IV

 

475
Antes de aclarar el día
empieza el indio a aturdir
la pampa con su rugir,
y en alguna madrugada,
sin que sintiéramos nada,
se largaban a invadir.

476
Primero entierran las prendas
en cuevas como peludos;
y aquellos indios cerdudos,
siempre llenos de recelos,
en los caballos en pelos
se vienen medio desnudos.

477
Para pegar el malón
el mejor flete procuran;
y como es su arma segura
vienen con la lanza sola,
y varios pares de bolas
atados a la cintura.

478
De ese modo anda liviano
no fatiga al mancarrón;
es su espuela en el malón,
después de bien afilao,
un cuernito de venao
que se amarra en el garrón.

479
El indio que tiene un pingo
que se llega a distinguir,
lo cuida hasta pa dormir;
de ese cudao es esclavo.
Se lo alquila a otro indio bravo
cuando vienen a invadir.

480
Por vigilarlo no come
y ni aun el sueño concilia:
sólo en eso no hay desidia;
de noche les asiguro,
para tenerlo siguro
le hace cerco la familia.

481
Por eso habrán visto ustedes,
si en el caso se han hallao,
y si no lo han observao,
tenganló dende hoy presente,
que todo pampa valiente
anda siempre bien montao.

482
Marcha el indio a trote largo,
paso que rinde y que dura;

viene en dirección sigura
y jamas a su capricho;
no se les escapa bicho
en la noche mas escura.

483
Caminan entre nieblas
con un cerco bien formao;
lo estrechan con gran cuidao
y agarran, al aclarar,
ñanduces, gamas, venaos,
cuanto a podido dentrar.

484
Su señal es un humito
que se eleva muy arriba,
y no hay quien no lo aperciba
con esa vista que tienen;
de todas partes se vienen
a engrosar la comitiva.

485
Ansina se van juntando,
hasta hacer esas riuniones
que cain en las invasiones
en número tan crecido;
para formarla han salido
de los últimos rincones.

486
Es guerra cruel la del indio
porque viene como fiera;
atropella donde quiera
y de asolar no se cansa;
de su pingo y de su lanza
toda salvacion espera.

487
Debe atarse bien la faja
quien a aguardarlo se atreva;
siempre mala intención lleva,
y, como tiene alma grande,
no hay plegaria que lo ablande
ni dolor que lo conmueva.

488
Odia de muerte al cristiano,
hace guerra sin cuartel;
para matar es sin yel,
es fiero de condición;
no golpia la compasión
en el pecho del infiel.

489
Tiene la vista del águila,
del leon la temeridá;
en el desierto no habrá
animal que él no lo entienda,

ni fiera de que no aprienda
un instinto de crueldá.

490
Es tenaz en su barbarie:
no esperen verlo cambiar;
el deseo de mejorar
en su rudeza no cabe;
el bárbaro solo sabe
emborracharse y peliar.

491
El indio nunca ríe,
y el pretenderlo es en vano,
ni cuando festeja ufano
el triunfo en sus correrías;
la risa en sus alegrías
le pertenece al cristiano.

492
Se cruzan en el desierto
como un animal feroz;
dan cada alarido atroz
que hace erizar los cabellos;
parece que a todos ellos
los ha maldecido Dios.

493
Todo el peso del trabajo
lo dejan a las mujeres:
el indio es indio y no quiere
apiar de su condición
ha nacido indio ladrón
y como indio ladrón muere.

494
El que envenenan sus armas
les mandan sus hechiceras;
y como ni a Dios veneran,
nada a los pampa contiene:
hasta los nombres que tienen
son de animales y fieras.

495
Y son, ¡por Cristo bendito!,
Los más desasiaos del mundo:
esos indios vagabundos,
con repunancia me acuerdo,
viven lo mesmo que el cerdo
en esos toldos inmundos.

496
Naides puede imaginar
una miseria mayor;
su pobreza causa horror;
no sabe aquel indio bruto
que la tiera no da fruto
si no la riega el sudor.

 

la vuelta de
Martín Fierro

III

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