XI. A bailar un pericón
324 a otros les brotan las coplas como agua de
manantial; pues a mí me pasa igual; aunque las mías nada
valen, de la boca se me salen como ovejas de corral.
325 Que en puertiando la primera, ya la siguen los
demás, y en montones las de atrás contra los palos se
estrellan, y saltan y se atropellan sin que se corten jamás.
326 Y aunque yo por mi inorancia con gran trabajo me
esplico, cuando llego a abrir el pico, tengaló por cosa
cierta, sale un verso y en la puerta ya asoma el otro el
hocico.
327 Y emprésteme su atención; me oirá relatar las
penas de que traigo la alma llena; porque en toda
circustancia, paga el gaucho su inorancia con la sangre de sus
venas.
328 Después de aquella desgracia me refugié en los
pajales; anduve entre los cardales como bicho sin guarida; pero,
amigo, es esa vida como vida de animales.
329 Y son tantas las miserias en que me he salido
ver, que con tanto padecer y sufrir tanta aflición, malicio que
he de tener un callo en el corazón.
330 Ansí andaba como guacho cuando pasa el
temporal; supe una vez por mi mal de una milonga que había, y ya
pa la pulpería enderecé mi bagual.
331 Era la casa del baile un rancho de mala muerte, y
se enllenó de tal suerte que andábamos a empujones: nunca faltan
encontrones cuando un pobre se divierte.
332 Yo tenía unas medias botas con tamaños
verdugones; me pusieron los talones con crestas como gallos: ¡si
viera mis afliciones pensando yo que eran callos! |
333 Con gato y con fandanguillo había empezado el
changango, y para ver el fandango me colé haciendomé bola, mas
metió el diablo la cola, y todo se volvió pango.
334 Había sido el guitarrero un gaucho duro de boca: yo
tengo paciencia poca pa aguantar cuando no debo; a ninguno me le
atrevo, pero me halla el que me toca. 335 A bailar un
pericón con una moza salí, y cuanto me vido allí sin duda me
conoció; y estas coplitas cantó como por raírse de mí:
336 las mujeres son todas como las mulas; yo no digo
que todas, pero hay algunas que a las aves que vuelan les sacan
plumas.
337 Hay gauchos que presumen de tener damas; no
digo que presumen, pero se alaban, y a lo mejor los dejan tocando
tablas. |
338 Se secretiaron las hembras, y yo ya me
encocoré; volié la anca y le grité: ¡dejá de cantar– chicharra! Y
de un tajo a la guitarra tuitas las cuerdas corté.
339 Al punto salió de adentro un gringo con un
jusil; pero nunca he sido vil, poco el peligro me espanta; yo me
refalé la manta y la eché sobre el candil.
340 Gané en seguida la puerta gritando: ¡nadies me
ataje! Y alborotado el hembraje, lo que todo quedo
escuro, empezó a verse en apuro mesturao con el gauchaje.
341 El primero que salió fue el cantor, y se me
vino; pero yo no pierdo el tino aunque haiga tomao un trago, y
hay algunos por mi pago que me tienen por ladino.
342 No ha de haber achocao otro: le salió cara la
broma; a su amigo cuando toma se le despeja el sentido, y el
pobrecito había sido como carne de paloma.
343 Para prestar un socorro las mujeres no son
lerdas: antes que la sangre pierda lo arrimaron a unas pipas; ahi
lo dejé con las tripas como pa que hiciera cuerdas.
344 Monté y me largué a los campos más libre que el
pensamiento, como las nubes al viento a vivir sin paradero, que
no tiene el que es matrero nido, ni rancho, ni asiento.
345 No hay juerza contra el destino que le ha señalao el
cielo, y aunque no tenga consuelo, ¡aguante el que está en
trabajo! ¡Nadies se rasca pa abajo, ni se lonjea contra el
pelo!
346 Con el gaucho desgraciao no hay uno que no se
entone ¡la menor falta lo espone a andar con los
avestruces faltan otros con más luces y siempre hay quien los
perdone. |