II. Ayer y hoy
20 Ninguno me hable de penas, porque yo penado vivo, y
naides se muestre altivo aunque en el estribo esté: que suele
quedarse a pie el gaucho mas alvertido.
21 Junta esperencia en la vida hasta pa dar y
prestar quien la tiene que pasar entre sufrimiento y
llanto, porque nada enseña tanto como el sufrir y el llorar.
22 Viene el hombre ciego al mundo, cuartiándolo la
esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a
empujones, ¡la pucha, que trae liciones el tiempo con sus
mudanzas!
23 Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía y
su ranchito tenía y sus hijos y mujer… era una delicia el
ver como pasaba sus días.
24 Entonces… cuando el lucero brillaba en el cielo
santo, y los gallos con su canto nos decían que el día llegaba, a
la cocina rumbiaba el gaucho… que un encanto.
25 Y sentao junto al jogón a esperar que venga el
día, al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su
china dormía tapadita con su poncho.
26 Y apenas la madrugada empezaba coloriar, los pájaros
a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada
cual a trabajar.
27 Este se ata las espuelas, se sale el otro
cantando, uno busca un pellón blando, este un lazo, otro un
rebenque, y los pingos relinchando los llaman dende el
palenque.
28 El que era pion domador enderezaba al corral, ande
estaba el animal bufidos que se las pela … y más malo que su
agüela, se hacia astillas el bagual. |
29 Y allí el gaucho inteligente, en cuanto el potro
enriendó, los cueros le acomodó y se le sentó en seguida, que el
hombre muestra en la vida la astucia que Dios le dio.
30 Y en las playas corcoviando pedazos se hacía el
sotreta mientras él por las paletas le jugaba las lloronas, y al
ruido de las caronas salía haciendo gambetas.
31 ¡Ah, tiempos!… ¡Si era un orgullo ver jinetear un
paisano! Cuando era gaucho baquiano, aunque el potro se
boliase, no había uno que no parese con el cabresto en la
mano.
32 Y mientras domaban unos, otros al campo salían y la
hacienda recogían, las manadas repuntaban, y ansí sin sentir
pasaban entretenidos el día.
33 Y verlos al cair la tarde en la cocina riunidos, con
el juego bien prendido y mil cosas que contar, platicar muy
divertidos hasta después de cenar.
34 Y con el buche bien lleno era cosa superior irse en
brazos del amor a dormir como la gente, pa empezar el día
siguiente las fainas del día anterior.
35 Ricuerdo ¡qué maravilla! Cómo andaba la
gauchada siempre alegre y bien montada y dispuesta pa el
trabajo… pero hoy en día… ¡barajo! No se la ve de aporriada.
36 El gaucho más infeliz tenía tropilla de un pelo, no
le faltaba un consuelo y andaba la gente lista… teniendo al campo la
vista, sólo vía hacienda y cielo.
37 Cuando llegaban las yerras, ¡cosa que daba
calor! Tanto gaucho pialador y tironiador sin yel. ¡Ah, tiempos…
pero si en él se ha visto tanto primor!
38 Aquello no era trabajo, mas bien era una junción, y
después de un güen tirón en que uno se daba mana, pa darle un trago
de cana solía llamarlo el patrón. |
39 Pues vivía la mamajuana siempre bajo la carreta, y
aquel que no era chancleta, en cuanto el goyete vía, sin miedo se le
prendía como güérfano a la teta.
40 ¡Y qué jugadas se armaban cuando estábamos
riunidos! Siempre íbamos prevenidos, pues en tales ocasiones a
ayudarle a los piones caiban muchos comedidos.
41 Eran los días del apuro y alboroto pa el
hembraje, pa preparar los potajes y osequiar bien a la gente, y
así, pues, muy grandemente, pasaba siempre el gauchaje.
42 Vení, a la carne con cuero, la sabrosa
carbonada, mazamorra pien pisada, los pasteles y el güen
vino… pero ha querido el destino que todo aquello acabara.
43 Estaba el gaucho en su pago con toda siguridá, pero
aura… ¡barbaridá!, La cosa anda tan fruncida, que gasta el pobre la
vida en juir de la autoridá.
44 Pues si usté pisa en su rancho y si el alcalde lo
sabe, lo caza lo mesmo que ave aunque su mujer aborte… ¡no hay
tiempo que no se acabe ni tiento que no se corte!.
45 Y al punto dese por muerto si el alcalde lo
bolea, pues ahí nomás se le apea con una felpa de palos; Y
después dicen que es malo el gaucho si los pelea.
46 Y el lomo le hinchan a golpes, y le rompen la
cabeza, y luego con ligereza, ansí lastimao y todo, lo amarran
codo a codo y pa el cepo lo enderiezan.
47 Áhi comienzan sus desgracias, áhi principia el
pericón, porque ya no hay salvación, y que usté quiera o no
quiera, lo mandan a la frontera o lo echan a un batallón.
48 Ansí empezaron mis males lo mesmo que los de
tantos; si gustan… en otros cantos les diré lo que he
sufrido, después que uno está… perdido no lo salvan ni los
santos. |