El panorama actual de la literatura argentina se cierra con una serie de jóvenes escritores cuya producción se caracteriza por la experimentación narrativa, por un uso no convencional de los grandes géneros (novela histórica, novela urbana, relato de aventuras y policial) o escuelas estéticas (minimalismo norteamericano, realismo socialista) y por la apuesta a una literatura que hace de la escritura un espacio de reflexión teórica y crítica. Los jóvenes escritores más descatados de esta nueva generación son: Juan José Becerra (1965), con Santo (1994); Gustavo Ferreyra (1963), con El desamparo (1994) y El perdón (1997); Marcos Herrera (1966), con Cacerías (1997); Aníbal Jarkowski (1960), con Rojo amor (1993); Federico Jeanmaire (1957), con Un profundo vacío en el pie izquierdo (1984), Desatando nudos (1986), Miguel (1990), Prólogo anotado (1993) y Montevideo (1997); Martín Kohan (1967), con La pérdida de Laura (1993), Muero contento (1994) y El informe (1997); Martín Rejtman (1961), con Privado Rapado (1992) y Velcro y yo (1996); y Miguel Vitagliano (1961) con Posdata para las flores (1991), El niño perro (1993) y Los ojos así (1996). |