Combate de Martín Garcia

El Combate de Martín García, parte de la Campaña Naval de 1814, se libró entre los días 10 y 15 de marzo de 1814 entre las fuerzas de las Provincias Unidas del Río de la Plata al mando del entonces oficial británico de origen irlandés Guillermo Brown y la flotilla española bajo el mando del capitán de fragata Jacinto de Romarate fondeado en la Isla Martín García.

Primeros movimientos

El 8 de marzo de 1814, las naves patriotas Hércules, Cefiro y Nancy abandonaron las balizas y tomaron rumbo a Colonia; al día siguiente fueron avistados tres buques realistas que se dirigían a Martín García.
Como Brown ignoraba la fuerza de la escuada realista, Brown no juzgó oportuno la persecución nocturna y viró hacia Buenos Aires en espera de otros buques que debían reunírsele, como lo hicieron el 10 de marzo la Juliet, a las órdenes de Benjamín Seaver; el Fortunata, a las de Juan Nelson; el San Luis, a las de Juan Handel, y la balandra Carmen, al mando de Samuel Spiro.
Con la flotilla completa se dirigió Brown hacia Martín García, en donde halló fondeada la escuadra realista compuesta de más de ocho naves y decidió atacarla antes de que pudiese ser reforzada desde Montevideo. 

Batalla de Martín Garcia

La victoria estratégica conseguida por Brown al tomar la isla, dividió a las fuerzas navales españolas y aseguró para las Provincias Unidas el control del acceso a los ríos interiores y posibilitó estrechar el bloqueo sobre Montevideo. Romarate se vio obligado a refugiarse en la desembocadura de los ríos Negro y Uruguay, y si bien este jefe español obtuvo luego una victoria en el Combate de Arroyo de la China, no tuvo aquella acción consecuencia alguna en la campaña naval. La decisiva victoria revolucionaria en el Combate naval del Buceo provocó la capitulación de Montevideo y de Romarate.

Comienza la Batalla

El fuego fue iniciado por la goleta Juliet, que abrió la marcha por tener el mejor piloto a bordo; y fue seguida por el Hércules, con 30 cañones de diverso calibre, que contaba con 120 marineros y aprendices y 60 soldados; el Hércules encalló a un tiro de mosquete del enemigo y no pudo hacer uso más que de los cañones de proa.
Se inició el cañoneo a la una de la tarde y duró hasta la noche; en  esta, la primera y más sangrienta jornada del Combate de Martín García, Romarate consiguió rechazar exitosamente el asalto. Hubo 45 muertos y 50 heridos y las pérdidas de la fuerza atacante fueron elevadas. Se contaban entre ellas la del comandante Elías Smith, la del jefe de las tropas embarcadas el capitán francés Martín de Jaume, el teniente segundo Robert Stacy, el grumete Edward Price, los marineros Richard Brook y William Russell y el cocinero Peter Brown.

Bernard Campbell, quien era el Cirujano en Jefe, tuvo momentos muy difíciles debiendo tratar a los heridos con medios asistenciales inadecuados. Entre los heridos se encontraban el mayordomo Tomas Richard y los marineros James Stone, Henry Harris, Elsey Miller y Anthony O’Donnell.

Durante la noche la nave capitana logró zafarse de la varadura y se reanudó la acción al día siguiente a las nueve y media de la mañana. El Hércules había recibido 80 impactos en el casco y tuvo que retirarse por veinticuatro horas para reparar los rumbos abiertos.

Combate de Martín Garcia

En la mañana del 13 Brown envió un análisis de la situación a Larrea, planteando que la isla debía «ser atacada esta noche misma, si es posible, antes que venga una expedición de Montevideo, donde se trabaja con afán en aprontar una fuerza superior». Confiaba en haber dañado los buques de Romarate y en los informes de tres marineros italianos y uno portugués que sostenían que de los soldados en recuperación en la isla, alrededor de 750 hombres habían ya retornado a Montevide

Desembarco nocturno y toma de la isla

Durante la noche, Brown recorrió sus naves y exhortó a los capitanes y tripulación a cooperar bravamente, aunque la pasta de héroes no estaba en todos. Se le reunió su goleta Hope (Esperanza) y le trajo tropas de Colonia. 

El 15 de marzo a las cuatro de la mañana ordenó un desembarque en la isla y no tardó en ser copada la batería que tanto daño había causado en el Hércules; la isla quedó en poder de los patriotas y las naves de Romarate viraron para quedar fuera del alcance de los cañones de la isla que habían cambiado de dueños.
Según la información de Brown a Larrea, el comportamiento de los comandantes de las naves patriotas, a excepción del griego Samuel Spiro, merecía sus censuras, pues dejaron escapar las naves españolas, y pidió capitanes para el Cefiro, el Nancy y la Juliet a fin de reemplazar a los que tenían y cuya conducta no le satisfacía.
Las quejas de Brown sobre sus capitanes no estaban del todo justificadas. De todos modos, Romarate tenía ya un adversario de calidad en el agua.
La escuadrilla española huyó río arriba y se detuvo en Soriano, desde donde Romarate pidió víveres y auxilios a los artiguistas.

Montevideo envía refuerzos

En Montevideo fue aprestada urgentemente una escuadra de seis naves al mando del capitán de navío José Primo de Rivera; una de ellas, el buque hospital Paloma, varó y retardó 48 horas la acción eventual de la división. De lo contrario habría podido auxiliar a Romarate y tomar entre dos fuegos a la escuadra patriota.  Cinco días después de su partida, Primo de Rivera regresó a Montevideo sin haber hallado al Hércules, que estaba el 20 de marzo en Colonia, Romarate siguió río arriba y desde Puerto Landa ofició a Vigodet sobre la falta de pólvora y proyectiles.

El plan de Brown

Días después despachó Brown una fuerza de cinco buques con 274 personas y 38 piezas de artillería al mando del capitán Nother, con los capitanes Ángel Hubac, Pablo Zufriategui, Samuel Spiro, Francisco Seguí y Santiagó Hernández, con orden de librar combate contra Romarate, que disponía de 400 hombres y 40 cañones. Brown quedó con el resto de su escuadra en espera de Primo de Rivera.

El plan de Brown no solo consistía en aniquilar la división de Romarate sino en bloquear a Montevideo, para lo cual exigió el envío de dos naves más, el Belfast y el Agreable, piezas de artillería, cureñas, balas, pólvora.

La fe del marino irlandés y su férrea voluntad eran extraordinarias. Decía a Larrea sobre la empresa iniciada:

"Sin embargo puedo asegurar al país entero que tomé cartas en ella con la firme resolución de vencer y de esa manera poner término a una guerra inútil."