El gran Depósito
Ingeniero Guillermo Villanueva, llamado Palacio de Aguas Corrientes,
es un excepcional ejemplo de la arquitectura ecléctica de fines
del siglo XIX en el país. Testimonio del lujo ornamental que caracterizó
a las construcciones de la época, este depósito recaudador y distribuidor
de agua corriente, destinado al abastecimiento de la población porteña,
fue producto del plan de obras de saneamiento de la Capital Federal.
La construcción, realizada entre 1887 y 1894 por la empresa inglesa
Bateman, Parsons & Bateman, fue dirigida por el ingeniero sueco
Carlos Mystönner y por el arquitecto noruego Olof Boye. Se trata
de una colosal estructura portante constituida por columnas, vigas
y cabriadas metálicas, que soporta doce tanques distribuidos en
tres pisos, con una capacidad total de 72 millones de litros de
agua potable. La estructura queda oculta tras los cuatro muros perimetrales
del edificio, cuyo espesor alcanza un metro ochenta en planta baja.
Las fachadas están revestidas con más de 130 mil ladrillos esmaltados
y 170 mil piezas de cerámica, fabricados especialmente para esta
obra en Bélgica e Inglaterra. Dentro de la profusión de elementos
decorativos, se destacan los escudos en relieve de cada una de las
provincias argentinas. Los techos son de pizarra verde, proveniente
de Francia. Pequeños jardines rodean los frentes del edificio, cerrados
por una destacable verja de herrería que apoya sobre pilares de
mampostería, a lo largo de la línea municipal. |
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Entrada
al Palacio de Aguas |
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