XXVII

 

964
He servido en la frontera
en un cuerpo de milicias;
no por razón de justicia
como sirve cualesquiera.

965
La bolilla me tocó
de ir a pasar malos ratos
por la facultá del ñato,
que tanto me persiguió.

966
Y sufrí en aquel infierno
esa dura penitencia,
por una malaquerencia
de un Oficial subalterno.

967
No repetiré las quejas
de lo que se sufre allá:
son cosas muy dichas ya
y hasta olvidadas, de viejas.

968
Siempre el mesmo trabajar,
siempre el mesmo sacrificio,
es siempre el mesmo servicio,
y el mesmo nunca pagar.

969
Siempre cubiertos de harapos,
siempre desnudos y pobres,
nunca le pagan un cobre
ni le dan jamás un trapo.

970
Sin sueldo y sin uniforme
lo pasa uno aunque sucumba:
confórmese con la tumba;
y si no... No se conforme.

971
Pues si usté se ensoberbece
o no anda muy voluntario,
le aplican un novenario
de estacas... Que lo enloquecen.

972
Andan como pordioseros
sin que un peso los alumbre,
porque han tomao la costumbre
de deberle años enteros.

973
Siempre hablan de lo que cuesta;
que allá se gasta un platal:
¡pues yo no he visto ni un rial
en lo que duró la fiesta!

974
Es servicio estrordinario
bajo el jusil y la vara,
sin que sepamos qué cara
le ha dao Dios al comisario.

975
Pues si va a hacer la revista
se vuelve como una bala:
es lo mesmo que luz mala
para perderse de vista.

976
Y de yapa cuando va,
todo parece estudiao:
van con meses atrasaos
de gente que ya no está.

977
pues si adrede que lo hagan,
podrán hacerlo mejor:
cuando cai, cai con la paga
del contingente anterior.

984
Y esos pobres infelices,
al volver a su destino,
salen como unos longinos
sin tener con que cubrirse.

985
A mí me daba congojas
el mirarlos de ese modo,
pues el más aviao de todos
es un perejil sin hojas.

986
Aura poco ha sucedido,
con un invierno tan crudo,
largarlos a pie y desnudos
pa volver a su partido.

987
Y tan duro es lo que pasa
que, en aquella situación,
les niegan un mancarrón
para volver a su casa.

988
¡Lo tratan como a un infiel!
Completan su sacrificio
no dándole ni un papel
que acredite su servicio.

989
Y tiene que regresar
más pobre de lo que jué;
por supuesto, a la mercé
del que lo quiere agarrar.

990
Y no averigüe después
de los bienes que dejó:
de hambre, su mujer vendió
por dos lo que vale diez.

991
Y como están convenidos
a jugarle manganeta,
a reclamar no se meta,
porque ése es tiempo perdido.

992
Y luego, si a alguna estancia
a pedir carne se arrima,
al punto le cain encima
con la ley de la vagancia.

993
Y ya es tiempo, pienso yo,
de no dar más contingente:
si el Gobierno quiere gente,
que la pague y se acabó.

994
Y saco así en conclusión,
en medio de mi inorancia,
que aquí el nacer en estancia
es como una maldición.

995
Y digo, aunque no me cuadre
decir lo que naides dijo:
la provincia es una madre
que no defiende a sus hijos.

996
Mueren en alguna loma
en defensa de la ley,
o andan lo mesmo que el güey,
arando pa que otros coman.

997
Y he de decir ansí mismo
porque de adentro me brota
que no tiene patriotismo
quien no cuida al compatriota.

978
porque son como sentencia
para buscar al ausente,
y el pobre que está presente
que perezca en la endigencia;

979
hasta que, tanto aguantar
el rigor con que lo tratan
o se resierta, o lo matan,
o lo largan sin pagar.

980
De ese modo es el pastel,
porque el gaucho -ya es un hecho-
no tiene ningún derecho,
ni naides vuelve por él.

981
¡La gente vive marchita!
Si viera cuando echan tropa:
les vuela a todos la ropa
que parecen banderitas.

982
De todos modos lo cargan,
y al cabo de tanto andar,
cuando lo largan, lo largan
como pa echarse a la mar.

983
Si alguna prenda le han dao
se la vuelven a quitar:
poncho, caballo, recao,
todo tiene que dejar.

 

La vuelta de
Martín Fierro

 

XXVI

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