XXII

 

880
Anduve como pelota,
y más pobre que una rata:
cuando empecé a ganar plata
se armó no sé que barullo:
yo dije: a tu tierra, grullo,
aunque sea con una pata.

881
Eran duros y bastantes
los años que allá pasaron;
con lo que ellos me enseñaron
formaba mi capital;
cuanto vine, me enrolaron
en la Guardia Nacional.

882
Me habia ejercitao al naipe,
el juego era mi carrera;
hice alianza verdadera
y arreglé una trapisonda
con el dueño de una fonda
que entraba en la peladera.

883
Me ocupaba con esmero
en floriar una baraja;
el la guardaba en la caja
en paquetes, como nueva;
y la media arroba lleva
quien conoce la ventaja.

884
Comete un error inmenso
quien de la suerte presuma;
otro mas hábil lo fuma,
en un dos por tres lo pela,
y lo larga que no vuela,
porque le falta una pluma.

885
Con un socio que lo entiende
se arman partidas muy güenas;
queda allí la plata ajena,
quedan prendas y botones:
siempre cain a esas riuniones
zonzos con las manos llenas.

886
Hay muchas trampas legales,
recursos del jugador;
no cualquiera es sabedor
a lo que un naipe se presta:
con una cincha bien puesta
se la pega uno al mejor.

887
Deja a veces ver la boca,
haciendo el que se descuida;
juega el otro hasta la vida
y es siguro que se ensarta,
porque uno muestra una carta
y tiene otra prevenida.

888
Al monte, las precauciones
no han de olvidarse jamás;
debe afirmarse además
los dedos para el trabajo,
y buscar asiento bajo
que le dé la luz de atrás.

889
Pa tallar, tome la luz;
dé la sombra al alversario;
acomódese al contrario
en todo juego cartiao:
tener ojo ejercitao
es siempre muy necesario.

890
El contrario abre los suyos,
pero nada ve el que es ciego:
dandole soga, muy luego
se deja pescar el tonto;
todo chapetón cre pronto
que sabe mucho en el juego.

891
Hay hombres muy inocentes
y que a las carpetas van;
cuando azariados están
-les pasa infinitas veces-
pierden en puertas y en treses,
y dándoles mamarán.

892
El que no sabe no gana
aunque ruegue a Santa Rita;
en la carpeta a un mulita
se le conoce al sentarse,
y conmigo era matarse:
no podían ni a la manchita.

893
En el nueve y otros juegos
llevo ventaja y no poca,
y siempre que dar me toca
el mal no tiene remedio,
porque sé sacar del medio
y sentar la de la boca.

894
En el truco, al más pintao
solía ponerlo en apuro;
cuando aventajar procuro,
sé tener, como fajadas,
tiro a tiro el as de espadas,
o flor, o envite siguro.

895
Yo sé defender mi plata
y lo hago como el primero:
el que ha de jugar dinero
preciso es que no se atonte;
si se armaba una de monte,
tomaba parte el fondero.

896
Un pastel, como un paquete,
se llevarlo con limpieza;
dende quc a salir empiezan
no hay carta que no recuerde;
sé cuál se gana o se pierde
en cuanto cain en la mesa.

897
También por estas jugadas
suele uno verse en aprietos;
mas yo no me comprometo
porque sé hacerlo con arte,
y aunque les corra el descarte
no se descubre el secreto.

898
Si me llamaban al dao,
nunca me solía faltar
un cargado que largar,
un cruzao para el mas vivo,
y hasta atracarles un chivo
sin dejarlos maliciar.

899
Cargaba bien una taba,
porque la sé manejar;
no era manco en el billar,
y por fin de lo que esplico,
digo que hasta con pichicos
era capaz de jugar.

900
Es un vicio de mal fin
el de jugar, no lo niego;
todo el que vive del juego
anda a la pesca de un bobo,
y es sabido que es un robo
ponerse a jugarle a un ciego.

901
Y esto digo claramente
porque he dejao de jugar;
y le puedo asigurar,
como que fuí del oficio:
más cuesta aprender un vicio
que aprender a trabajar.

 

La vuelta de
Martín Fierro

 

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