho) decidió a hacer
respetar su autoridad por cualquier medio; de inmediato, Rosas dejó cesantes o
pidió la baja de cientos de funcionarios del gobierno, empleados y oficiales
del ejército, cuya lealtad hacia él no era del todo clara; a lo largo de su
mandato enfrentó despiadadamente la oposición individual, grupal o
institucional y demandó una constante demostración de lealtad; su propósito
según decía era conservar la paz y el orden para que la nación pudiera
prosperar política, social y económicamente.
Durante este período, la industria ganadera dominó la vida nacional con sus
demandas de más tierras para el pastoreo, nuevas fuentes de sal para los
saladeros y la creciente monopolización por parte de Buenos Aires del lucrativo
comercio de carne salada y desecada.
Rosas estaba muy involucrado en todo esto como estanciero, y propietario de
mataderos, saladeros y del monopolio de la sal.
En 1851, Justo José de Urquiza de Entre Ríos, uno de los generales más
importantes de Rosas, anunció su intención de derrocar a Rosas.
Con la ayuda de los unitarios, las fuerzas de Rivera, el Brasil (contra el que
Rosas había luchado por el Uruguay) y la mayoría de los caudillos
provinciales, las fuerzas de Rosas fueron vencidas en la batalla de Caseros: el
3 de febrero de 1852 una era había llegado a su fin.
Rosas, con su familia, fue llevado a Inglaterra en un barco inglés. Se
estableció en un pequeño pueblo de Inglaterra (Swarkling) cerca de
Southamptom, donde vivió durante veinticinco años de los aportes partidarios
de Buenos Aires (hasta de Urquiza) porque su enorme fortuna había sido
confiscada; murió y fue enterrado allí. En 1990 se repatriaron sus
restos a la Argentina y se colocaron en el cementerio de La
Recoleta |