El 15 de julio
de 1943 nacieron en Buenos Aires los quintillizos Dilligenti, un
acontecimiento que sorprendió al país y a todo el mundo. Era explicable: en
aquellos tiempos no se conocían las técnicas de fertilización asistida; un
alumbramiento de semejante magnitud asombraba al más pintado. Apenas unos
años antes -para ser exactos el 28 de mayo de 1934- habían nacido en Canadá
los quintillizos Dionne, un suceso que corrió como reguero de pólvora
suministrándole abundante paño a la prensa universal. La gente quería saber
cómo crecían los Dionne, qué hacían de sus vidas y barruntaba,
entusiasmada, el posible vaivén de sus futuros. Las empresas se disputaban la
ventaja de esponsorearlos llevando agua a sus molinos con un flaco desembolso.
Los Dionne recibían gratuitamente leche, complejos vitamínicos, pañales,
etc. Sin duda amedrentados ante este antecedente los Dilligenti, que eran
gente de considerable fortuna y prestigio social, resolvieron mantener el
hecho en la mayor privacidad. Vivían en el porteño barrio de Belgrano R, en
una señorial casona ubicada en el cruce de la calle Pampa con la avenida
Melián. Y Franco, el padre, tomó la decisión: decidió anotar a los cinco
chicos en distintos registros civiles, cosa que nadie supiera del excepcional
hecho. Franco era italiano, y había llegado a la Argentina después de la
Primera Guerra Mundial, allá por 1920. Casado con Ana Versano, una cantante
lírica de origen siciliano, tenía tres hijos al momento de nacer sus
célebres quintillizos: Armando, de once años; Ana María, de ocho, y Mayra,
que había cumplido seis. Lo cierto es que el silencio sobre la llegada al
mundo de los quintillizos argentinos -por orden de aparición Carlos Alberto,
Franco, María Cristina, María Fernanda y María Esther- duró poco, menos de
un año. Recién en 1944 los medios del país comenzaron a hablar de ellos con
arrolladora curiosidad. Muchos suponen que la verdad trascendió durante una
partida de bridge, de la cual participó una periodista. Otros dicen que la
enorme cantidad de botellas de leche que todos los días aparecían -y
desaparecían- de la puerta del palacete de los Dilligenti, movilizó una
entendible investigación barrial. Pero también es cierto que Armando, el
hijo mayor del matrimonio, habló de sus cinco hermanos en el colegio inglés
al que concurría. El hecho fue que radios y diarios se ocuparon de estos
saludables chicos argentinos, habitualmente reproducidos en fotos que los
mostraban a todos vestidos iguales. Sin embargo, con el paso de los años, los
quintillizos vernáculos mantuvieron a ultranza sus identidades. Todos
concurrieron a distintos colegios y universidades y hasta decidieron
desarrollar sus vidas en diferentes países. Actualmente en la Argentina sólo
viven dos, María Fernanda y Franco.
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