La revolucion de Carlos Tejedor

En las elecciones de 1880, surgieron las perspectivas de que Carlos Tejedor gobernador de la provincia de Buenos Aires y uno de los hombres de Mitre pudiera alcanzar la presidencia pero dos hechos desembocaron nuevamente en la solución por las armas uno de los hechos fue el apoyo de Avellaneda a otro tucumano como Julio A. Roca para acceder a la primera magistratura , el otro hecho fue la ley de federalizacion con lo cual la provincia de Buenos Aires perdío poder político , territorial y económico  

El comienzo

Carlos Tejedor reemplazo en 1878 a Carlos Casares como gobernador de la Provincia de Buenos Aires, en 1880 año electoral Mitre apoyo como candidato a la presidencia a Carlos Tejedor , mietras que el presidente Avellaneda apoyo a un coprovinciano como el que era Julio Argentino Roca y que ademas venia con el exito de haber terminado la campaña del desierto y ademas con el apoyo de la la liga de los gobernadores.

Cuando Avellaneda anunció su propósito de convertir a la ciudad de Buenos Aires en capital de la nación Tejedor se puso al frente de la corriente intransigente que se negaba a ello. y al enviar el presidente Avellaneda el proyecto al Congreso, Tejedor ordenó movilizaciones militares y la formación de milicias para adiestrar a los ciudadanos en el manejo de las armas. 

Iniciadas las campañas para suceder al presidente Nicolás Avellaneda, dos candidaturas focalizaron la elección: la de Julio Argentino Roca, ministro de Guerra de Avellaneda y líder de la conquista del Desierto, quien contaba con el apoyo del presidente saliente y de la poderosa Liga de Gobernadores de la mayoría de las provincias, así como del ejército, y la del gobernador bonaerense Carlos Tejedor, apoyado por restos de los partidos nacionalista y autonomista de la provincia de Buenos Aires, la provincia de Corrientes y núcleos de liberales opositores en las provincias de la Liga de Gobernadores.

La campaña electoral para la renovación de la presidencia, el anuncio de la cuestión de la capital de la República, los ejercicios de tiro, todo hizo presentir que estaba en marcha una revolución. La exaltación del localismo, la euforia de los recién armados y militarizados, la fantasía sobre su capacidad y su poder, galvanizaron a grandes núcleos de la población. "Somos una provincia de ochocientos mil habitantes en una república de menos de dos millones" —decía orgulloso Tejedor, hiriendo así el amor propio de las provincias.

La revolución de junio

Carlos Tejedor, que tenía jurisdicción inmediata sobre Buenos Aires, impulsado por los sentimientos populares dominantes, dispuso la organización de la guardia nacional de la capital y creó su estado mayor. 

El estado mayor

El general Martín de Gainza, comandante de una de las compañías de la Legión argentina en el sitio de Montevideo por Oribe, distinguido en la batalla de Pavón, ministro de guerra y marina en la presidencia de Sarmiento, fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas militares provinciales; el coronel Edelmiro Mayer, espíritu culto, con una trayectoria de lucha romántica en la guerra de secesión de los Estados Unidos y en la lucha de Benito Juárez contra el imperio de Maximiliano en México, fue designado jefe del estado mayor.

En esa pugna violenta, algunos jóvenes en torno a Leandro N. Alem y Aristóbulo del Valle, se escindieron del partido autonomista con propósitos de fijar una nueva posición al margen de los contendientes, pero no lograron sus propósitos. En vista de la efervescencia de la capital y del resto de la provincia y frente a la liga de los gobernadores que levantaban fuerzas en apoyo de la candidatura de su predilección, Carlos Tejedor resolvió adquirir armamentos y equipos militares, por acuerdo del 19 de diciembre de 1879.

La reacción de Avellaneda

Pero para contrarrestar esos preparativos, Avellaneda hizo llegar a la capital algunos batallones y regimientos de línea. Era de prever un choque entre las tropas nacionales y las fuerzas populares que acudían al Tiro Federal con aclamaciones a Buenos Aires y desafíos al gobierno de la Nación.

El 13 de febrero fue sacudida la población de Buenos Aires por la noticia de que el Tiro Federal había sido ocupado por el ejército de línea, al mando personal del ministro Pellegrini; los rifleros y los batallones populares se manifestaron por la idea de recuperarlo por la fuerza.

El 13 de febrero de 1880, Tejedor se dirigió a los presidentes de los partidos conciliados, que ya no lo estaban plenamente, para anunciarles que renunciaba a la candidatura presidencial. Los presidentes de esos partidos eran Martín de Gainza y Emilio Mitre. "Con el pretexto de defenderse del gobierno de la provincia —decía Tejedor—, el gobierno de la Nación ha acampado un ejército en los alrededores de la ciudad. El pueblo ha sentido el peligro, y se reúne, se arma y se ejercita en el tiro. Todo nos empuja a hechos violentos; podrán ser aislados, pero que el día menos pensado pueden convertirse en guerra civil. Semejante situación no parece ya de candidaturas, sino de patriotismo. En esta situación mi candidatura ha dejado de ser necesidad y puede ser un estorbo".

