XIV

 

731
me llevó consigo un viejo
que pronto mostró la hilacha,
dejaba ver por la facha
que era medio cimarrón,
muy renegao, muy ladrón,
y le llamaban Vizcacha.

732
Lo que el Juez iba buscando
sospecho, y no me equivoco;
pero este punto no toco
ni su secreto aviriguo;
mi tutor era un antiguo
de los que ya quedan pocos;

733
viejo lleno de camándulas,
con un empaque a lo toro,
andaba siempre en un moro
metido no sé en qué enriedos,
con las patas como loro
de estribar entre los dedos.

734
Andaba rodiao de perros
que eran todo su placer,
jamas dejó de tener
menos de media docena,
mataba vacas ajenas
para darles de comer.

735
Carniábamos noche a noche
alguna res en el pago,
y dejando alli el rezago
alzaba en ancas el cuero,
que se lo vendía a un pulpero
por yerba, tabaco y trago.

736
¡Ah!, Viejo más comerciante
en mi vida lo he encontrado.
Con ese cuero robao
el arreglaba el pastel,
y allí entre el pulpero y él,
se estendía el certificao.

737
La echaba de comedido;
en las transquilas, lo viera,
se ponía como una fiera
si cortaban una oveja;
pero de alzarse no deja
un vellón o unas tijeras.

738
Una vez me dió una soba
que me hizo pedir socorro,
porque lastimé a un cachorro
en el rancho de unas vascas;
y al irse se alzó unas guascas:
para eso era como zorro.

739
"¡Ahijuna!", Dije entre mí,
"Me has dao esta pesadumbre;
ya verás; cuanto vislumbre
una ocasión medio güena,
te he quitar la costumbre
de cerdiar yeguas ajenas."

740
Porque maté una Vizcacha
otra vez me reprendió;
se lo vine a contar yo,
y no bien se lo hube dicho:
"Ni me nuembres ese bicho",
me dijo, y se me enojó.


742
Una tarde halló una punta
de yeguas medio bichocas;
despues que voltió unas pocas,
las cerdiaba con empeño:
yo vide venir al dueño,
pero me callé la boca.

743
El hombre venía jurioso
y nos cayó como un rayo;
se descolgó del caballo
revoliando el arriador,
y lo cruzó de un lazazo
ahi no más a mi tutor.
 

 

 

 

741
Al verlo tan irritao
hallé prudente callar.
"Este me va a castigar",
dije entre mí, "Si se agravia."
Ya vi que les tenía rabia,
y no las volví a nombrar.

744
No atinaba don Vizcacha
a qué lado disparar,
hasta que logró montar,
y, de miedo del chicote,
se lo apretó hasta el cogote,
sin pararse a contestar.

745
Ustedes creerán tal vez
que el viejo se curaría...
No, señores, lo que hacía,
con mas cuidao dende entonces,
era maniarlas de día
para cerdiar a la noche.

746
Ese jué el hombre que estuvo
encargao de mi destino;
siempre anduvo en mal camino,
y todo aquel vecindario
decía que era un perdulario,
insufrible de dañino.

747
Cuando el Juez me lo nombró,
al dármelo de tutor,
me dijo que era un Señor
el que me debía cuidar,
enseñarme a trabajar
y darme la educación.

748
¡Pero que había de aprender
al lao de ese viejo paco;
que vivía como un chuncaco
en los bañaos, como el tero;
un haragán, un ratero,
y más chillón que un varraco.

749
Tampoco tenía más bienes
ni propiedad conocida
que una carreta podrida,
y las paredes sin techo
de un rancho medio deshecho
que le servía de guarida.

750
Después de las trasnochadas
allí venía a descansar;
yo desiaba aviriguar
lo que tuviera escondido,
pero nunca había podido,
pues no me dejaba entrar.

751
Yo tenía unas jergas viejas,
que habian sido mas peludas;
y con mis carnes desnudas,
el viejo, que era una fiera,
me hechaba a dormir ajuera
con unas heladas crudas.

752
Cuando mozo jué casao,
aunque yo lo desconfío,
y decía un amigo mío
que, de arrebatao y malo,
mató a su mujer de un palo
porque le dió un mate frío.

753
Y viudo por tal motivo
nunca se volvió a casar;
no era fácil encontrar
ninguna que lo quisiera:
todas temerían llevar
la suerte de la primera.

754
Soñaba siempre con ella,
sin duda por su delito,
y decía el viejo maldito,
el tiempo que estuvo enfermo,
que ella dende el mesmo infierno
lo estaba llamando a gritos.

 

La vuelta de
Martín Fierro

 
XIII

XIV

XV