El 2 de abril , tan solo tres días después de la huelga general la dictadura pegó su último manotazo de ahogado, y ordenó el desembarco en Malvinas. Varios dirigentes políticos y representantes de ambas centrales sindicales viajaron a las islas, invitados por el gobierno. La misma CGT anunció «un paréntesis en su plan de acción». Aunque dijeron que «la reconquista de las Malvinas» en nada modificaba «los graves problemas internos», ni debía “interpretarse como una renuncia a lograr los objetivos de justicia social, independencia económica y soberanía política”, en los hechos le daban cierto aire a la maniobra militar.
En 1981 la Junta Militar de Gobierno, con especial énfasis del almirante Jorge Isaac Anaya, decidió para 1982 solucionar la cuestión de las islas Malvinas, para apoyar al régimen militar que enfrentaba un fuerte descontento social y económico. Entre marzo y abril de 1982 hubo cinco manifestaciones contra el gobierno militar, tres de ellas organizadas por los familiares de los desaparecidos y todas reprimidas duramente.
La popularidad del gobierno estaba en franco descenso, mientras la inflación crecía y el PBI se reducía en un 11,45 %; el régimen militar se desmoronaba y Galtieri comprendió que las Fuerzas Armadas no tenían el suficiente poder para evitar la transición democrática que ya aparecía en el escenario político.
La recuperación de las islas Malvinas fue percibida como un elemento que iba a aglutinar a la descontenta sociedad argentina. Después de seis años de dictadura, la Junta Militar necesitaba de una victoria, tras una operación dramática pero necesaria para unir al país, con la recuperación de las islas Malvinas, un anhelado sueño de la sociedad argentina parecía el modo ideal de lograrlo.
Siguiendo el modelo de la abortada Operación Soberanía para la solución del aún pendiente Conflicto del Beagle con Chile, Galtieri dio lugar el 26 de marzo a la Operación Rosario, un plan de desembarco en las islas Malvinas para canalizar en el conflicto bélico la animosidad popular.
El 2 de abril de 1982 un contingente al mando del contraalmirante Carlos Büsser desembarcó en la isla Soledad, tomaron prisionero al gobernador británico de las islas sin causar bajas enemigas para evitar una reacción británica en el futuro. El desembarco y toma de la capital insular, Port Stanley, a la que se rebautizó Puerto Argentino, con tres bajas propias, provocó una fuerte adhesión popular, con manifestaciones públicas de apoyo, la sociedad argentina había olvidado a los desaparecidos, a la depresión causada por los militares y al desastre económico; era el sentimiento Malvinas.
La empresa militar, emprendida bajo el supuesto de que la situación geográfica de las islas haría imprácticas las acciones militares de los británicos, pronto tuvo que hacer frente a una muy superior fuerza del enemigo. El régimen militar del general Augusto Pinochet en Chile, al que la dictadura argentina consideraba como el enemigo número uno, proporcionó todo el apoyo logístico necesario a las tropas británicas.
Las tropas británicas no solo contaban con la ayuda militar y logística del Reino Unido también tenía una operación secreta con el dictador chileno Augusto Pinochet que optaba con colaborar con la ofensiva inglesa. Las tropas argentinas, en inferioridad logística y de inteligencia, sin apoyo naval y con inadecuado apoyo aéreo, pese a haber obtenido algunos éxitos parciales especialmente en ataques aéreos lanzados desde el continente contra la fuerza naval británica, se vieron pronto en una posición insostenible.
