Manuel Moreno (1782-1857)
 

Nació en Buenos Aires el 31 de enero de 1782.
Murió en Buenos Aires el 28 de diciembre de 1857.

A Manuel Moreno le tocó vivir en una época difícil para el país, donde la dinámica de los procesos políticos ocasionaba víctimas a cada momento y donde se podía pasar, de la noche a la mañana, de ser un patriota a ser un traidor a la Nación, por el simple hecho de un cambio de gobierno.

Porteño, nacido en 1782, cuando el Virreinato era fuerte y no mostraba aún ninguna fisura, Moreno se educó en el Real Colegio de San Carlos, al igual que su hermano Mariano.

Como éste, llegó a comandar un batallón de milicianos urbanos, durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807. Y cuando Mariano fue Secretario de la Junta Gubernativa patria, Manuel lo acompañó como funcionario de gobierno. Poco después, Mariano Moreno fue nombrado delegado diplomático ante Inglaterra, una manera elegante de ser quitado del medio. Manuel lo acompañó, en ese viaje que no tendría destino para Mariano, ya que moriría en altamar.

Llegado a Londres, Manuel Moreno se radicó en la capital inglesa, donde publicó Vida y memorias del Dr. Mariano Moreno. Dos años después, regresó a Buenos Aires, para convertirse en uno de los más firmes opositores a la instauración de una monarquía en el país, idea sostenida por algunos influyentes patriotas. Por esa oposición, el Director Supremo Pueyrredón decretó su destierro a los Estados Unidos.

En la Universidad de Maryland (hoy Baltimore) se graduó de médico, profesión que nunca llegaría a ejercer.

En 1821, regresó al país para intervenir en política. Ni bien arribado, revalidó su título en la Universidad de Buenos Aires, y publicó diversos escritos de carácter político y sociológico en La Abeja Argentina y El Argos de Buenos Aires. Un año después, fue designado Director de la Biblioteca Nacional, cargo que mantendría durante muchos años y que constituyó una de sus principales obras culturales.

También, en virtud de la experiencia obtenida en Europa y del estudio de las instituciones educativas de ese continente, Moreno se atrevió a criticar con vehemencia la educación que en estas tierras se impartía a los universitarios. Dirá, por ejemplo, que "en las lecciones de filosofía se omite la aritmética y la geometría, que como llevo dicho, ignora siempre el maestro mismo, de que resulta que en todas las cuestiones de física se pasan por alto las pruebas de la demostración matemática...(...). Pero es doloroso añadir que aún se defienden con calor las tesis que han sido abandonadas en Europa hace cincuenta años, o se ignoran los descubrimientos hechos por los modernos en esa parte tan provechosa de los conocimientos humanos."

En 1823, y hasta 1824, integró la Academia Nacional de Medicina y la presidió. De este gobierno nació, por ejemplo, la publicación de los Anales de dicha institución, en cuyo primer número defendió la existencia de las asociaciones científicas, demostrando al mismo tiempo la importancia que las mismas tenían para el progreso de las naciones.

Paralelamente, de 1821 a 1827, Moreno fue diputado y Ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores del gobierno de Manuel Dorrego, tarea que no le impidió desarrollar una intensa actividad como periodista, siendo entonces un adalid de la defensa de los principios democráticos.

Por otro lado, entre 1823 y 1828, Moreno fue Profesor titular de la Cátedra de Química de la Universidad, siendo, por esto, el primero en dictar clases públicas de esa disciplina en el país, hecho que le valió el mote de "Don Oxide". De esa labor, se conservan los apuntes de enseñanza; unos manuscritos de casi 600 páginas. También se recuerda que en el laboratorio de la Cátedra, Moreno encendió cuatro lámparas a gas, acontecimiento que nunca se había visto en el país, y del cual nacería un nuevo sistema de iluminación urbana para Buenos Aires.

En 1829, fue designado Encargado de Negocios en Londres. Tres años después, Rosas lo designó Enviado con plenos poderes en Inglaterra. Entonces, Moreno reclamó, por primera vez, la soberanía nacional sobre las Islas Malvinas.

En 1835 fue comisionado como enviado extraordinario en los Estados Unidos. Era, por entonces, uno de los diplomáticos más importantes del país, situación por la cual se lo envió otra vez a Europa, donde hizo una nueva reclamación ante Inglaterra por la posesión de las Islas Malvinas. Estando allí, supo del hallazgo en la Patagonia de carbón de piedra y otros minerales valiosos, información que pronto suministró a Rosas.

Regresó a la Argentina en 1852, con la caída de Rosas. Los últimos años de su vida, que terminó a fines de 1857, los pasó en Buenos Aires, alejado de la política y la diplomacia.

 

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