En
las elecciones celebradas el 24 de febrero, las primeras libres de
fraude desde 1931, resulta triunfadora la candidatura de Perón. Su
gobierno será un régimen populista, hijo de la posguerra y del
agotamiento de la política tradicional.
A
pesar de una fuerte oposición de los partidos que integraban la Unión
Democrática, a los que se sumaba la oligarquía, la alta burguesía,
los universitarios y los intereses de Estados Unidos, la fórmula
Juan Domingo Perón y Juan Hortensio Quijano gana las presidenciales
gracias sobre todo a los votos de la clase obrera, y en menor medida de
nacionalistas, católicos y fascistas que lo consideraban un freno al
comunismo. El peronismo fue un régimen justicialista y populista, de
base social obrera e ideología y política burguesa, fuertemente
nacionalista en lo económico y autoritario en lo político, que mostró
desprecio hacia la tradición republicana liberal y la libertad de
prensa, aunque mantuvo el origen democrático en cuanto a su sustento
popular.
Era
la mitad del país contra la otra mitad. Durante su primer y segundo
gobierno, Perón nacionalizó los teléfonos y los ferrocarriles,
impulsó la marina mercante, la industrialización y el desarrollo de la
energía nuclear y legisló a favor de la mujer, con el derecho a voto o
la legalización del divorcio, y de las clases bajas.
Creó,
además, el Instituto Argentino de Promoción del intercambio (IAPI)
destinado a controlar el comercio de exportaciones argentinas, y la
empresa Gas del Estado.
En
política internacional, el peronismo sostuvo la denominada Tercera
Posición, en la línea de los principios de la no alineación en
ninguno de los dos bloques surgidos de la Conferencia de Yalta.
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