Biografias de Argentina
 
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Salvador María del Carril  
   

Del Carril estudió derecho civil y canónico en la Universidad Nacional de Córdoba, donde fue discípulo del deán Funes. Doctorado a los 18 años, se trasladó a Buenos Aires, donde trabajaría como periodista. Datan de esa época la mayoría de los pocos escritos suyos de carácter público. Volvería a su provincia para ejercer el ministerio de Gobierno bajo el mandato del entonces coronel José María Pérez de Urdininea, delegado del general José de San Martín que había asumido el gobierno de la provincia. Reemplazó en ese cargo a Francisco Narciso de Laprida.

Llamado Pérez de Urdininea al frente por San Martín, fue electo por unanimidad como sucesor suyo. En ese cargo, suprimió las instituciones coloniales, como el Cabildo, los Alcaldes y la milicia, y creó en su lugar un sistema legal similar al aplicado por Rivadavia en Buenos Aires. El 15 de julio de 1826 promulgó la primera constitución provincial, apodada la Carta de Mayo, estrechamente inspirada en el ideario liberal estadounidense, que suscitó inmediatamente una amplia oposición entre sus conciudadanos.

Uno de los puntos más controvertidos de la Carta era su afirmación de la libertad de cultos, por otra parte meramente simbólica, pues sólo había una persona de religión no católica en todo San Juan, el médico y boticario norteamericano Amán Rawson. Junto con ella, expresaba varios de los principios que se harían infaltables en constituciones posteriores —como la igualdad legal o la prohibición de la esclavitud— aunque era sumamente mesurada en su aplicación; por ejemplo, no cambiaba el estatus jurídico de los esclavos ya existentes, limitaba el ejercicio de la libertad de expresión a no atentar contra la autoridad gubernamental, y aunque señalaba al pueblo como sede de la voluntad general limitaba la representación política a los vecinos en una forma de voto calificado. Del mismo modo, muchos de los principios de derecho que introducía ya habían sido señalados de manera vinculante por la Asamblea del Año XIII.

También imitó la política de Bernardino Rivadavia en Buenos Aires, suprimiendo los conventos de la provincia. Éstos eran casi los únicos (y sin duda los mejores) centros de educación de la misma, lo que levantó airadas protestas. Trece días después de su proclamación, estalló una revolución dirigida por líderes conservadores y frailes. Del Carril debió abandonar la provincia en dirección a Mendoza, y la constitución fue entregada al verdugo para ser quemada.

El gobernador de Mendoza envió en su ayuda a los hermanos Aldao al frente de un pequeño ejército. Tras un corto combate, los partidarios de la revolución huyeron y fue repuesto en el cargo. Pero renunció poco más tarde, para trasladarse a Buenos Aires; allí el flamante presidente Rivadavia lo nombró ministro de Hacienda.

En el ministerio porteño las preocupaciones económicas del gobierno de Rivadavia venían dadas por la guerra del Brasil, que implicaba fuertes gastos, y por la conformación de la Compañía de Minas; el Banco Nacional se había fundado poco antes, para administrar los fondos del empréstito tomado de la inglesa Baring Brothers. Del Carril promovió la Ley de Consolidación de la Deuda,[2] que hacía de todos los bienes naturales del Estado aval de la operación crediticia. Esto es, que el Estado no podía disponer de esos bienes en absoluto.

De su autoría fue también la ley que implementaba el curso obligatorio del papel moneda y su convertibilidad en metales preciosos; acusado por sus opositores de permitir así que los exportadores se hiciesen con los lingotes de oro y plata que constituían las reservas del Estado, lo apodaron “doctor Lingotes”, el mote con que lo conocerían en adelante los federales. Vicente Fidel López afirmaría que la ley "es lo más absurdo que se haya conocido y lanzado en país alguno".

Se negó a apoyar económicamente la campaña del ejército que luchaba contra el Brasil, y permitió al banco dilapidar sus créditos en sus propios socios. Los pocos créditos que logró recibir de éste los dedicó a las campañas de los partidarios de Rivadavia en las guerras civiles. Incluso endeudó al gobierno siguiente, librando órdenes de pago aún después de la renuncia de Rivadavia.

El gobernador Manuel Dorrego, que asumió en reemplazo de Rivadavia, criticó duramente el plan económico gestionado por Del Carril, y acusó a Rivadavia y su ministro de haber actuado "escandalosamente" al especular con el negocio minero. La discusión al respecto se haría pública, dando Rivadavia y Del Carril una Respuesta a los medios, que sería a su vez criticada públicamente en un largo escrito por Dorrego. Enfrentado con éste, Del Carril formaría parte del círculo que conspiraba para derrocarlo.

Cuando el 5 de septiembre de 1828 se firmó la paz con el Brasil, que concedía la independencia al Uruguay, estalló una vehemente oposición entre las tropas victoriosas, que los unitarios aprovecharon para sus fines.

Tras la batalla de Navarro, y enterado de la prisión de Dorrego, fue uno de los impulsores del fusilamiento de Dorrego.

Fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores y Gobierno por Lavalle a su regreso a Buenos Aires, la guerra civil dejó todo el interior de la provincia en manos de Juan Manuel de Rosas, que había permanecido leal al gobernador. En esa situación, Lavalle firmó el Pacto de Cañuelas, por el que se llamaba a elecciones con una lista unificada entre los federales y unitarios. Del Carril organizó a último momento otra, con la que derrotó a la lista de unidad por medio de un escandaloso fraude y una violencia que terminaría con 43 muertos. Rosas se negó a aceptar el resultado, y Lavalle se obligó a renunciar.

Salvador María del Carril

 

 

 

 

 

 

 

 

Mausileo en Recoleta de Salvador María del Carril
   

Del Carril se trasladó a Montevideo. Allí organizó nuevos intentos del partido unitario de volver al poder. Apoyó la invasión a Entre Ríos de Lavalle y Ricardo López Jordán (padre).

Los años del exilio fueron duros para Del Carril, que enfrentó la pobreza; años más tarde el que sería su secretario, Lucio V. Mansilla, reflejaría en Retratos y Recuerdos las quejas de Del Carril contra su miseria de entonces. No le impidió ello contraer matrimonio con Tiburcia Dominguez López Camelo, que le daría 7 hijos.

En 1838 se unió a la Comisión Argentina que promovía la oposición contra Rosas, en nombre de la libertad y de la libre navegación de los ríos argentinos, objetivo muy valioso para los europeos. El gobierno de Francia decidió apoyar a este grupo y al presidente Rivera (al que ayudó a derrocar a su antecesor, Manuel Oribe) contra el gobierno de Rosas. La flota francesa bloqueó el Río de la Plata y otorgó enormes subsidios a sus aliados. Del Campo, cansado de vivir en la pobreza, se hizo cargo de manejar esos fondos.

Fue uno de los organizadores de la confabulación entre el presidente oriental Fructuoso Rivera, el coronel Manuel de Olazábal y los representantes franceses. Secretamente marchó a Corrientes a entrevistarse con el gobernador Genaro Berón de Astrada, cuyos diferendos con el centralismo de Rosas habían llevado a un enfrentamiento cada vez más tangible, y lo convenció de declarar la guerra al gobernador bonaerense y al entrerriano, Pascual Echagüe, suscribiendo el 31 de diciembre de 1838 un pacto con Rivera. La insurrección de Berón de Astrada duraría poco, y concluiría con su muerte en la batalla de Pago Largo.

Del Carril, mientras tanto, obtendría el cargo de Comisario de abastecimientos de la escuadra francesa, y se embarcó en ella para ayudar a los unitarios en su campaña a Buenos Aires. El general Tomás de Iriarte lo acusó de enriquecerse con la venta de productos importados y estafar al ejército de Lavalle. Su situación económica mejoró mucho, a pesar de que a fines de ese año la firma la firma del tratado Arana-Mackau lo dejó sin sus lucrativos cargos.

La Constitución de 1853 En 1843, cuando Manuel Oribe puso sitio a la ciudad, huyó a Brasil, donde se dedicó al comercio de carne para abastecer a la ciudad sitiada, con lo que siguió enriqueciéndose a costa de los sitiados y de sus financistas franceses. Aprovechó para leer "La Democracia en América" de Tocqueville, y anunció que se había hecho federal.

Agotada la oposición correntina, Del Carril se volcó a Entre Ríos, y mantuvo correspondencia con su gobernador Justo José de Urquiza varios años antes de que este anunciara su Pronunciamiento contra Rosas. Tras la derrota de este último en la batalla de Caseros, regresó a la Argentina, y fue nombrado Consejero de Estado por Urquiza, junto con Felipe Arana y Nicolás Anchorena. Luego fue diputado por Buenos Aires a la Convención Constituyente de 1853.

El alzamiento de la alianza de unitarios y ex rosistas Bartolomé Mitre, Lorenzo Torres y Valentín Alsina el 11 de septiembre revocaría su acta. Pero la participación de Domingo Faustino Sarmiento en la revolución unitaria dejó un cargo vacante en su provincia natal, que cubrió el gobernador Nazario Benavídez nombrando para el mismo a Del Carril. La reticencia de Del Carril a tratar con éste, un federal que no se avergonzaba de su pasado aliado a Rosas, provocó una serie de complejos escritos entre ambos. Desautorizado por Benavídez, quedó sin embargo con el cargo.

José María Zuviría, en Los constituyentes del '53, afirma que asesoró a los miembros de la Comisión de Negocios Constitucionales en la redacción del anteproyecto, aunque no formó parte de la misma. Por otro lado, José María Rosa, autor de Nos los representantes del pueblo, descubrió que el sanjuanino, que se daba corte de ser “el que más sabe”, no habló siquiera una vez en el recinto de la Convención.

