La elección de Viamonte no fue del agrado de doña Encarnación Ezcurra ni de su esposo; «no es nuestro amigo, ni jamás podrá serlo», escribía la primera al segundo el 4 de diciembre. Para ella no había términos medios: o estaban con Rosas o merecían la condenación y la persecución. Manuel José García, Luis Dorrego, la viuda de Dorrego, todos eran enemigos, porque eran federales cismáticos.
Bajo las promesas de restablecer el orden y la paz y frente a la posibilidad de una nueva anarquía debido al asesinato del caudillo riojano Facundo Quiroga, Juan Manuel de Rosas exigió a la Sala de Representantes de la provincia de Buenos Aires que le concediera la suma del poder público para volver a ser gobernador. La legislatura cedió a sus pretensiones y le dio plenos poderes ejecutivos, legislativos y judiciales. Rosas, durante su segundo gobierno, ejerció de manera absoluta todas las funciones del estado y no admitió ningún tipo de oposición fuese ésta política, social, religiosa, económica o cultural.
Para consolidar su poder, ya en 1833 los rosistas intransigentes crearon la Sociedad Popular Restauradora, y organizaron la Revolución de los Restauradores contra los "lomos negros", federales que no estaban de acuerdo con las políticas de Rosas. Estaba inspirada por la propia esposa de Rosas, Encarnación Ezcurra, pero su presidente era Julián González Salomón.1
También integraban la Sociedad Popular Restauradora federales "netos" o "apostólicos" como Juan Nepomuceno Terrero, Felipe Arana, Nicolás Anchorena, Agustín de Pinedo, Lucio N. Mansilla, Mariano Benito Rolón y familias como los Obarrio, Riglos, Iraola, Pereyra, Unzué y Piñeyro. El 7 de abril de 1841, La Gaceta Mercantil publicó una "Lista de miembros de la Sociedad Popular Restauradora".
Rosas confundió su propia causa con la causa del partido federal. Persiguió ferozmente a todos sus enemigos y también a los federales que rivalizaban con su poder. Calificó a sus adversarios bajo el rótulo de unitarios, fueran éstos federales o unitarios. Asimismo, en muestra de adhesión a su régimen, implantó el uso de la divisa punzó, que era un distintivo o cinta roja que debía ser de uso obligatorio por todos los habitantes de Buenos Aires. El color colorado formó parte inseparable del ritual rosista en contraposición al celeste que era el utilizado por sus oponentes.
Julián González Salomón en 1832 fue uno de los miembros fundadores de la Sociedad Popular Restauradora compuesta mayormente de miembros de la clase media comerciante o artesana que apoyaba al gobernador Juan Manuel de Rosas , tenia casi 200 miembros, y algunos meses después de su fundacion se lo nombró como presidente a Julián González Salomón.
Para encarar la nueva situación creó con sus familiares la Sociedad Popular Restauradora, elementos jóvenes y exaltados y también hombres serios y de importancia política y social; la presidencia estuvo a cargo del coronel Pedro Burgos; el vicepresidente fue Julián G. Salomón, adversario encarnizado del partido unitario.
A fines de diciembre se desencadenó la acción violenta dirigida por doña Encarnación Ezcurra contra los enemigos. Guido escribe a Rosas: "los que aconsejan a Ud. persecuciones, destierros y muertes, son almas mezquinas, son fanáticos políticos que no merecen ser escuchados; no hay causa alguna que se consolide por estos medios".
Guido era partidario de una reconciliación de Rosas y Viamonte; pero doña Encarnación procedía por su cuenta; la casa de Félix Olazábal fue baleada por gente de su confianza, lo mismo que la de Iriarte y otras; la misma casa de Balcarce fue asaltada y doña Encarnación envió al esposo cartas suyas escritas a don Juan Ramón para que no anduvieran de mano en mano. Esas violencias motivaron que los generales Balcarce, Martínez y Olazábal se dirigiesen a la Banda Oriental; el coronel Fernández huyó en la Sarandi, el coronel Manuel Olazábal se dirigió a Corrientes; cerca de doscientos jefes y oficiales de tenientes coroneles abajo salieron de la provincia a distintos puntos de la Banda Oriental.
El gobierno, sin el apoyo resuelto de Rosas, era impotente contra esa ola de terror desencadenado por doña Encarnación Ezcurra.