La revolución francesa

La Revolución Francesa (1789-1799) significó el derribo del Antiguo Régimen dominado por la monarquía absoluta y la aristocracia feudal de la edad media y la implantación del liberalismo dominado por la burguesía.En el transcurso de diez años de revolución, Francia experimentó profundas transformaciones a todos los niveles. A nivel político, la monarquía absoluta dejó paso a una monarquía constitucional, y ésta a una república liberal de tipo moderado, salvo el paréntesis radical del gobierno jacobino.


Causas de la revolución francesa en España

España quiso ponerse en guardia contra los escritos pecaminosos de la revolución francesa, contra el filosofismo innovador; Carlos IV dictó severas disposiciones de defensa; las aduanas debían estar alerta para que no pasasen escritos e informes de procedencia francesa; sin embargo no se pudo impedir que los hechos de 1789 y las declaraciones de la Convención encontrasen eco en España y sus colonias; los enciclopedistas, Rousseau, Mably, etc., fueron leídos y divulgados entre las minorías cultas, y lo ocurrido en Francia trascendió a las capas populares. El Contrato social circulaba traducido en la península, y los comentarios agudos de fray Benito Feijóo se leían en España y en América.


La toma de la Bastilla

La toma de la Bastilla se produjo en París el martes 14 de julio de 1789. A pesar de que la fortaleza medieval conocida como la Bastilla solo custodiaba a siete prisioneros, su caída en manos de los revolucionarios parisinos supuso simbólicamente el fin del Antiguo Régimen y el punto inicial de la Revolución francesa. La rendición de la prisión, símbolo del despotismo de la monarquía francesa, provocó un auténtico sismo social tanto en Francia como en el resto de Europa, llegando sus ecos hasta la lejana Rusia.

Belgrano en Europa

Manuel Belgrano entró en contacto en España con las ideas de los economistas de su tiempo: Adam Smith, Quesnay, Galeani, Jovellanos, Campomanes. "Toda riqueza que no tiene su origen en el suelo es incierta", decía en su memoria de 1796 al Consulado. En Mariano Moreno se advierte la lectura de las obras de Rousseau; y Rousseau y Montesquieu inspiran a Bernardo de Monteagudo; en la biblioteca de Bernardino Rivadavia figuraban Fenelón, Rousseau, Voltaire, Filangieri, Montesquieu, Necker, Campomanes, Jovellanos, D'Alembert, Condorcet, Locke, Bacon, Bentham.

De la influencia de un Genovesi o un Jovellanos surgieron en Belgrano las ideas de las escuelas agrícolas y de la enfiteusis, y a Belgrano siguió Rivadavia en sus concepciones e iniciativas en materia agraria.

Belgrano y Montegudo

Manuel Belgrano entró en contacto en España con las ideas de los economistas de su tiempo: Adam Smith, Quesnay, Galeani, Jovellanos, Campomanes.De la influencia de un Genovesi o un Jovellanos surgieron en Belgrano las ideas de las escuelas agrícolas y de la enfiteusis, y a Belgrano siguió Rivadavia en sus concepciones e iniciativas en materia agraria. En el proceso instruido contra Bernardo de Monteagudo a raíz de los sucesos de Chuquisaca y La Paz en 1809 se menciona a Rousseau y su Contrato social como cuerpos de delito.


Monteagudo en el Perú

En el proceso instruido a raíz de los sucesos de Chuquisaca y La Paz en 1809 se menciona a Rousseau y su Contrato social como cuerpos de delito.

Hallándose en Perú, escribió Bernardo Monteagudo en su Memoria:

 "Mis enormes padecimientos, por una parte, y las ideas demasiado inexactas que entonces tenía de la naturaleza de los gobiernos, me hicieron abrazar con fanatismo el sistema democrático. El Pacto Social de Rousseau y otros escritos de este género, me parecía que aún eran favorables al despotismo. De los periódicos que he publicado en la revolución, ninguno he escrito con más ardor que el Mártir o Libre, que daba en Buenos Aires; ser patriota, sin ser frenético por la democracia era para mí una contradicción, y éste era mi texto. Para expiar mis primeros errores, yo publiqué en Chile en 1819 el Censor de la Revolución; ya estaba sano de esa especie de fiebre mental, que casi todos hemos padecido; y ¡desgraciado el que con tiempo no se cura de ella!".

Por otra parte, la Convención declaró que la nación francesa acordaría fraternidad y socorro a todos los pueblos que quisieran recobrar la libertad, y entre sus miembros se fraguaron planes para atacar el poderío de España en sus posesiones coloniales, por impulso propio y por sugerencia de Francisco de Miranda, que luchó con los revolucionarios franceses.

A raíz de la ejecución de Luis XVI, España declaró la guerra a Francia, y en esa situación se multiplicaron los planes de fomento de la acción subversiva en las colonias españolas. El virrey Arredondo fue advertido desde la península y dispuso que se vigilase rigurosamente todo impreso procedente de Francia o sobre Francia; las restricciones se hicieron más severas desde 1793, cuando se produjo el estado de guerra; en 1795 se ordenó al virrey que formase proceso a toda persona que por palabras o acciones manifestase adhesión a la revolución francesa y que remitiese a España a los culpables y a los extranjeros sospechosos.

Cumpliendo esas disposiciones fueron detenidos en 1795 en Buenos Aires algunos negros y esclavos y algunos extranjeros sospechosos de simpatía revolucionaria; en casa de uno de ellos, Antonini, se encontró un pasquín titulado ¡Viva la libertad! Martín de Alzaga, encargado del proceso, mandó que se le diese tormento para arrancarle confesiones. La mayoría de los presos por esa causa fue remitida a España, y el, correntino J. Díaz fue condenado a diez años de prisión en las Malvinas, pero no pudo esclarecerse nada.

Cuando terminó la guerra con Francia en 1795 a raíz de la paz de Basilea, los enemigos de la víspera se convirtieron en 1796 en aliados por efecto del tratado de San Ildefonso; pero no obstante la alianza, no disminuyó en el virreinato la vigilancia contra toda manifestación favorable a los revolucionarios franceses.

Tuvieron también influencia en la parte culta de la sociedad, especialmente entre los eclesiásticos, las doctrinas de Vitoria y de Francisco Suárez; éste enseñó a comienzos del siglo XVII en Salamanca y Coimbra y sostenía que el poder, la autoridad, no pasa de Dios al gobernante, sino por intermedio del pueblo; éste es, por consiguiente, como depositario del poder, el que lo entrega o transmite a los hombres que han de gobernar el Estado; si esos gobernantes no cumplen su función de gerentes del bien común se transforman en tiranos, los pueblos tienen derecho a resistir a la opresión, a levantarse contra ellos para deponerlos y reasumir el poder, que dará a otros gobernantes capaces de cumplir su misión. Proponía, pues, la doctrina del origen democrático del poder. James I de Escocia protestó contra esas enseñanzas y pidió a Felipe III que prohibiese a Suárez la enseñanza de esa doctrina con cuya difusión ningún rey se sentiría seguro en su trono. Sin embargo, Suárez no fue molestado.

La influencia de Suárez se comprueba en la resolución del claustro de la universidad de Córdoba, del 28 de setiembre de 1730, según la cual no se admitiría a los que hubiesen cursado estudios filosóficos en escuelas opuestas a la suarista.