Antecedentes

La creación y funcionamiento del Virreinato del Río de la Plata dejó en sus 34 años de existencia un sentido de organización política y una conciencia de la comunidad geográfica y económica. La Aduana, el Consulado, las Intendencias gravitaron por muchos años en la vida independiente y transcurrió un largo período antes de que se extinguieran sus efectos. La organización administrativa de la nación independiente fue la estructura heredada del virreinato.

Antecedentes de creación del Virreinato del Rio de la Plata

Los Habsburgo habían llevado a España a un estado de bancarrota económica y política y no afrontaron ninguno de los problemas apremiantes: la desocupación crónica, los latifundios improductivos, la falta de industrias, el caos monetario, todo ello agravado por guerras interminables, reiteradas. Los Borbones, para superar el desorden, introdujeron los métodos de gobierno que surgían en Francia, acrecentaban la centralización, haciéndola más efectiva. 

Felipe V, con sus consejeros económicos franceses y sus ministros españoles, Patino y Ensenada, dio la sensación de un poder directivo; redujo las barreras aduaneras internas, estableció fábricas modelo y fomentó y protegió la industria naciente; el centralismo borbónico creó entidades que pusieron fin a las autonomías locales y regionales, ya cercenadas por el absolutismo de la casa de Austria.

La clase dirigente del país se afirmó desde fines del siglo XVIII y comienzos del xix sobre una base económica del predominio agropecuario; aparecen los hacendados, los comerciantes, los sacerdotes, los militares, los abogados; en lo sucesivo y por muchos decenios, esas fuerzas son las predominantes, los grupos de presión permanente en la orientación de la vida del país.

La articulación territorial del virreinato pasó a la forma de las Provincias Unidas del Río de la Plata; la unión virreinal persistió a través de los primeros diez arios de vida independiente; después, por motivos de índole política interna o de naturaleza económica, se desgajaron cuatro países independientes: Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia; la Argentina quedó con la extensión territorial más importante y dueña de la vieja capital virreinal.

Felipe V, como sus sucesores, Fernando VI y Carlos III, era un monarca absoluto; algunos de los reyes de la nueva dinastía tenían una visión progresista, sin dejar por ello de concentrar todos los atributos del poder y todas las iniciativas en la corona; el propio Consejo de las Indias quedó en situación subalterna después de la creación de los secretarios de despacho, una reforma que llevó a su término Carlos III. También la Casa de Contratación disminuyó en sus funciones judiciales y en su autonomía; se creó un intendente general de marina que funcionó hasta 1790, año en que se instituyó el juez de arribadas, funcionarios dependientes del monarca. Las Intendencias, que parecen expresiones de descentralización, fueron un recurso de Carlos III para una mejor administración de las rentas reales y para su mejor control centralista.

Conde de Floridablanca

En la España de la nueva la casa reinante ocurrieron profundos cambios que no dejaban de tener sus ecos en las colonias americanas. En 1777, el conde de Floridablanca uno de los maximos exponentes del liberalismo ilustrado accedio a la secretaria de estado y fue uno de los de la idea de creación de un virreinato.  

La buena administración exigía la instalación en Buenos Aires de una audiencia, que ya había existido en 1661-1671, para que estuviese más en contacto con las provincias de Paraguay, Buenos Aires, Tucumán y Cuyo, pues la de Charcas, Chuquisaca o La Plata, estaba excesivamente distante. También era absurda la dependencia en lo político del virreinato de Lima. 

La gran extensión del territorio del Río de la Plata y su población en aumento exigían, según lo hicieron notar gobernadores y personalidades del período colonial, una audiencia propia en Buenos Aires y un virrey de los vastos dominios. Ya en 1770 pidió Carlos III al fiscal de la audiencia de Charcas, Álvarez de Acevedo, una información sobre la posibilidad de instalar nuevas reducciones indígenas en la frontera del Tucumán; Álvarez de Acevedo respondió en enero de 1771, y comienza así una serie de informes sobre el proyecto del nuevo virreinato en América del Sur; sostenía el informe del fiscal de Charcas que las provincias del Río de la Plata no podían ser debidamente gobernadas desde Lima por causa de las enormes distancias que las separaban. Sugirió que se crease una nueva entidad política y administrativa, con un virrey y una audiencia al frente para la totalidad del Rio de la Plata.

Con el virreinato se reajusta más racionalmente el dominio español en ésta parte de América. Desde Buenos Aires a Potosí hay 1.750 km de rutas de llanura y montañas que exigían dos meses de viaje; pero desde Lima a Potosí la distancia es de 2.500 km por regiones montañosas que requerían un viaje de cuatro meses. De ahí que las mercaderías llevadas al gran foco minero tenían un precio distinto según la procedencia, Buenos Aires o Lima; por ejemplo, las mulas tenían un valor cuatro veces mayor si llegaban de Lima que si procedían de Córdoba o del Litoral.

Pero lo que privó más esencialmente en la creación del virreinato fue el interés por instaurar en Buenos Aires un baluarte de defensa contra Inglaterra y Portugal.

También se propuso remediar la vastedad del Tucumán subdividiéndolo en dos gobiernos: uno con Córdoba, Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca, y el otro con Tucumán, Salta y Jujuy.

La ofensiva de los portugueses en la zona de Río Grande para desalojar de ella a los españoles, no solamente dio motivo a la organización de una expedición poderosa para reivindicar las armas españolas contra los "insultos" de Portugal, sino también a la creación del virreinato del Río de la Plata, para dar mayor autoridad y libertad de acción al jefe de la misma, Pedro de Cevallos, aunque en el momento de iniciarse la preparación de la expedición, en 1776, no existía aún el proyecto de la instalación del virreinato.