Olañeta Pedro Antonio (1789-1825). 
 

General realista del Alto Perú; configuró una amenaza al noroeste de la Argentina durante las guerras de la independencia; comerciante español, radicado en Salta, que estableció un vasto comercio en el virreinato, primordialmente entre Potosí y Buenos Aires; profundamente conservador y totalmente leal a la Iglesia y a la Corona, ofreció sus servicios al ejército español cuando las fuerzas patriotas trataron de expandir la Revolución de Mayo hacia el noroeste y hasta el Alto Perú (ahora Bolivia). 
Sus recursos, sus contactos extraordinarios, su disponibilidad de potencial humano, su conocimiento del terreno, su aguzada inteligencia para aprender los procedimientos militares, hicieron de él un valioso elemento para el ejército español; se vinculó estrechamente con el general Joaquin de la Pezuela (más tarde virrey del Perú); luchó contra las fuerzas patriotas en Salta, Tucumán, Vilcapugio, Ayohuma y Sipe Sipe; después de 1816, encontrándose San Martín absorbido en la formación del ejército de los Andes para llevar a cabo su estrategia continental, la lucha en la frontera noroccidental se convirtió en una operación de contención, más que en el teatro principal de las operaciones bélicas.
Olañeta invadió reiteradamente Jujuy, ocupándola en 1817 y estableciendo allí su cuartel general; intentó tomar Salta pero fue derrotado por Martín de Güemes; en 1821 la tomó por sorpresa en una acción durante la cual Güemes fue muerto; en ese momento, Olañeta ostentaba el grado de general, al mando de las tropas realistas en el Alto Perú; los acontecimientos que siguieron a la rebelión de 1820 en España lo perturbaron considerablemente; La Serna, que reemplazó a Pezuela como virrey y comandante y los nuevos oficiales españoles que llegaron después: apoyaron la constitución liberal de 1812 que Fernando VII había sido obligado a aceptar; durante los cinco años siguientes Olañeta se sintió crecientemente frustrado a medida que continuaba luchando contra los patriotas, pero al mismo tiempo crecía su sospecha y odio contra los nuevos oficiales españoles a quienes consideraba desleales para con Fernando VII y el dominio tradicional de la Corona española; su sobrino Casimiro Olañeta trató de ganarlo para la causa de la independencia boliviana como una tercera alternativa para el poder patriota argentino o el liberal español; durante algún tiempo Olañeta pareció interesarse (hasta el punto que Bolívar, en ese momento comandante del ejército de la independencia, lo consideró casi como otro libertador).
Olañeta, empero, mantuvo impertérrita su lealtad hacia Fernando VII; a principios de abril, con Sucre en Bolivia para completar la conquista, y abrigando la esperanza de ganar el apoyo de Olañeta, éste se Pronunció tanto contra Sucre como contra los realistas; abandonado por la mayor parte de sus seguidores, tuvo un encuentro en Tumusla con fuerzas dirigidas por Carlos Medinaceli, su ex segundo comandante.
Fue muerto en combate el 1° de abril de 1825, siendo la única baja de la refriega; dos meses después, irónicamente, Fernando VII (ignorando su muerte), lo recompensó con el nombramiento de virrey del Perú y, de manera igualmente irónica, la mayoría de los historiadores cree que sus acciones, al dividir a las fuerzas realistas en esos momentos críticos, pueden haber contribuido a la pérdida final de España de sus colonias de la América del Sur; carente de oposición por parte de una Argentina preocupada por sus problemas internacionales y, decididamente dispuesta, en esos momentos, a que fracciones individuales del virreinato forjasen sus propios destinos, Bolivia ganó su independencia poco tiempo después.

 

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