525 el tiempo sigue su giro y nosotros, solitarios; de
los indios sanguinarios no teníamos qué esperar; el que nos salvó al
llegar era el más hospitalario.
526 Mostró noble corazón, cristiano anhelaba ser; la
justicia es un deber, y sus méritos no callo: nos regaló unos
caballos y a veces nos vino a ver.
527 A la voluntad de Dios ni con la intención
resisto: el nos salvó...¡Ah, Cristo!, Muchas veces he deseado no
nos hubiera salvado ni jamás haberlo visto.
528 Quien recibe beneficios jamás los debe olvidar; y
al que tiene que rodar en su vida trabajosa, le pasan a veces
cosas que son duras de pelar.
529 Voy dentrando poco a poco en lo triste del
pasaje; cuando es amargo el brebaje el corazón no se
alegra; dentró una virgüela negra que los diezmó.
530 Al sentir tal mortandá los indios,
desesperaos, gritaban alborotados: "¡cristiano echando
gualicho!" No quedó en los toldos bicho que no salió
redotao.
531 Sus remedios son secretos, los tienen las
adivinan; no los conocen las chinas sino alguna ya muy vieja, y
es la que lo aconseja con mil embustes, la indina.
532 Alli soporta el paciente las terribles
curaciones, pues a golpes y estrujones son los remedios
aquellos: los agarran de los cabellos y le arrancan los
mechones.
533 Les hacen mil herejías que el presenciarlas da
horror; brama el indio de dolor por los tormentos que pasa, y
untandolo todo de grasa lo ponen a hervir al sol.
534 Y puesto allí boca arriba, alrededor le hacen
fuego; una china biene luego y al oido le da de gritos; hay
algunos tan malditos que sanan con este juego. |
538 Había un gringuito cautivo que siempre hablaba del
barco, y lo augaron en un charco por causante de la peste; tenía
los ojos celestes como potrillo zarco.
539 Que le dieran esa muerte dispuso una china vieja, y
aunque se aflije y se queja, es inútil que resista: ponia el infeliz
la vista como la pone la oveja.
540 Nosotros nos alejamos para no ver tanto
estrago; Cruz sentia los amagos de la peste que reinaba, y la
idea nos acosaba de volver a nuestros pagos.
535 A otros les cuecen la boca aunque de dolores
cruja; lo agarran allí y lo estrujan, labios le queman y
diente con un güevo bien caliente de alguna gallina bruja.
536 Conoce el indio el peligro y pierde toda
esperanza; si a escapárseles alcanza dispara como la liebre; le
da delirios la fiebre, y ya le cain con la lanza.
537 Esas fiebres son terribles, y aunque de esto no
disputo ni de saber me reputo, "Será", decíamos nosotros, "De
tanta carne de potro como comen esos brutos".
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541 Pero contra el plan mejor el destino se rebela. ¡La
sangre se me congela! El que nos había salvado cayó tambien
atacado de la fiebre y la virgüela.
542 No podiamos dudar, al verlo en tal padecer, el fin
que habia de tener, y Cruz que era tan humano: "Vamos", me
dijo,"Paisano a cumplir con un deber".
543 Fuimos a estar a su lado para ayudarlo a curar; lo
vinieron a buscar y hacerle como a los otros; lo defendimos
nosotros, no lo dejamos lanciar.
544 Iba creciendo la plaga y la mortandá seguía. A su
lado nos tenía cuiandolo con pacencia, pero acabó su
esistencia al fin de unos pocos días.
545 El recuerdo me atormenta; se renueva mi pesar; me
dan ganas de llorar; nada a mis penas igualo; Cruz también cayó muy
malo ya para no levantar.
546 Todos pueden figurarse cuánto tuve que sufrir; yo
no haciá sino gemir, y aumentaba mi aflición no saber una
oración pa ayudarlo a bien morir.
547 Se le pasmó la virgüela, y el pobre estaba en un
grito; me recomendó un hijito que en su pago había dejado: "Ha
quedado abandonado". Me dijo, "Aquel pobrecito".
548 "Si vuelve, búsquemeló", me repetía a media
voz; "En el mundo eramos dos, pues él ya no tiene madre; que sepa
el fin de su padre y encomiende mi alma a Dios".
549 Lo apretaba contra el pecho, dominao por el
dolor; era su pena mayor el morir allá entre infieles sufriendo
dolores crueles entrego su alma al criador.
550 De rodillas a su lado yo lo encomendé a
Jesús. Faltó a mis ojos la luz, tuve un terrible desmayo; cai
como herido del rayo cuando lo vi muerto a Cruz. |