Aprobado el texto, formó junto con José Benjamín Gorostiaga y Martín Zapata la comisión encargada de comunicarlo a Buenos Aires, informando además de la decisión de federalizar la ciudad de Buenos Aires que la Convención había adoptado. Su afinidad por los unitarios y su antiguo ejercicio como ministro de Rivadavia lo hacían persona idónea para tratar con la provincia díscola. Sin embargo, ésta rechazó la Constitución.

Urquiza necesitaba un unitario notable como compañero de fórmula para las elecciones, para presentarlo como prenda de unidad nacional. Por eso Del Carril fue electo vicepresidente cuando Urquiza asumió el Ejecutivo nacional, en mayo de 1854.

La vicepresidencia Su acción como vicepresidente fue más ejecutiva que legislativa; su secretario Mansilla dice que no redactó como Vicepresidente nada, ni después como Ministro de la Corte Suprema borroneó una sola cuartilla ni fundó un voto en disidencia por escrito,[6] pero ejerció durante largos períodos el cargo de Urquiza, y llevó a cabo las constantes tratativas con los porteños.

Fue el jefe del partido liberal en el seno del gobierno, opuesto al llamado federal, dirigido por Santiago Derqui, ministro de interior.

Protestó contra la Ley de derechos diferenciales que aplicó Urquiza para hacer económicamente onerosa para Buenos Aires la separación con la Confederación. Con el apoyo de los porteños y de algunos de los gobiernos provinciales, llevó durante los últimos años de su gestión una campaña sorda pero persistente para obtener el aval de Urquiza para su candidatura como su sucesor.

Sin embargo, esta se vería detenida por completo cuando el gobernador de San Juan Manuel José Gómez y su ministro de Gobierno Saturnino Laspiur, ambos partidarios suyos, se enfrentaron con el comandante militar de la zona, el ex gobernador Benavídez. Gómez mandó encarcelar a Benavídez en septiembre de 1858, acusándolo de conspirar contra el gobierno. Aunque Del Carril intentó su liberación, para cuando los enviados federales llegaron a la provincia Benavídez había sido fusilado y su cadáver arrojado en la plaza pública. La algarabía de los periódicos porteños ante los hechos, y la afiliación de Del Carril con los responsables, hacían peligrosa su candidatura, al sospecharse su complicidad con aquellos.

Mientras tanto, el 19 de abril de 1859 firmaba el decreto que desconocía la soberanía porteña, dando lugar a las hostilidades entre la Confederación y Buenos Aires que no concluirían hasta la batalla de Cepeda. Tras la mediación del mariscal paraguayo Francisco Solano López y la firma del Pacto de San José de Flores, tuvo que ceder sus aspiraciones a Derqui, que finalmente sucedería a Urquiza.

En el confuso clima posterior, fue uno de los contactos entre Urquiza y Mitre previos a la batalla de Pavón. Una carta del 30 de octubre de 1861 que le remitiera Urquiza indica que fue Del Carril quien negoció entre ambos generales la resolución del conflicto, obteniendo del entrerriano la caída de la Confederación Argentina a cambio de la autonomía de Entre Ríos y la continuación de Urquiza en el cargo de gobernador de ésta.

La Corte Suprema de Justicia Asumida la presidencia por Mitre, Del Carril fue nombrado ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En ese cargo no produjo ningún aporte notable, y se limitó a copiar jurisprudencia extranjera. Guardó silencio ante las enormes atrocidades cometidas por el gobierno en todo el país, como el estado de sitio permanente con que se acallaba la oposición, la declaración de todos los montoneros federales como bandidos sin reconocerlos como combatientes, la aplicación de la pena de muerte sin juicio a esos mismos montoneros, la declaración de guerra contra la provincia de Entre Ríos por orden del presidente Sarmiento, la decisión del mismo Sarmiento de poner precio a la cabeza del general Ricardo López Jordán, etc.

Se retiró del cargo en 1877, siendo presidente Nicolás Avellaneda. En 1881, el historiador Ángel Justiniano Carranza publicó las hasta entonces desconocidas cartas de Del Carril y Juan Cruz Varela a Lavalle, en que lo habían empujado a fusilar a Dorrego, a mentir sobre la falta de un juicio previo y a hacerse cargo él solo del crimen. Del Carril no publicó ningún comentario. Murió en Buenos Aires en 1883.

Del Carril y su esposa

Monumento en el cementerio de la RecoletaAunque Del Carril mejoró sus haberes tras su adhesión a Urquiza, adquiriendo entre otros bienes una estancia de 130.000 hectáreas en la actual provincia de La Pampa, el tren de gastos de su esposa resultó excesivo para la economía familiar. En un acto sorprendente, Del Carril publicó en los periódicos de Buenos Aires una carta anunciando a los acreedores de su esposa que él no se responsabilizaría de sus deudas. El ultraje llevó a que ésta le retirara la palabra hasta el día de su muerte; en el mausoleo que mandó construir en el porteño cementerio de la Recoleta, sus figuras se encuentran separadas. Del Carril está representado sentado en un cómodo sillón, bajo un baldaquino de mármol obra de Camilo Romairone; el busto de su esposa, por explícita instrucción de ella, fue colocado dándole la espalda.

   
 
 
 
 
       

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