Era un hombre de prestigio, dotado de mejores condiciones que Balcarce para ejercer el gobierno, pero el momento político que debió enfrentar era muy difícil.
Los partidarios de Rosas socavaron su gobierno y el mismo Rosas, desde su estancia de El Pino, pues había regresado de la campaña en el sur, movía hábilmente los hilos de la intriga en Buenos Aires para convencer a todos de que era la única garantía de orden y obtener así el gobierno sin condiciones.
Viamonte fundó el Cuerpo de Serenos, especie de policía nocturna costeada por los vecinos, que comenzó a actuar en marzo de 1834. Creó el Registro Civil para los casamientos, nacimientos y defunciones de individuos pertenecientes a creencias no católicas, y que por tal causa no podían certificarse en las parroquias.
Concedió pase a la bula que designaba obispo de Buenos Aires a Mariano Medrano (1757-1851). A pesar de sus deseos y sus medidas de equilibrio y ecuanimidad, no le fue posible mantener el orden y debió renunciar el 5 de junio de 1834.
El 2 de julio de 1832 el nuevo papa Gregorio XVI designó a Mariano Medrano obispo residencial de Buenos Aires, otorgándole como obispo auxiliar a Mariano José de Escalada, que pasó a ocupar el título de "Aulón".Esta designacion fue ingresada durante el gobierno de Viamonte pero el tramite fue finalizado por el gobernador Manuel Maza acepta la designación del nuevo obispo de Buenos Aires, cargo que el prelado asumirá recién un año después, cuando Juan Manuel de Rosas vuelva a ser gobernador de la provincia.
La guerra del papel impreso no cedía; en El Constitucional, El Iris, La orquesta de los restauradores, etc se presentaba a Rosas como el hombre que obstruía la acción de todo gobierno en Buenos Aires y que aspiraba al mando absoluto sin ningún contralor.
La situación financiera fue descripta así por Manuel J. García:
"El Banco, que es máquina indispensable para la marcha de todo gobierno regular, está desquiciado... Cuatro millones de deuda del gobierno al Banco; el medio circulante que alcanza a 16 millones de pesos pierde en el cambio las seis séptimas partes de su valor escrito; los sueldos y gastos ordinarios exceden a las entradas en siete mil pesos diarios; en el ministerio de la guerra se consumen casi todas las rentas; los empleados y el ejército sin pagar desde varios meses; el servicio del empréstito externo suspendido desde 1828, debiéndose por tal concepto más de 400.000 libras esterlinas; sin presupuestos desde 1831, autorizándose en cambio al poder ejecutivo para gastar primero 900.000 pesos mensuales y en seguida 750.000 pesos; interés normal para obligaciones del gobierno de 2% a 2,5%, y los fondos públicos al 40%"
En tales circunstancias apremiantes, y como no era posible aumentar los impuestos y disminuir los gastos de guerra, se puso fin a la Caja de amortización y se continuó con el recurso extremo de la emisión de ocho millones de fondos públicos a negociar al 40 ó 50 %, terminando con una mayoría forzosa a favor del gobierno.