El exodo

Los banaeirantes, nombre con que se conocía a quienes realizaban tráfico de esclavos en 1627 iniciaron una serie de ataques despiadados contra las aisladas misiones del interior. Siendo algunas arrasadas, y los religiosos de Loreto y San Ignacio Miní decidieron que sus posiciones no eran ya sostenibles y planearon realizar un éxodo

El éxodo

También en aquel tiempo una de las principales actividades era allí el tráfico de esclavos. Los banaeirantes, nombre con que se conocía a quienes realizaban este comercio, no tardaron en considerar con codiciosa mirada a los mansos indios de las misiones. Así, en 1627 iniciaron una serie de ataques despiadados contra las aisladas misiones del interior. Algunas fueron arrasadas, y los religiosos de Loreto y San Ignacio Miní decidieron que sus posiciones no eran ya sostenibles. El padre Ruiz de Montoya proyectó entonces una evacuación masiva para que los doce mil conversos restantes de un total de cincuenta mil pudieran encontrar paz y seguridad en algún otro sitio. Construyeron setecientas balsas grandes provistas de superestructuras para protegerse del sol, y toda una flota de canoas. 

La numerosa fuerza expedicionaria se lanzó al agua, remando corriente abajo hacia las desconocidas regiones de Paranapanema y el Paraná. Dos días más tarde tropezaron con una sucesión de cataratas, posiblemente las Siete Cataratas del Guayrá. 


exodo de los Bandeirantes

Exodo de los jesuitas y los guaranies escapando de los bandeirantes

Al no tener otra alternativa, tuvieron que abrirse camino por la cerrada selva que bordeaba el Paraná por ambos lados. Al cabo de una semana de dura prueba, los conversos, debilitados por la fiebre y el cansancio, tuvieron que construir nuevas embarcaciones para proseguir el viaje. Ésta fue una de las hazañas más fantásticas en la historia de la colonia americana. A unos setecientos kilómetros al sudoeste de los emplazamientos del Guayrá, se fundó un nuevo grupo de misiones, algunas dentro del actual Paraguay, y otras al sur del actual territorio de Misiones. San Ignacio Mini se instaló nuevamente en la ribera de un pequeño río llamado Yabebirí.

En 1696 la aldea volvió a trasladarse unos kilómetros más adentro, donde se encontraron sus ruinas, y al parecer, no alcanzó allí un desarrollo importante, pues en 1644 la población era sólo de 1.750 habitantes.

Los jesuitas decidieron, por las experiencias vividas, armar a sus protegidos para su propia defensa. 

Los guaraníes dieron pruebas de gran capacidad como soldados, de tal manera que los gobernadores civiles acostumbraban a convocarlos para defenderse de otros indios, y consta que se distinguieron en Asunción, Tucumán, y también en Buenos Aires. 

Las Misiones Jesuíticas contaban con treinta aldeas o reducciones aproximadamente, y una población de casi 150.mil indios unidos, prósperos, vigorosos, mansos, y preocupados por cultivar el espíritu religioso, la arquitectura, la fabricación de algunos utensilios prácticos y en aprender el arte de la imprenta. 

La primera imprenta en el virreinato del Río de la Plata funcionó en la aldea de Loreto, bajo la dirección de un grupo de entusiastas jesuitas.