Sin embargo, el régimen mantuvo durante toda la guerra de las Malvinas un poderoso aparato propagandístico para mantener la adhesión popular. Los comunicados oficiales, retransmitidos obligatoriamente por todas las emisoras de radio y televisión, concentraban la atención de todo el espectro político; férreos adversarios del régimen militar se vieron llevados por la situación a expresar su respaldo a la acción militar. Se realizaron fuertes campañas para apoyar económica y materialmente a las fuerzas armadas desplegadas en las islas pero la inmensa mayoría de esas donaciones jamás llegaron su destino. El hundimiento, del destructor británico HMS Sheffield el 4 de mayo que fue alcanzado por un misil Exocet y se hundió una semana después, fue ocasión de celebraciones populares. La información real sobre el estado de los combates se filtraba cuidadosamente para mantener altas las expectativas, de tal manera que la ocupación de las islas por las fuerzas británicas tras la batalla de Pradera del Ganso la más cruel de las batallas el 29 de mayo se mantuvo en secreto hasta que el 14 de junio el general de brigada Mario Benjamín Menéndez, gobernador militar de Malvinas, rindió Puerto Argentino a tropas muy superiores.
El 14 de junio, con la caída de la tarde, alguna gente comenzó a acercarse a la Casa Rosada buscando novedades. No eran más de trescientas personas que comenzaron a gritar: "No se rindan, no se rindan". No se sabía fehacientemente lo que ocurría. Nadie pronunciaba la palabra "rendición". Las reuniones de altos mandos militares se sucedían hora tras hora. Por la noche, Galtieri se reunió con los generales de división y les relató los acontecimientos de la jornada. Luego les solicitó una tarea de asesoramiento para ser entregada al día siguiente sobre si se debía continuar el conflicto. De todos los presentes el único que se expresó a favor de continuar el enfrentamiento fue el general Alfredo Saint Jean.
Martes 15, a las 22 horas: "El combate de Puerto Argentino ha finalizado…los que cayeron están vivos para siempre, pelearon contra la incomprensión, el menosprecio y la soberbia. Enfrentaron con más coraje que armamento la abrumadora superioridad de una potencia apoyada por la tecnología militar de los Estados Unidos de Norteamérica, sorprendentemente enemigos de la Argentina y su pueblo […] No habrá paz definitiva si se vuelve al status colonial", dijo Galtieri en un discurso televisado por cadena nacional.
Mientras, en los alrededores de la Casa Rosada se iba juntando gente para protestar contra la rendición. Muchos concurrieron porque se dijo que Galtieri iba a hablar públicamente desde el balcón de la Casa Rosada, e iba a hacer severos anuncios. A las 17.30 una unidad móvil de ATC se estableció en el lugar, mientras un millar de personas ya comenzaba a realizar cánticos desfavorables al gobierno. Más tarde se agregaron los empleados públicos que salían de sus oficinas. Luego llegaron activistas. A las 18.40 avanzó la Policía Federal para dispersar al público que gritaba: "la Junta Militar la vergüenza nacional" y "rendición es traición". Finalmente, la muchedumbre fue violentamente reprimida y las adyacencias de Plaza de Mayo fueron escenario de batallas campales entre manifestantes y policías. La Avenida de Mayo fue devastada por los destrozos e incendios.
La orden para los comandos argentinos que llevaron a cabo la Operación Rosario fue clara: no se debían producir bajas en las tropas británicas (57 infantes de marina, 11 Royal Marines y 40 miembros de la Fuerza de Defensa de las Islas). A primera hora de la mañana del 2 de abril llega la rendición.
Soldados del ejército argentino leen los periódicos en Puerto Argentino. Los ingleses ya habían lanzado la “Operación Corporate” para recuperar las islas
A las 16.02 del domingo 2 de mayo de 1982, el submarino nuclear Conqueror recibió la orden de atacar al Crucero General Belgrano. La nave británica se colocó perpendicular al ARA y disparó sus torpedos. El primero Mark 8 impactó en la sala de máquinas. El segundo impacta en la proa. Llevaba 1091 tripulantes, 707 llegaron a las balsas, 323 murieron en el mar
El general Jeremy Moore y Benjamín Menéndez firman la rendición argentina el 14 de junio de 1982 en Puerto Argentino (Puerto Stanley). “A las 9 PM en punto, el general Menendes (sic, por Benjamín Menendez) rindió ante mí todas las fuerzas armadas argentinas en las Islas Malvinas (Falklands en el original)”