624 Dende ese
punto era juerza abandonar el desierto, pues me hubieran
descubierto, y aunque lo maté en pelea, de fijo que me
lancean por vengar al indio muerto.
625 A la afligida cautiva mi caballo le ofrecí: era un pingo
que adquirí, y, donde quiera que estaba, en cuanto yo lo
silbaba venia a refregarse en mí.
626 Yo me lo senté al del pampa; era un escuro tapao (cuando
me hallo bien montao de mis casillas me salgo), y era un pingo como
galgo que sabía correr boliao.
627 Para correr en el campo no hallaba ningun tropiezo; los
ejercitan en eso, y los ponen como luz, de dentrarle a un
aveztruz y boliar bajo el pescuezo.
628 El pampa educa al caballo como pa un etrevero: como rayo
es de ligero en cuando el indio lo toca, y como trompo en la
boca da gueltas sobre un cuero.
629 Lo varea en la madrugada (jamas falta a este deber), luego
lo enseña a correr entre fangos y guadales: asina esos
animales es cuanto se puede ver.
630 En el caballo de un pampa no hay peligro de rodar, ¡jue
pucha!, Y pa disparar es pingo que no se cansa; con prolijidad lo
amansa sin dejarlo corcoviar.
631 Pa quitarle las cosquillas con cuidao lo manosea; horas
enteras emplea, y, por fin, sólo lo deja cuando agacha las
orejas y ya el potro ni cocea.
632 Jamás le sacude un golpe, porque lo trata al bagual con
paciencia sin igual -al domarlo no le pega-, hasta que al fin se le
entrega ya dócil el animal.
633 Y aunque yo sobre los bastos me sé sacudir el polvo, a esa
costumbre me amoldo: con pacencia lo manejan y al día siguiente lo
dejan rienda arriba junto al toldo.
634 Ansí todo el que procure tener un pingo modelo, lo ha de
cuidar con desvelo y debe impedir también el que de golpes le
den o tironeen en el suelo.
635 Muchos quieren dominarlo con el rigor y el azote, y, si
ven al chafalote que tiene trazas de malo, lo embraman en algún
palo hasta que se descogote.
636 Todos se vuelven pretestos y güeltas para
ensillarlo; dicen que es por quebrantarlo, mas compriende cualquier
bobo que es de miedo del corcovo, y no quieren
confesarlo. |
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637 El animal
yeguarizo -perdónenme esta alvertencia- es de mucha conocencia y
tiene mucho sentido; es animal consentido: lo cautiva la pacencia.
538 Aventaja a los demás el que estas cosas entienda; es bueno
que el hombre aprienda, pues hay pocos domadores y muchos
frangoyadores que andan de bozal y, rienda.
639 Me vine, como les digo, trayendo esa
compañera; marchamos la noche entera, haciendo nuestro
camino, sin más rumbo que el destino que nos llevara ande quiera.
640 Al muerto, en un pajonal había tratao de enterrarlo, y
después de maniobrarlo lo tapé bien con las pajas, para llevar de
ventaja lo que emplearan en hallarlo.
641 En notando nuestra ausiencia nos habían de perseguir, y,
al decidirme a venir, con todo mi corazón hice la resolución de
peliar hasta morir.
642 Es un peligro muy serio cruzar juyendo el
desierto: muchísimos de hambre han muerto, pues en tal
desasosiego no se puede ni hacer juego, para no ser descubierto.
643 Sólo el albitrio del hombre puede ayudarlo a salvar: no
hay ausilio que esperar, sólo de Dios hay amparo; en el desierto es
muy raro que uno se pueda escapar.
644 ¡Todo es cielo y horizonte en inmenso campo verde! ¡Pobre
de aquel que se pierde o que su rumbo estravea! Si alguien cruzarlo
desea, este consejo recuerde:
645 marque su rumbo de día con toda fidelidá; marche con
puntualidá, sigiéndoló con fijeza, y, si duerme, la cabeza ponga
para el lao que va. |
646 Oserve con todo esmero adonde
el sol aparece; si hay ñeblina y le entorpece y no lo puede
oservar, guárdese de caminar, pues quien se pierde perece.
647 Dios le dió istintos sutiles a toditos los mortales; el
hombre es uno de tales, y en las llanuras aquelas, lo guían el sol,
las estrellas, el viento y los animales.
648 Para ocultarnos de día a la vista del salvaje, ganábamos
un paraje en que algún abrigo hubiera, a esperar que
anocheciera para seguir nuestro viaje.
649 Penurias de toda clase y miserias padecimos: varias veces
no comimos o comimos carne cruda, y en otras, no tengan duda, con
raices nos mantuvimos.
650 Después de mucho sufrir tan peligrosa inquietú, alcanzamos
con salú a divisar una sierra, y al fin pisamos la tierra en
donde crece el ombú.
651 Nueva pena sintió el pecho por Cruz, en aquel paraje, y en
humilde vasallaje a la majestá infinita, besé esta tierra
bendita, que ya no pisa el salvaje.
652 Al fin la misericordia de Dios nos quiso amparar; es
preciso soportar los trabajos con constancia: alcanzamos a una
estancia después de tanto penar.
653 Ah¡ mesmo me despedí de mi infeliz compañera: "Me voy", le
dije,"Ande quiera, aunque me agarre el Gobierno, pues, infierno por
infierno prefiero el de la frontera."
654 Concluyo esta relación, ya no puedo continuar; permítanmé
descansar: estan mis hijos presentes, y yo ansioso porque
cuenten lo que tengan que contar. |