816 Se largaron, como he
dicho, a disponer el entierro; cuando me acuerdo me aterro: me
puse a llorar a gritos al verme allí tan solito con el finao y los
perros.
817 Me saqué el escapulario, se lo colgué al pecador, y como
hay en el Señor misericordia infinita, rogué por la alma
bendita del que antes jué mi tutor.
818 No se calmaba mi duelo de verme tan solitario; ahí le
champurrié un rosario como si juera mi padre, besando el
escapulario que me había puesto mi madre.
819 "Madre mía", gritaba yo, "¿dónde estarás padeciendo? El
llanto que estoy virtiendo lo redamarías por mí, si vieras a tu hijo
aquí todo lo que esta sufriendo."
820 Y mientras ansí clamaba sin poderme consolar, los perros,
para aumentar mas mi miedo y mi tormento, en aquel mesmo
momento se pusieron a llorar. |
821 Libre Dios a los presentes de
que sufran otro tanto; con el muerto y esos llantos les juro que
faltó poco para que me vuelva loco en medio de tanto espanto.
822 Decían entonces las viejas, como que eran sabedoras, que
los perros cuando lloran es porque ven al demonio; yo creia en el
testimonio como cré siempre el que inora.
823 Ahi dejé que los ratones comieran el guasquerío y como
anda a su albedrío todo el que güerfano queda, alzando lo que era
mío abandoné aquella cueva.
824 Supe después que esa tarde vino un pión y lo
enterró; ninguno lo acompañó ni lo velaron siquiera; y al otro
día amaneció con una mano dejuera. |
825 Y me ha contao además el gaucho
que hizo el entierro -al recordarlo me aterro, me da pavor este
asunto- que la mano del dijunto se la había comido un perro.
826 Tal vez yo tuve la culpa porque de asustao me fuí; supe,
despues que volví, y asigurárselos puedo, que los vecinos, de
miedo, no pasaban por allí.
827 Hizo del rancho guarida la sabandija mas sucia -el cuerpo
se despeluza y hasta la razón se altera-; pasaba la noche
entera chillando allí una lechuza.
828 Por mucho tiempo no pude saber lo que me pasaba; los
trapitos con que andaba eran puras hojarascas; todas las noches
soñaba con viejos, perros y
guascas. |