Hernandarias

Fue un hombre que encarna muchos años de colonización y de administración del Rio de la Plata, descendiente de los conquistadores y vinculado ya a la gobernación del territorio, fue Hernandarias de Saavedra. Había nacido en Asunción hacia 1564, hijo del capitán Martín Suárez de Toledo y de María Sanabria, hermanastro del primer franciscano criollo, Hernando Trejo y Sanabria, tercer obispo del Tucumán. Su obra de soldado, de gobernante y de administrador llena toda una época.

Hernandarias de Saavedra

Desde los 15 años se halló presente en todas las campañas de conquista y de población en las gobernaciones del Tucumán y del Río de la Plata; acompañó a Gonzalo de Abreu y a Hernando de Lerma; asistió a la nueva fundación de Buenos Aires y durante seis meses compartió las correrías de Garay hasta la zona de Mar del Plata; fue con Alonso de Vera a castigar a los indios guaycurúes que se habían sublevado y acompañó a ese capitán al poblamiento de Concepción del Bermejo, donde fue nombrado alcalde de hermandad.

Vuelto a Asunción, acompañó a Juan Torres de Vera y Aragón a una salida contra los guaycuriaes que se habían alzado nuevamente contra los españoles. Cuando Torres de Vera y Aragón fundó en las Siete Corrientes la ciudad de Vera, llevó consigo a Hernandarias como uno de los buenos conocedores de la región y de los indios, y su asistencia fue esencial en el sometimiento al menos temporal de los aborígenes. Tenía entonces 24 años.


Hernandarias

Hernandarias de Saavedra

Se le asignó un cargo de mayor jerarquía, vinculado a los asuntos de la guerra y de la justicia, en la nueva ciudad de Vera de las Siete Corrientes. Fue hasta el lugar de la nueva fundación por tierra con los que arreaban mil quinientos vacunos y otros tantos equinos. La jurisdicción de la nueva ciudad llegaba hasta la costa del Brasil, que entonces pertenecía a la corona española.

En sus primeros tiempos, Corrientes debió mucho a la presencia y a la acción de Hernandarias; levantó un fuerte y cercó el pueblo con una empalizada que alejó a los indios en las diversas oportunidades en que decidieron hacerla desaparecer. Los indios de la zona fueron encomendados en los vecinos. Después, como fuera atacada la ciudad de Concepción del Bermejo, fue reclamada su presencia para defenderla.

A comienzos de 1589 fue atacada Corrientes por los indígenas, que dieron muerte a 23 pobladores y causaron heridas a muchos otros. Un grupo de españoles pudo huir en una canoa y llegar a Asunción. Alonso de Vera, "Cara de Perro", primo de Alonso de Vera, "el Tupí", teniente de gobernador de Corrientes, recurrió a Hernandarias, y aun cuando estaba enfermo, al tener noticias del peligro que corría la ciudad a cuya fundación había asistido, reunió unos 80 hombres y corrió con ellos en canoas para auxiliarla. Lo primero que hizo al llegar fue levantar una fortaleza de madera en la que pudieran refugiarse los pobladores en casos de urgencia; después castigó con energía a los guaraníes, les tomó muchos prisioneros que repartió a los pobladores de Corrientes y Asunción, y, aunque se agravó su mal, volvió a Asunción llamado por Alonso de Vera, porque los guaycurúes amenazaban nuevamente a Concepción del Bermejo y era preciso evitar su destrucción. Cuando Hernandarias llegó a Concepción ya habían sido muertos por los indios atacantes muchos soldados y mujeres, pero su llegada oportuna evitó el desastre final; castigo a los indios y los dejó sometidos por un tiempo.

Mientras pacificaba la zona de Concepción del Bermejo, cuya destrucción y saqueo impidió, volvieron a levantarse los guaraníes en su empeño por hacer desaparecer la ciu-dad de Corrientes; pero esta vez la ciudad amenazada se salvó gracias al fuerte que había hecho erigir Hernandarias. Pero como esos ataques se repitieron, Hernandarias resolvió ir en busca de los aborígenes agresivos a sus centros vitales, en una expedición audaz por tierra y por el río. Por un tiempo supo paralizar los intentos de excursiones destructivas de los indios.

