953 Cuando me llegó mi
turno dije entre mí: "Ya me toca", y aunque mi falta era poca no
sé por que me asustaba; les asiguro que estaba con el Jesús en ia
boca.
954 Me dijo que yo era un vago, un jugador, un perdido; que
dende que fí al partido andaba de picaflor; que había de ser un
bandido como mi antesucesor.
955 Puede que uno tenga un vicio y que de él no se
reforme, mas naides esta conforme con recebir ese trato: yo
conocí que era el ñato quien le había dao los informes.
956 Me dentro curiosidá, al ver que de esa manera tan siguro
me dijera que jué mi padre un bandido; luego, lo habrá
conocido, y yo inoraba quien era. |
957 Me empeñé en
aviriguarlo; promesas hice a Jesús; tuve por fin una luz y supe
con alegría que era el autor de mis días el guapo sargento Cruz.
958 Yo conocía bien su historia y la tenía muy presente: sabía
que Cruz, bravamente, yendo con una partida, había jugado la
vida por defender a un valiente.
959 Y hoy ruego a mi Dios piadoso que lo mantenga en su
gloria; se ha de conservar su historia en el corazón del hijo; el
al morir me bendijo yo bendigo su memoria.
960 Yo juré tener enmienda y lo conseguí de veras; puedo decir
ande quiera que, si faltas he tenido, de todas me he
corregido dende que supe quién era. |
961 El que sabe ser güen hijo a los
suyos se parece; y aquel que a su lado crece y a su padre no hace
honor, como castigo merece de la desdicha el rigor.
962 Con un empeño costante mis faltas supe enmendar; todo
conseguí olvidar, pero, por desgracia mía, el nombre de
Picardía no me lo pude quitar.
963 Aquel que tiene güen nombre muchos dijustos se ahorra, y
entre tanta mazamorra no olviden esta alvertencia: aprendí por
esperencia que el mal nombre no se
borra. |