Historia de la Literatura Argentina
 
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Siglo XIX  
   
Hotel Argentino , donde José Hernadez escribió el Martín Fierro
 
José Hernandez
Hilario Ascasubi
Eduardo Guitierrez
Estanislao del Campo
 

La gauchesca  fue señalada, por críticos como Ricardo Rojas y Ángel Rama, como un sistema "paralelo" que se desarrolla a lo largo del siglo XIX. Es, en cierto modo, el gran género de la literatura argentina (con un trabajo específico sobre la lengua y sobre las formas), aunque al mismo tiempo es un género que resultó por mucho tiempo ilegible como literatura. Sin modelo europeo, la gauchesca nace y alcanza su plenitud en el siglo XIX y presenta dos rasgos que, en su simultaneidad, la definen contradictoriamente. Por su materia y por su pretensión mimética de la oralidad rural, remite a prácticas, saberes y decires tradicionales. Por su sistema de circulación, por su cruce con los grandes problemas sociales y políticos de su tiempo y por las operaciones que realiza en y con la lengua, se diría que está por delante de otras formas literarias coetáneas con las cuales, sin embargo, siempre parece colocarse en una posición de minoridad. La operación que define a la literatura gauchesca es la cesión, por parte del autor, de la voz al personaje gaucho. Esta lengua gauchesca en verso no es -como con sagacidad señaló Jorge Luis Borges- una mímesis de la lengua hablada por los gauchos como sujetos sociales, sino un producto retórico y literario, creado en y por el género. Se afirma que la gauchesca organiza un sistema literario paralelo porque, a pesar de que el texto más reconocido es el Martín Fierro (1872-1879) de José Hernández, hay una línea de textos y autores que organizan una tradición propia, desde las primeras hasta las última décadas del siglo XIX, aunque en muchos casos se trate de producciones anónimas. Un breve itinerario del género podría iniciarse en el virreinato. El canónigo Juan Baltazar Maciel (1727-1788) escribe en 1777 el romance "Canta un guaso en estilo campestre los triunfos del Excmo. señor don Pedro de Cevallos". El poema se aparta de la lírica culta para tentar una veta popular. Sus primeros versos ("Aquí me pongo a cantar / debajo de aquestas talas") presentan una fórmula que será común a la gauchesca y que llegará ya consagrada hasta el Martín Fierro.

Los textos de Bartolomé Hidalgo (1788-1822) fueron clasificados según dos especies genéricas diferentes: los diálogos y los cielitos. El cielito proviene del estribillo "cielo, cielito, cielo", con numerosas variantes en su formación lírica. A través de ellos Hidalgo desarrolló su poesía militante durante las luchas por la independencia entre 1811 y 1816. Los diálogos (1821 y 1822), más escenográficos, presentan interlocutores gauchos que conversan (Jacinto Chano y Ramón Contreras) y una estructura más o menos similar: una introducción y una plática confidencial entre la gente del pueblo. Hidalgo deja marcado el camino para otras expresiones gauchescas. En la década del veinte pueden registrarse, funcionando en el interior del sistema gauchesco, los periódicos encendidos del Padre Castañeda; en la década del treinta los de Luis Pérez, rosistas, acompañan la lucha de facciones: El Torito de los Muchachos, El gaucho, La gaucha, El negrito, El toro del once, etc.

Hubo, también, gauchesca unitaria, a través de Hilario Ascasubi (1807-1875), versos que el autor recopiló en 1872 bajo el título Paulino Lucero (del período 1839-1851) y Aniceto el gallo (del año 1854 e inéditos). Una obra significativa es el Fausto (1866) de Estanislao del Campo, texto paródico, en el que Anastacio el Pollo relata a su compadre Laguna, como si se tratara de sucesos verdaderos, lo que ha visto en una representación del Fausto en el teatro Colón.

En 1872 José Hernández (1834-1886) publica, con inesperado suceso, el mayor exponente del género, El gaucho Martín Fierro. Siete años más tarde, en 1879, presenta la edición de La vuelta de Martín Fierro. Aunque son muchos los relatos y novelas que toman como protagonistas de sus obras a personajes gauchos, por ejemplo Eduardo Gutiérrez en sus folletines, estos textos, llamados criollistas construyen sólo de una manera muy limitada (a través de algunas voces o giros) una voz del gaucho.

 
 
       

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