367 ya veo que somos los
dos astillas del mesmo palo: yo paso por gaucho malo y usté anda
del mesmo modo; y yo, pa acabarlo todo, a los indios me
refalo.
368 Pido perdón a mi Dios que tantos bienes me
hizo, pero dende que es preciso que viva entre los infeles, yo
seré cruel con los crueles: ansí mi suerte lo quiso.
369 Dios formó lindas las flores, delicadas como
son; le dio toda perfeción y cuanto él era capaz, pero al hombre
le dio más cuando le dio el corazón.
370 Le dio claridá a la luz, juerza en su carrera al
viento, le dio vida y movimiento dende la águila al gusano; pero
más le dio al cristiano al darle el entendimiento.
371 Y aunque a las aves les dio, con otras cosas que
inoro, esos piquitos como oro y un plumaje como tabla le dio al
hombre más tesoro al darle una lengua que habla.
372 Y dende que dio a las fieras esa juria tan
inmensa, que no hay poder que las venza ni nada que las
asombre, ¿qué menos le daría al hombre que el valor pa su
defensa?
373 Pero tantos bienes juntos al darle, malicio yo que
en sus adentros pensó que el hombre los precisaba que los bienes
igualaba con las penas que le dio.
374 Y yo empujao por las mías quiero salir de este
infierno: ya no soy pichón muy tierno y sé manejar la lanza, y
hasta los indios no alcanza la facultá de gobierno
375 yo sé que allá los caciques amparan a los
cristianos, y que los tratan de cuando se van por su gusto. ¡A
qué andar pasando sustos–! Alcemos el poncho y vamos. |
376 En la cruzada hay peligros, pero
ni aun esto me aterra: yo ruedo sobre la tierra arrastrao por mi
destino; y si erramos el camino– no es el primero que lo
erra.
377 Si hemos de salvar o no, de esto naides nos
responde; derecho ande el sol se esconde tierra adentro hay que
tirar; algún día hemos de llegar– después sabremos a dónde.
378 No hemos de perder el rumbo: los dos somos güena
yunta. El que es gaucho ve ande apunta aunque inora ande se
encuentra; pa el lao en que el sol se dentra dueblan los pastos la
punta.
379 De hambre no pereceremos, pues, sigún otros me han
dicho, en los campos se hallan bichos de los que uno
necesita– gamas, matacos, mulitas avestruces y quirquinchos.
380 Cuando se anda en el desierto se come uno hasta las
colas; lo han cruzao mujeres solas llegando al fin con salú, y ha
de ser gaucho el ñandú que se escape de mis bolas.
381 Tampoco a la sé le temo; yo la aguanto muy
contento; busco agua olfatiando el viento y, dende que no soy
manco, ande hay duraznillo blanco cavo, y la saco al
momento.
382 Allá habrá siguridá ya que aquí no la
tenemos; menos males pasaremos y ha de haber grande alegría el
día que nos descolguemos en alguna toldería.
383 Fabricaremos un toldo, como lo hacen tantos
otros, con unos cueros de potro, que sea sala y sea cocina. ¡Tal
vez no falte una china que se apiade de nosotros!
384 Allá no hay que trabajar, vive uno como un
señor; de cuando en cuando un malón, y si de él sale con vida, lo
pasa echao panza arriba mirando dar güelta el sol. |
385 Y ya que a juerza de
golpes la suerte nos dejó aflús puede que allá veamos luz y se
acaben nuestras penas: todas las tierras son güenas; vamonós, amigo
Cruz.
386 El que maneja las bolas, el que sabe echar un
pial y sentársele a un bagual sin miedo de que lo baje, entre los
mesmos salvajes no puede pasarlo mal.
387 El amor como la guerra lo hace el criollo con
canciones; a más de eso en los malones podemos aviarnos de
algo; en fin amigo, yo salgo de estas pelegrinaciones.
388 En este punto el cantor buscó un porrón pa
consuelo, echó un trago como un cielo, dando fin a su
argumento; y de un golpe el instrumento lo hizo astillas contra el
suelo.
389 Ruempo, dijo, la guitarra, pa no volverme a
tentar; ninguno la ha de tocar, por siguro tengaló; pues naides
ha de cantar cuando este gaucho cantó.
390 Y daré fin a mis coplas con aire de relación; nunca
falta un preguntón más curioso que mujer, y tal vez quiera
saber como jué la conclusión.
391 Cruz y Fierro de una estancia una tropilla se
arriaron; por delante se la echaron como criollos entendidos, y
pronto sin ser sentidos por la frontera cruzaron.
392 Y cuando la habían pasao, una madrugada clara le
dijo Cruz que mirara las últimas poblaciones, y a Fierro dos
lagrimones le rodaron por la cara.
393 Y siguiendo el fiel del rumbo se entraron en el
desierto, no sé si los habrán muerto en alguna correría, pero
espero que algún día sabré de ellos algo cierto.
394 Y ya con estas noticias mi relación acabé; por ser
ciertas las conté, todas la desgracias dichas: es un telar de
desdichas cada gaucho que usté ve.
395 Pero ponga su esperanza en el Dios que lo formó; y
aquí me despido yo que he relatao a mi modo MALES QUE CONOCEN TODOS, PERO QUE NAIDES CONTÓ. |