Jose Inocencio Arias

Jose Arias era un militar de carrera que hizo la campaña completa de la guerra del Paraguay en el Regimiento 6 de Infantería, luchando en casi todos los combates; fue herido de gravedad en la batalla de Curupayty. Pasó los cinco años de la guerra en el frente, y regresó en 1870 a incorporarse a las fuerzas que hacían la guerra contra el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán. Destinado segundo jefe del regimiento Regimiento 6 de Infantería en Buenos Aires, fue nuevamente herido en 1874, cuando intentaba evitar un duelo entre sus oficiales. Apenas repuesto, salió a campaña a enfrentar la revolución de 1874, contra la elección presidencial de Nicolás Avellaneda peleando contra las tropas leales a cargo de Roca. 

La comisión del Tiro federal desvió el movimiento y concentró a las fuerzas populares en la plaza de Lorca; los porteños exaltados acudieron a la reunión armados y con ánimo para el combate.

Una multitud de 30.000 hombres con armas recorrió algunas calles, el 15 de febrero; un destacamento de artillería de línea y un batallón de infantería del ejército nacional se incorporaron a las masas populares; pudo haber un choque sangriento en la plaza de la Victoria, que se logró impedir; pero subsistía el peligro de un enfrentamiento de las fuerzas en pugna. Se acordó que las tropas nacionales se retirasen del Paseo de Julio y regresasen a sus cuarteles, y que los batallones no hostilizarían al ejército. Al día siguiente habría en la Casa de Gobierno una reunión de personalidades de todos los partidos para tratar acerca de la situación del momento. 

Acudieron a ella Guillermo Rawson, Domingo F. Sarmiento, Félix Frías, José María Moreno, Dardo Rocha, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle, Rufino Varela, Eduardo Madero, Manuel Ocampo.

Guillermo Rawson hizo una exposición del estado de cosas y censuró a Avellaneda por la ostentación de las fuerzas de línea para intimidar y frenar los impulsos de Buenos Aires en la defensa de sus libertades. Sarmiento se mostró contrario a la ostentación de los batallones armados de Buenos Aires, pero pidió que se desarmase también a las provincias, a Córdoba en primer término, y a esos diez gobernadores que pretendían imponer a la República un general como presidente. La mayoría de los presentes aprobó el desarme de Buenos Aires, pero simultáneo con el de las provincias.

leandro alem

La muerte de Alsina también dio lugar a que el Partido Autonomista rompiera su alianza con Mitre, tras lo cual se comenzó a reorganizar bajo la figura de los antiguos opositores a Alsina, entre ellos el propio Alem quien en 1879 vuelve a ser electo diputado provincial por ese partido. Desde ese lugar Alem se opuso fuertemente a la federalización de Buenos Aires y al fraude imperante en la época. Por el primer motivo mantuvo un famoso debate parlamentario con José Hernández. Luego de que se concretara la federalización y de que Julio Argentino Roca comenzara licuar lo poco que quedaba del Partido Autonomista, Alem decide renunciar a su banca el 11 de diciembre de 1880 y abandonar la política.


En una reunión de los mismos notables con Tejedor, éste consintió en hacer cesar toda organización militar en la provincia de su mando, pero exigiendo que volvieran al parque nacional las armas repartidas en diez provincias para imponer al país el candidato preferido por el gobierno.

Avellaneda hizo volver los cuerpos del ejército a sus acantonamientos y Tejedor dejó sin efecto las disposiciones de carácter militar que había tomado. Pero la pacificación fue más aparente que real. Los nombres de los candidatos de transición, Mitre y Sarmiento, se desvanecieron en seguida.

Ni Avellaneda, ni Pellegrini confiaban en la sinceridad de los tejedoristas. Nuevamente; pues, comenzaron a llegar batallones de línea a los alrededores de Buenos Aires, mientras los cuerpos de rifleros y bomberos voluntarios se agitaban y preparaban a su vez, alentados por los coroneles Arias, Julio Campos y Lagos. El ruido de armas volvió a resonar en los barrios centrales de la ciudad, y en los alrededores de la misma se iba formando un círculo de fusiles y cañones, instalando el campamento principal en la Chacarita.

Las elecciones para electores de presidente y vice se realizaron en toda la República el 19 de abril y los sufragios de 12 provincias se pronunciaron en favor de Roca, y por Tejedor solamente los de Buenos Aires y Corrientes, provincia que se había solidarizado con los porteños.

