156 vamos dentrando recién a la parte mas
sentida, aunque es todita mi vida de males una cadena: a cada
alma dolorida le gusta cantar sus penas.
157 Se empezó en aquel entonces a rejuntar caballada, y
riunir la milicada teniéndola en el cantón, para una
despedición a sorprender a la indiada.
158 Nos anunciaban que iríamos sin carretas ni
bagajes a golpiar a los salvajes en sus mesmas tolderías; que a
la güelta pagarían licenciándolo al gauchaje;
159 que en esta despedición tuviéramos la
esperanza; que iba a venir sin tardanza, según el jefe contó, un
menistro o qué sé yo– que le llamaban don ganza;
160 que iba a riunir el ejército y tuitos los
batallones, y que traiba unos cañones con más rayas que un
cotín; ¡pucha!– Las conversaciones por allá no tenían fin.
161 Pero esas trampas no enriedan a los zorros de mi
laya; que esa ganza venga o vaya, poco le importa a un
matrero. Yo también dejé las rayas– en los libros del
pulpero.
162 Nunca juí gaucho dormido; siempre pronto, siempre
listo, yo soy un hombre, ¡qué cristo!, Que nada me ha
acobardao, y siempre salí parao en los trances que me he
visto.
163 Dende chiquito gané la vida con mi trabajo, y
aunque siempre estuve abajo y no sé lo que es subir también el mucho
sufrir suele cansarnos, ¡barajo! |
164 En medio de mi inorancia conozco que nada
valgo: soy la liebre o soy el galgo asigún los tiempos
andan; pero también los que mandan debieran cuidarnos algo.
165 Una noche que riunidos estaban en la
carpeta empinando una limeta el jefe y el juez de paz, yo no
quise aguardar más, y me hice humo en un sotreta.
166 Me parece el campo orégano dende que libre me
veo; donde me lleva el deseo allí mis pasos dirijo, y hasta en
las sombras de fijo que donde quiera rumbeo.
167 Entro y salgo del peligro sin que me espante el
estrago, no aflojo al primer amago ni jamás fi gaucho lerdo: soy
pa rumbiar como el cerdo, y pronto caí a mi pago.
168 Volvía al cabo de tres años de tanto sufrir al
ñudo resertor, pobre y desnudo, a procurar suerte nueva; y lo
mesmo que el peludo enderecé pa mi cueva. |
176 ¡Y la pobre mi mujer, Dios sabe cuánto sufrió! Me
dicen que se voló con no sé qué gavilán: sin duda a buscar el
pan que no podía darle yo.
177 No es raro que a uno le falte lo que a algún otro le
sobre si no le quedó ni un cobre sino de hijos un enjambre. Que
más iba a hacer la pobre para no morirse de hambre?
178 ¡Tal vez no te vuelva a ver, prienda de mi
corazón! Dios te dé su proteción ya que no me la dio a mí, y a
mis hijos dende aquí les echo mi bendición.
179 Como hijitos de la cuna andarán por ahi sin
madre; ya se quedaron sin padre, y ansí la suerte los deja sin
naides que los proteja y sin perro que les ladre.
180 Los pobrecitos tal vez no tengan ande abrigarse, ni
ramada ande ganarse, ni rincón ande meterse, ni camisa que
ponerse, ni poncho con que taparse. |
|
169 No hallé ni rastro del rancho: ¡sólo estaba la
tapera! ¡Por cristo si aquello era pa enlutar el corazón! ¡Yo
juré en esa ocasión ser mas malo que una fiera!
170 ¡Quién no sentirá lo mesmo cuando ansí padece
tanto! Puedo asigurar que el llanto como una mujer largué: ¡ay,
mi Dios: si me quedé más triste que jueves santo!
171 Sólo se oíban los aullidos de un gato que se
salvó; el pobre se guareció cerca, en una vizcachera: venía como
si supiera que estaba de güelta yo.
172 Al dirme dejé la hacienda que era todito mi
haber; pronto debíamos volver, sigún el juez prometía, y hasta
entonces cuidaría de los bienes, la mujer.
173 Después me contó un vecino que el campo se lo
pidieron; la hacienda se la vendieron pa pagar arrendamientos, y
qué sé yo cuantos cuentos; pero todo lo fundieron,
174 los pobrecitos muchachos, entre tantas
afliciones, se conchabaron de piones; ¡mas qué iban a
trabajar, si eran como los pichones sin acabar de emplumar!
175 Por ahi andarán sufriendo de nuestra suerte el
rigor: me han contao que el mayor nunca dejaba a su
hermano; puede ser que algún cristiano los recoja por
favor. |
181 Tal vez los verán sufrir sin tenerles
compasión; puede que alguna ocasión, aunque los vean
tiritando, los echen de algún jogón pa que no estén
estorbando.
182 Y al verse ansina espantaos como se espanta a los
perros, irán los hijos de Fierro, con la cola entre las
piernas, a buscar almas más tiernas o esconderse en algún
cerro.
183 Mas también en este juego voy a pedir mi bolada; a
naides le debo nada, ni pido cuartel ni doy: y ninguno dende
hoy ha de llevarme en la armada.
184 Yo he sido manso primero, y seré gaucho matrero; en
mi triste circunstancia, aunque es mi mal tan projundo, nací y me he
criado en estancia. Pero ya conozco el mundo.
185 Ya les conozco sus mañas, le conozco sus
cucañas; sé como hacen la partida, la enriedan y la
manejan; deshaceré la madeja aunque me cueste la vida.
186 Y aguante el que no se anime a meterse en tanto
engorro o si no aprétese el gorro y para otra tierra emigre; pero
yo ando como el tigre que le roban los cachorros.
187 Aunque muchos creen que el gaucho tiene alma de
reyuno, no se encontrará a ninguno que no le dueblen las
penas; mas no debe aflojar uno mientras hay sangre en las
venas. |