En 1598 llego a Buenos Aires el nuevo gobernador y capitán general del Río de la Plata, Diego Rodríguez Valdez y de la Banda; después visitó Santa Fe, donde se le presento Hernandarias. Incansable éste en su actividad como capitán en la lucha contra los indios, entre los que había adquirido predicamento, fue reiteradamente nombrado gobernador del Río de la Plata, unas veces con carácter interino, otras como titular por nombramiento real.

El cabildo de Asunción lo eligió teniente de gobernador y justicia mayor en julio de 1592, y en ese cargo realizó una obra constructiva y ponderada; levantó y edificó templos, limpió la ciudad de vagabundos y de viciosos; apaciguó con energía a los indios rebeldes y apoyó a los jesuitas en sus fundaciones misioneras.

El gobernador Hernando de Zárate lo nombró en 1594 capitán de sus fuerzas en Buenos Aires y en esas funciones amplió el fuerte con un mirador sobre el río y estableció en él su vivienda.

Cuando Juan Ramírez de Velasco fue designado gobernador del Río de la Plata, nombró a Hernandarias desde Potosí, en noviembre de 1595, su teniente de gobernador. Y al morir Ramírez de Velasco en Santa Fe, el virrey del Perú dio el mando de la gobernación en diciembre de 1597 a Hernandarias, nombramiento al que ya se había adelantado el cabildo de Asunción. En agosto de 1602 sucedió al gobernador Valdez y de la Banda; su mandato duró hasta fines de 1609, siendo reemplazado por Diego Marín de Negrón; éste murió en Asunción en julio de 1613 y le sustituyó durante cuatro meses F. Beaumont y Navarra, el cual dejó el gobierno en manos de Hernandarias. Esta vez gobernó hasta noviembre de 1618, año en que le sucedió Diego de Góngora.

Por iniciativa suya se reunió en 1603 un sínodo de autoridades religiosas y civiles, que tuvo por resultado las ordenanzas promulgadas por Hernandarias en defensa de los indios. Se disponía en ellas que se agrupasen los indígenas en reducciones a fin de que se les pudiese enseñar más fácilmente la doctrina cristiana. En cada reducción los encomenderos levantarían una iglesia y pagarían a los doctrineros. También establecían medidas para el mantenimiento de esos núcleos, con obligaciones y con derechos por parte de los encomenderos.

Siguiendo esa norma de conducta, Hernandarias ayudó a los jesuitas y él mismo organizó varias reducciones. Las tres que existían cerca de Buenos Aires: la de Santiago del Baradero, la del cacique Bagual, la del cacique Tubichamini, fueron obra suya, como las tres de Corrientes, las tres de Santa Fe y las tres del Bermejo, casi todas despobladas ya en 1622, año del informe de Diego de Góngora.

Coincidió, pues, con los jesuitas en la idea de las reducciones o fue él mismo el que ideó esa modalidad para el poblamiento. Con ese objeto envió misioneros al Guayrá al Paraná y al Uruguay. También los franciscanos recibieron su apoyo.

Combatió la ociosidad de hombres y mujeres y fue enemigo del vicio del mate, que llevaba a la haraganería. Viajó como quizá ningún otro por Paraguay, Corrientes, Concepción del Bermejo. Llegó en busca de la ciudad de los Césares hasta la Patagonia, desde noviembre de 1604 a febrero de 1607, y tuvo encuentros con los charrúas que intentaron obstruirle el paso; en 1609 hizo otra exploración por el Paraná hasta la ciudad de Corrientes.

En su calidad de gobernador, prohibió el comercio de frutos del país a cambio de mercaderías diversas y de negros esclavos, aunque al ajustarse estrictamente a las ordenanzas vigentes provocaba el malestar y el disgusto de los vecinos de Buenos Aires, que recurrían normalmente al contrabando para obviar los efectos de la reglamentación que prohibía el libre comercio.

Fue en su tiempo cuando se hizo la división de las provincias del Río de la Plata y el Paraguay por cédula de diciembre de 1617. En 1632 fue designado protector de los naturales y falleció en Santa Fe en 1634. Se había casado con una hija de Juan de Garay y su descendencia, tres hijas, fue origen de conocidas familias del período colonial.