El 10 de mayo, la legislatura de Buenos Aires autorizó al gobernador para invertir 50 millones de pesos en armamento para la policía y las milicias provinciales y a raíz del cumplimiento de esa decisión se produjo el choque tanto tiempo previsto. El 12 de mayo, Avellaneda volvió a reunir una conferencia de notables, en la que participaron Mitre, Rawson, Sarmiento, Alberdi, Frías y Vicente F. López, pero no se llegó a nada práctico en ella. Las provocaciones y excesos de los tejedoristas continuaron con motivo de la discusión en la Cámara de diputados de las recientes elecciones.

Para exhortar a la pacificación, la Cámara de Comercio, el Club industrial, la Sociedad Rural y la Orden masónica, habían organizado el 10 de mayo una demostración. El comercio cerró sus puertas y una masa de 30.000 personas se congregó frente a la Bolsa; encabezaron el desfile: Guillermo Rawson, Sarmiento, Alberdi, Mitre, Vicente Fidel López, Frías y Gorostiaga; en la comisión del comercio figuraban José V. Carabasa, Tomás Anchorena, Santiago Luro, Ernesto Tornquist; por la Sociedad rural habían concurrido Enrique Subland, Mariano Artayeta, Ezequiel Ramos Mejía y Luis Olivera; por la masonería estaban presentes Bernardo de Irigoyen, Manuel H. Langenheim, Juan Ángel Golfarini, Enrique Moreno, Pablo Tarnassi, Eduardo Wilde y Manuel A. Montes de Oca. La columna llegó hasta la casa de gobierno y el presidente Avellaneda, rodeado por sus ministros, pronunció una arenga elocuente; la manifestación siguió luego hasta el domicilio del gobernador Tejedor, y Santiago Alcorta leyó el discurso que había dejado para esa ocasión el gobernador de Buenos Aires.

Esa demostración no dio resultado algun ya que el 10 de mayo Carlos Tejedor se creó la Inspección General de Milicias de Buenos Aires.

El 20 de mayo Avellaneda hizo efectuar un desfile militar por las calles de la ciudad en homenaje al centenario del nacimiento de Bernardino Rivadavia. El 25 de mayo efectuó una parada militar en conmemoración de la Revolución de Mayo. Ambos sucesos fueron interpretados como provocaciones y demostraciones de fuerza.

El 28 de mayo estaba previsto recibir con honores los restos del general José de San Martín, llegados a bordo del vapor transporte Villarino a Montevideo. Mientras el gobierno aprovechaba el evento para reforzar la guarnición con el 8.º de Línea que permanecía en Zárate, el gobierno provincial intentó también aprovechar la ocasión y para el homenaje movilizaría a los batallones del Tiro Nacional, la Guardia Provincial y la Policía, obviamente desarmados. No obstante, tropas armadas de la policía al mando del jefe de la fuerza, el coronel Garmendia, se desplazarían al Riachuelo para recibir el mayor embarque de armas que esperaba la ciudad, 3500 fusiles mauser y 500.000 cartuchos adquiridos por Tejedor en Alemania y transportados a bordo del vapor fluvial Riachuelo.

No obstante el vapor había tenido que demorar su salida y la entrega no se concretó. El gobierno nacional tuvo conocimiento del envío y de su postergación para la madrugada del 1 de junio.

A mediodía Tejedor convocó a Arias a una reunión en su despacho que se concretó a las 14 con la presencia de Julio Campos. Tejedor les comunicó lo que era ya un secreto a voces, que las armas se recibirían esa noche y que ya había dado órdenes de movilizar a las fuerzas de los comisarios Irineo Miguens y Naón para apoyar en defensa y en logística la operación. Tejedor ordenó a Arias recibir, defender o tomar por la fuerza las armas de ser preciso. Si se producía un enfrentamiento debía ser considerado como el inicio de las hostilidades y Campos debía actuar tomando prisionero a Avellaneda.

Alertado el gobierno nacional, a las 20:00 el batallón N.º 1 de Línea se dirigió a la Boca por los paseos Julio y Colón. Arias dispuso que una división del Batallón de Guardia Provincial permaneciera en el patio de la policía como reserva y formó la otra en la calle Bolívar frente al Cabildo de Buenos Aires al mando del comandante Díaz. Aunque las compartía, insistió en recibir sus instrucciones por escrito y recién a las 23:00 se puso en marcha con sus hombres.

Las tropas nacionales recibieron órdenes de retirarse para evitar un enfrentamiento, sin embargo, al arribar la Riachuelo fue perseguida por un vapor nacional originándose un tiroteo. Finalmente las armas fueron descargadas en la Vuelta de Rocha y Arias regresó con sus hombres a la ciudad suponiendo que, de acuerdo a lo acordado, al haberse combatido Tejedor habría ordenado avanzar a Campos. No obstante, el gobernador había desistido deseando mantener lo que consideraba una política de resistencia y no de agresión hacia el estado nacional.