134 Yo andaba desesperao, aguardando una ocasión que
los indios un malón nos dieran, y entre el estrago hacérmeles
cimarrón y volverme pa mi pago.
135 Aquello no era servicio ni defender la
frontera; aquello era ratonera en que sólo gana el juerte: era
jugar a la suerte con una taba culera. |
136 Allí tuito va al revés; los milicos son los
piones, y andan en las poblaciones emprestaos pa trabajar; los
rejuntan pa peliar cuando entran indios ladrones.
137 Yo he visto en esa milonga muchos jefes con
estancia, y piones en abundancia, y majadas y rodeos; he visto
negocios feos a pesar de mi inorancia. |
138 Y colijo que no quieren la barunda componer; para
eso no ha de tener, el jefe que esté de estable, más que su poncho y
su sable, su caballo y su deber.
139 Ansina, pues, conociendo que aquel mal no tiene
cura, que tal vez mi sepoltura si me quedo iba a encontrar, pensé
mandarme mudar como cosa más sigura. |
140 Y pa mejor, una noche ¡qué estaquiada me
pegaron! Casi me descoyuntaron por motivo de una
gresca: ¡ahijuna, si me estiraron lo mesmo que guasca
fresca!
141 Jamás me puedo olvidar lo que esa vez me
pasó; dentrando una noche yo al fortín, un enganchao, que estaba
medio mamao, allí me desconoció.
142 Era un gringo tan bozal, que nada se le
entendía, ¡quién sabe de ande sería! Tal vez no juera
cristiano, pues lo único que decía es que era
papolitano.
143 Estaba de centinela y por causa del peludo verme
más claro no pudo, y esa jue la culpa toda: el bruto se asustó al
ñudo y fi el pavo de la boda.
144 Cuando me vido acercar: quién vivore–?
Preguntó; ¿qué víboras?, Dije yo. ¡Ha garto!, Me pegó el grito, y
yo dije despacito: ¡más lagarto serás vos! |
145 Ahi no más, ¡cristo me valga!, Rastrillar el jusil
siento: me agaché, y en el momento el bruto me largó un
chumbo; mamao, me tiró sin rumbo, que si no, no cuento el
cuento.
146 Por de contao, con el tiro se alborotó el
avispero; los oficiales salieron y se empezó la junción; quedó en
su puesto el nación, y yo fi al estaquiadero.
147 Entre cuatro bayonetas me tendieron en el
suelo; vino el mayor medio en pedo y allí se puso a
gritar: ¡pícaro, te he de enseñar andar reclamando sueldos!
148 De las manos y las patas me ataron cuatro
cinchones; les aguanté los tirones sin que ni un ¡ay! Se me
oyera, y al gringo la noche entera lo harté con mis
maldiciones.
149 Yo no sé porqué el gobierno nos manda aquí a la
frontera gringada que ni siquiera se sabe atracar a un pingo. ¡Si
creerá al mandar un gringo que nos manda alguna fiera! |
150 No hacen más que dar trabajo, pues no saben ni
ensillar; no sirven ni pa carniar: y yo he visto muchas veces que
ni voltiadas las reses se les querían arrimar.
151 Y lo pasan sus mercedes lengüetiando pico a
pico hasta que viene un milico a servirles al asao– y eso sí, en
lo delicaos, parecen hijos de rico.
152 Si hay calor, ya no son gente; si yela, todos
tiritan; si usté no les da, no pitan por no gastar en tabaco, y
cuando pescan un naco uno al otro se lo quitan.
153 Cuando llueve se acoquinan como perro que oye
truenos. ¡Que diablos!, Sólo son güenos pa vivir entre maricas, y
nunca se andan con chicas para alzar ponchos ajenos.
154 Pa vichar son como ciegos; no hay ejemplo de que
entiendan, ni hay uno solo que aprienda, al ver un bulto que
cruza, a saber si es avestruza, o si es jinete, o hacienda.
155 Si salen a perseguir después de mucho
aparato, tuitos se pelan al rato y va quedando el tendal: esto es
como en un nidal echarle güevos a un
gato. |